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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Adonai Rafael García Jiménez | Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
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Adonai Rafael García Jiménez

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9

Soy Adonai y me gusta intentar ser feliz.

Una crítica más a la meritocracia

Número 7 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2022

Es muy fácil asombrarnos de casos de éxito de personas que tenían muy bajos recursos

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¿Cómo puede ser posible que esta persona, que no tuvo apoyo de sus padres, no tenía casa, tenía que trabajar y estudiar todo el día, pudiera llegar a ser un importante directivo y tú no? Pues, ¿acaso no es claro?, él sí le echó ganas.

Es muy fácil asombrarnos de casos de éxito de personas que tenían muy bajos recursos y que nadie daría un duro por ellas. Pero tenían un sueño, ya sea en los deportes, una empresa, cargo político o las artes, por amor y por querer demostrar que todos estaban equivocados, trabajaron incansablemente por esa meta, noches de desvelo, desesperación y mucho esfuerzo con eso lograron ser lo que son. Ahora se regocijan en todos los que no creyeron en ellos y les llaman mediocres, que están como están por su modo de pensar y su falta de esfuerzo.

Aquí es donde vale la pena preguntarnos: ¿Basta con echarle ganas? Puede que sí, pues si una persona entre miles se esforzó y lo logró, ¿por qué los demás no lo hicieron?, ¿acaso las otras personas no hicieron lo posible por manifestar su meta?

Partimos desde el hecho de que los cargos que estas personas excepcionales portan son limitados y se otorgan a una selecta población. Y si todos se enfocarán en ese objetivo, sube la competencia por el puesto, pero siguen existiendo la misma cantidad de puestos. Con eso se logra que el esfuerzo se multiplique y que en poco tiempo la gente que aspira a los puestos altos, llegue a niveles insanos de trabajo, o el llamado “burn out”. Olvidando, cabe decir, por completo la vida real; este es un hecho que ya sucede en países asiáticos como Corea del sur, donde los jóvenes se mueren por la cantidad de horas empleadas en la escuela y donde gran cantidad de la población se mantiene aislada para trabajar o estudiar.

Pero no vivimos en Corea del Sur, vivimos en México y aquí es muy diferente. Gran cantidad de personas no nos quejamos del sistema. Nos mantenemos conformes con nuestra situación por historias conmovedoras de los exitosos, las cuales nos brindan la esperanza suficiente para que no nos quejemos tanto de la pobreza y escasez, haciéndonos creer que todos los bienes que se poseen son merecidos.

Existen historias, pero son sólo eso. La realidad es que es mayor la cantidad de personas que lo intentan, lo siguen intentando, y aun con todo el dinero que puedan invertir, el tiempo que puedan dedicar y la cantidad de energía que gastan, no lo logran. No lo logran porque los casos de éxito son casos raros.

Sin demeritar a todas esas personas, ellos tuvieron suerte. Estaban en el momento y lugar adecuados, con los conocimientos y habilidades específicas para triunfar. Conocieron a las personas adecuadas para lograr sus objetivos. Esto no sólo pasa con los millonarios, también con las personas de clase media e incluso con los pobres. Somos víctimas de nuestras circunstancias, en un mundo donde la única constante es el cambio de todo. Es muy difícil cambiar nuestro estatus económico.

Es menester recordar que, aunque seamos productos de nuestras circunstancias, es necesario que se cruce el camino del trabajo para subsistir. El propósito de este texto no es llegar al nihilismo y ver a nuestra situación como una prisión irrompible, donde lo único que se puede hacer es intentar salir del sistema, que es igual de difícil como subir en este.

El propósito es recordar que no tenemos que encasillar nuestro éxito solamente personal, dejar un poco el ego en nuestras posesiones y rangos, puesto que son suerte. También hay ver por la comunidad. No somos mucho si los de alado sufren.

Una de las razones por la que hay necesidad de salir de la clase social, es la seguridad que tenemos a los que nos rodean y la explicación. Todos estos son problemas que intentamos resolver de forma individualista, pero conociendo que muy pocas personas logran resolverlo, puesto que pocos logran ascender en clase social, deberíamos cambiar el foco. Por eso tenemos que ver por la comunidad. Si entre personas que tenemos cerca, nos organizamos y actuamos conforme al bienestar común, tal vez podremos llegar a vivir mejores vidas.

No es lo mismo vivir en un barrio donde haya espacios verdes para leer, ejercitarse, pintar, bailar o para pasear con seguridad, que vivir en otro donde no hay espacios públicos y predomina la delincuencia. Uno se siente mejor viviendo en el primer escenario y para que llegue, tenemos que exigir a las autoridades y cada uno trabajar para hacerlo realidad. Un compromiso y esfuerzo por parte de ambos. Obviamente se relaciona con el dinero. Pero no es el foco principal. Dejar de ver el trabajo y dinero como un fin, y verlo como medio, ayuda. Esto transforma la frase “echarle ganas”, a un esfuerzo más colectivo que individual, donde cada uno tiene que hacer su función para que funcione todo.

Obviamente esto es igual de utópico, que salir de la pobreza por medios propios. En este intento de mejora de sociedad muchos no cooperan y otros lo impiden. Ven por sus propios intereses, y sus acciones son barbáricas, llegan a torturas o asesinato. Saliendo impunes.  Esto es muy triste, pero tenemos que seguir en comunidad. Porque sin ella, llegamos a un mundo donde los valores no existen y predomina la ley del poder, que es inhabitable.

Por lo tanto, a la pregunta “¿Basta con echarle ganas?”, puede responderse diciendo que no basta, pero tenemos que ser conscientes de nuestra situación y seguirle echando ganas.

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