Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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En el ámbito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la palabra “porros” hace referencia a los integrantes de una organización que persigue intereses políticos o económicos basados en la violencia y funcionando como un grupo de choque cuya función es sabotear y alborotar a la comunidad, así como, provocar o romper movimientos estudiantiles. Básicamente se caracterizan por obstaculizar la vida estudiantil, mediante actos de vandalismo, asalto, extorsión y golpizas, así logran generar caos y desprestigiar instituciones, y a cambio de esto ellos son beneficiados con pagos en especie y otros tipos de prebendas.
De acuerdo con el texto titulado “Violencia y porrismo en la educación superior en México”, de Imanol Ordorika, “los estudiantes universitarios ingresaron a la política con la inauguración de la UNAM, cuando organizaron el Primer Congreso Nacional de Estudiantes; depues con su incursión a la política universitaria y nacional se abrieron también las primeras disputas ideológicas y se profundizaron los debates culturales entre los estudiantes”. En el texto se menciona que en las décadas de 1930 y 1940, luego de que la UNAM lograra la autonomía, los estudiantes ya ideologizados, se dividieron en diferentes bandos quienes se enfrentaron por las políticas educativas del régimen de la Revolución Mexicana y el proyecto de la educación socialista. En esos años tenía gran presencia el pistolerismo que se basaba en la agresión física y la violencia armada en contra del opositor, hecho que dio paso al porrismo universitario.
1968
Una vez consolidada la educación superior pública, y, ante el crecimiento de la politización estudiantil, el pandillerismo convirtió en tradición la violencia de ciertos grupos conservadores y de autoridades del Estado mexicano. Dicha violencia era promovida desde adentro por algunos rectores, directores u organizaciones estudiantiles que se disputaban el control de la propia institución.
El movimiento estudiantil de 1968 produjo modificaciones profundas entre el estudiantado de todo el país y también en la concepción de los ¨porros¨. Hugo Sánchez Gudiño, define al porro como: “el sujeto social que cuenta con ciertas habilidades, que sabe utilizar diversos tipos de armas y que vende sus servicios al mejor postor porque en esencia es un mercenario”. Esos elementos se arraigaron en el carácter cada vez más lumpenizado del porrismo que incorporaba a sus filas a un mayor número de delincuentes comunes al servicio de autoridades educativas y gobierno federal. Debido a eso, el porrismo de la capital adquirió rasgos más violentos; se hizo más presente en muchas escuelas y facultades no sólo a través de actos de provocación, delación y control, sino también en actos puramente delictivos como robos y atracos, hostigamiento sexual y golpizas frecuentes.
En los últimos 90 años de vida autónoma de la UNAM, el porrismo ha evolucionado, no obstante, la única constante en todo este tiempo ha sido la violencia física en contra de los estudiantes cuando llevan a cabo algún tipo de protesta.
La aparición y proliferación de los grupos de choque y de “porrismo” en el seno de las instituciones de educación superior de la nación mexicana, y más particularmente en la UNAM, nunca ha sido un fenómeno casual sino que siempre ha sido una actividad muy bien diseñada por personajes internos y/o externos a los centros escolares, con el fin de acallar violentamente las diferentes manifestaciones de protesta generadas por los estudiantes en contra de autoridades educativas y/o gubernamentales de distinto tipo y magnitud.
Mencionado lo anterior, es posible dimensionar que es muy difícil que el porrismo pueda ser erradicado de los centros de estudio en donde reiteradamente surgen y rápidamente se expanden expresiones estudiantiles disidentes ya que cualquier acto antisistémico siempre es acallado violentamente. Más allá de su erradicación, lo verdaderamente importante es cuestionar a quién están sirviendo los grupos porriles y bajo qué intereses.
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