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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Julia Malushko pexel.com
Picture of Víctor Rodrigo Muñoz Ocampo

Víctor Rodrigo Muñoz Ocampo

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Mi nombre es Rodrigo Muñoz, nacido en CDMX y radico actualmente en Puebla. Soy músico y estudiante de la carrera de Relaciones Internacionales en la FCPyS. Creyente de David Bowie y fanático de One Piece.

Vestido amarillo con cuello blanco

Número 13 / ABRIL - JUNIO 2024

El amor puede ser un acto de valentía, un salto al vacío hacia lo desconocido

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Víctor Rodrigo Muñoz Ocampo

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Le dejé un papel en su pupitre para verla al salir de clases. Es tan bonita ella, ligera, muy ligera, me gusta desde que entramos a la preparatoria. Nunca me he  atrevido a hablarle en verdad, nada más allá de un par de balbuceos. Recuerdo la  clase de música, ella –tan linda– quería tocar Für Elisede Bethoveen y sus dedos  tropezaban sin poder terminar ni el segundo compás. Decidido, me acerqué para poder ayudarle (“Así por fin me notará y hablaremos”, pensé) y al estar a dos pasos del piano donde estaba sentada, justo en el momento en que, por alguna razón  que solo se le puede atribuir a una conjunción astral o maldición de gitanos  errantes o yo que sé, todo el salón –si un salón de música de preparatoria  completo o quizá toda la escuela, la vida es muy cómica en estas situaciones- se  encontró en silencio, tropecé con una guitarra acústica y el resonar de su caída junto con la mía se oyó por todos los rincones del edificio. Sí, en ese momento  capté su atención, pero no solo de ella, todo el salón volteó y estalló en carcajadas  y burlas. Debo ser honesto, me encontraba tan, pero tan avergonzado que no  escuché nada fuera de un zumbido mientras veía las mudas caras de todos y  escapaba hacía el pasillo. Ni siquiera me atreví a voltear a verla. 

Esta vez será diferente.

En otra ocasión a la hora de deportes justo al empezar el entrenamiento de fútbol,  el profesor me pidió ir por los conos que se encontraban en la piscina, al entrar al  edificio observé que los dichosos conos se hallaban al fondo, atravesé el lugar y  poco antes de alcanzarlos se abrió la puerta del vestidor de chicas. Salieron de ahí  sin percatarse de mi presencia y ella, si ella tenía que ser, al ir distraída con sus  amigas casi choca conmigo, pero alcanzó a rectificar su trayectoria –en realidad  no sé qué hubiera sido mejor-, en cambio rozó su rodilla con mi pierna. Solo un  rozón y un segundo de ver sus ojos verdes y mi entrepierna estaba más activa que el ejército de Alejandro Magno en la batalla de Gaugamela; bueno  bueno, no sé si tan activa lo que sí es que estaba tan firme como un peñón y mi short de soccer no era capaz de ocultar el reflejo. Los conos no eran opción, se encontraban ya rodeados por nuestras compañeras y la puerta lo era aún menos, porque estaba todavía más lejana y atajada por otras compañeras –nunca sabré cómo un lugar tan vacío parecía festividad de santo patrono de pueblo en tan solo un par de  segundos- así que recurrí a toda mi astucia y me arrojé a la alberca antes de que  cualquiera se diera cuenta de que sucedía. Todos podrían pensar que con el agua  fría el problema quedaría solucionado, pero no, ¡válgame el cielo que no! Es una  de las desventajas de tener 16 años y estar enamorado. El soldado se mantuvo  firme y evidente por varios minutos, muchos o pocos no lo sé en realidad, los  suficientes como que mandarán buscarme del campo de fútbol y trajeran al  prefecto para que me sacara del agua, acción a la que todavía resistí por todo el  tiempo que me pudo dar mi capacidad de debate acuático, disciplina que al  parecer no existía de manera formal antes de ese evento.  

Esta vez será diferente. 

Mis manos sudan, puedo escuchar el palpitar de mi corazón en mis oídos. Ella ya  debe de estar en el lugar, espero. El pasillo se me hace eterno, juro que llevo  horas recorriéndolo y el muy desgraciado encuentra la manera de estirarse y  volverse a estirar. Mi respiración se acelera, ¿siempre ha sido así de pesado el  aire o así de estrechas estas paredes? Las voces del corredor se perciben lejanas,  graves y con un exceso de eco, casi en cámara lenta, todo es muy irreal y siento  como la inseguridad hormiguea en mis pies y manos. ¿Y si no se presenta?  Bueno, mi mamá apreciará las flores y así no se sentirán ignoradas, morir  ignorada es lo peor que le puede pasar a una flor. Ya casi termina este camino  que parece interminable y sí, ¡sí se encuentra ella ahí! 

Está ahí, acomodándose su rubio cabello en el reflejo de la ventana, hace poco lo  cortó, siempre lo usó largo hasta hace unos días. Que bien se ve en ese vestido amarillo con cuello blanco, ligero, muy ligero, tiene una caída que favorece a su  figura. Hace muchos gestos mientras juega con su cabello, me gustan todos, cuando frunce el ceño, cuando saca y aprieta los labios como si fuera a dar un  beso, mira ahora saca un poco la lengua. Ya voltea y se da cuenta que estoy aquí  y, no lo puedo creer, ¡me sonríe!, ¡sabe que soy yo el que la citó! 

Pero algo pasa, un ruido estridente y poco común llena el lugar, y todos entran en  pánico. Se repite el sonido y cae un cuerpo y luego otro. Se escucha un grito que  dice ”¡¡Francotirador!!” y luego, volteo a verla. Ella tiene la mirada congelada en otra  dirección y claramente llega su voz a mis oídos cuando exclama: “Es él…” Quiero  alcanzarla y protegerla, pero siento una mordida ardiente en mi pierna y me  desplomo. Vuelvo la vista hacía donde ella estaba parada y ya no se encuentra  allí. Solo me rodea el caos y ese aroma a hierro con pólvora y un instante  después, todo es una muda noche.

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Vestido amarillo con cuello blanco

2 respuestas

  1. Leer este breve pero enigmático cuento a primeras horas del día permite que tu mente viaje a un mundo en donde nunca esperaste que ibas a llegar, principalmente por el tremendo e inesperado final. Excelente trabajo tu forma de redactar y plasmar esta historia hizo que me atrapara desde la primer oración.

  2. Excelente cuento, te atrapa de principio a fin, qué bien escrito está.
    Sobrio, inesperado y de calidad.
    Ojalá tenga mucho alcance.

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