Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala
Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala
Mi mente es una canción que se repite una y otra vez, mi cuerpo es un ritmo al que le gusta repetirse una y otra vez. Estoy enchufado con cables que me conectan con la música, entonces como marioneta dirige mis movimientos, mis pensamientos, mis sentimientos. Suena un tambor y mi cabeza se mueve, mi cuerpo es arrastrado por los hilos del ritmo, dependiendo la letra y el ritmo, mis pensamientos y mis sentimientos cambian. Repito una y otra vez, como un mantra, que se mantiene infinitamente en el tiempo, y aunque ya no esté escuchando música, se manifiesta en mi caminar, en mi manera de hablar, de pensar, de generar ideas, de sentir las cosas que me suceden, me relaciono con el mundo por y a través de ello.
Soy como una computadora en la cual se han descargado una serie de programas conductuales, emocionales, de pensamiento, con o sin mi consentimiento, pues de pequeño jamás sospeche que el contenido audiovisual que consumía se descargaría en mi computadora, y mucho menos que determinaría mi forma de ver la vida, mis metas, mis sueños, los comportamientos aceptables y los que no lo son, lo bueno, lo malo, lo deseable, lo no deseable. Creo que duró alrededor de 17 años en los que esto fue así, descargando programaciones sin enterarme que esto sucedía.
Entonces me pregunto, ¿cambia algo el hecho de que ahora sepa lo que me pasa? Ahora sé que el contenido que consumo se está descargando en mí. cada día, en cada momento, mi experiencia me dice que hay una gran diferencia. Si bien no puedo cortar esos cables que controlan mi mente, pues al hacerlo moriría junto con ellos, al menos puedo elegir los contenidos que me programen, incluso puedo darme el lujo de ser programado por contenidos vacíos, superficiales, de puro entretenimiento. Sí, se siente muy diferente hacerlo de manera consciente, es como si por un instante todos esos programas me fueran ajenos, como si no tuvieran efecto en mí, por un breve instante me siento libre de esos cables, de toda programación.
Actualmente la información que pasa por estos cables que me conectan con las programaciones es mucho mayor, en cuanto a cantidad e intensidad, mi organismo se adapta para poder con tanto, creo que a veces se notan los efectos de esto, cuando me saturo de tanta y tanta información, me sofoco y todo pierde sentido, es como estar en todo y en nada a la vez, es como si sonaran 10 canciones al mismo tiempo y no se qué ritmo seguir, qué letra cantar, estoy en todo y en nada a la vez, me paralizo, reviento y necesito quitar tanto ruido. Entonces me quedo con solo una canción, con una cosa por ver, por escuchar, pero nuevamente parece insuficiente, parece muy simple para todas las posibilidades que tengo, entonces vuelvo a estar en todo y nada a la vez, lo que consumo pierde sentido y el sentido se convierte en consumir.
Me doy cuenta de este consumir impulsivo, sin sentido, esta tormenta de contenido que llega a mí me impide construir cualquier cosa. Por ejemplo, estoy escuchando música, asimilando apenas, o viendo una película, cuando de pronto mi dedo se desliza y mágicamente empiezan a verse y escucharse tantos contenidos y casi de inmediato pierdo el hilo de lo que estaba haciendo, se destruye lo que estaba viendo o escuchando e incluso a veces olvido lo que estaba haciendo y ya después si lo recuerdo decido mejor pasar a otra cosa, a veces olvido el por qué se movió ese dedo en primer lugar, me siento tan tonto y culpable cuando pasa eso. Me cuesta mucho trabajo completar el proceso, por ejemplo, elegir qué ver entre tantas posibilidades, elegir el momento adecuado, pues hay muchas cosas qué hacer y qué ver, mantener mi atención lo más posible sin mirar el celular o pensar en él, finalizar la película y digerirla, pensando y reflexionando lo que acabo de ver. Para mí, hoy, terminar una película requiere una firme convicción.
Hay decenas de películas que se están ejecutando en mi mente en este momento, miles de canciones, capitulos de programas de televisión, se han instalando dentro, las ubico más fácilmente cuando hablo en un tono parecido o digo la frase de un influencer o de un actor, así como me doy cuenta de lo que es el amor e identifico la raíz de esa idea. Sé que las películas están ahí cuando pienso que soy un fracaso por no tener dinero o mujeres o por no tener una vida alocada. Es una lucha diaria, estos contenidos que se convierten en programas me dan ordenes, me dicen, busca ser reconocido tú también, busca hacer un buen dinero como nosotros, busca tu felicidad a toda costa, si rechazo los contenidos entonces aparece otro que dice “Has de tu vida una historia interesante”, otros me dicen “Sé real y rebelde como nosotros, mira lo inteligentes y empáticos que somos, busca placeres, no busques placeres, ambiciona, no ambiciones, busca el amor, mejor se paciente y el amor llegará”. Es tanta información, tanto contenido por todas partes, me tienen de una tesis a otra, me dominan de un lado a otro como simple balón de fútbol.
Con el paso del tiempo he ido adquiriendo más estabilidad, mis pensamientos y sentires ya no cambian tan bruscamente al cambiar de canción, de capítulo o de reel, así procuro tener un espacio y tiempo específico para ver o escuchar algo, he ido deconstruyéndome para poder ser yo quien elige qué ver y a través de qué filtro. Recuerdo la película de Jim Carrey (Dr. cable) que en una escena dice “Aprendí el significado de la vida viendo programas de televisión”. Claro, que lo decía a modo de queja, de crítica a su madre que se iba y lo dejaba horas enteras viendo la televisión y por eso se convirtió en una persona carente en muchos sentidos. ¿Seré como él? ¿Aprendí el significado de la vida viendo la televisión? Ya se sabía que crecimos viendo la televisión, entonces, ¿había alguna preocupación por que por lo menos fuera programación decente?
¿Quién soy? ¿Hay otro yo detrás de todos estos programas? ¿Quién sería ese yo sin todo ese contenido? ¿Qué diferencia habría entre mi yo actual programado por medios audiovisuales masivos y mi otro yo que no fue programado por estos medios masivos? Creo que moriré en la confusión, sin saber si realmente viví mi vida o la dejé en manos de esas programaciones, programadas por no sé quien, no sabré hasta que punto la determinaron.
Estoy convencido que al hombre le hacen bien los relatos, las historias, las narraciones, el saber escucharlas y saber comunicarlas, poder percibir o transmitir un mensaje, poder entretenerse, divertirse, le hace bien, es de mucha ayuda al momento de darle sentido a esta existencia, también estoy convencido que es inevitable que seamos programados ya sea por medios audiovisuales, ya sea por nuestro entorno interpersonal cercano. La influencia del ambiente en que nos desenvolvemos es innegable. Entonces en una era en la que literalmente se siente el ataque, el bombardeo de información, de estímulos audiovisuales, quizás nos quedará, primero, la ardua tarea de hacer algo por frenar estos ataques, disminuirlos para no hacer corto circuito, después, ya sin ese bombardeo asfixiante, empezar a generar una especie de filtro para poder practicar el arte de discernir entre los contenidos que nos aportan y los que no y en qué medida lo hacen, lo que tomaremos de una película y lo que no, pensar en qué tan dispuestos estamos para ver tal o cual cosa sabiendo que se irán instalando como un programa en nuestra mente y con base en eso, construir nuestra experiencia con las pantallas.
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