Facultad de Medicina y Veterinaria y Zootecnia
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“Es más fácil engañar a la gente que convencerlos que han sido engañados”
Mark Twain
La crisis social que viene es una crisis estructural del sistema capitalista. La deuda, la explotación de recursos y el saqueo de otros países son apenas sostenibles. Los más ricos y poderosos necesitarán una reconversión brutal sistemática que, de cometerla de tajo, produciría protestas. ¿Cómo lo harán? Con el convencimiento –mediante TV, medios digitales, divulgadores y “expertos analistas”– que la crisis venidera no es del capitalismo, sino del planeta. Y así, las masas aceptarán medidas atroces y empobrecedoras para las clases ya jodidas. ¿Quién no va a renunciar a apretarse el cinturón por el planeta? ¿Quién no querría dejar un planeta mejor a sus hijos? Con preguntas así a modo de eslogan y una dosis de propaganda, se harán recortes generalizados, se incrementará la precariedad de las sociedades y se normalizará la vida en peores condiciones. Las nuevas medidas de control tienen que fungir como parteaguas entre el sistema oxidado y aquél que renacerá de las “necesidades y exigencias de los pueblos”, donde las élites de antaño, desinteresadamente, nos llevarán de la mano para enseñarnos a ser “mejores”.
Se han apresurado con la revolución hegemónica. Ya no se suben los precios por aumentar márgenes, es “por el bien del planeta”. Ya no se castiga con tasas y tributos a la gente para gastar en subvencionar a empresarios, es “por el bien del planeta”. Sea por sobreexplotación en unos casos, por fomentar la “industria europea” –la de Francia y Alemania, por ejemplo– o por cuadrar los balances, habrá empobrecimiento generalizado. Pero no es por el saqueo de la burguesía; es, como todos saben, “por el bien del planeta”. Mientras los ricos seguirán viviendo a todo tren, esquilmando recursos y mejorando su nivel. Y tú, biomasa servil denominada como persona, tendrás que pagar tus vegetales más caros porque son de “cultivo sostenible”, comprar un coche eléctrico a precio inflado y no poder circular a diario, mientras ellos toman vuelos privados para ir a la tienda de la esquina. Esto y más, “por el bien del planeta”.
En un tiempo que no es de estabilidad sino de crisis del sistema de poder a nivel global, tanto del neoliberalismo como de la socialdemocracia, las izquierdas no están siendo capaces de representar políticamente el descontento social; beneficiando así a las derechas radicales, que son la versión más salvaje y descarnada del sistema, pero que logran presentarse como outsiders, impugnadoras y transformadoras. La izquierda no podrá ser competitiva en ningún sitio, salvo en momentos excepcionales, sin construir medios de comunicación y poder ideológico –vaya, que se necesita adoctrinar para vencer a otra doctrina–. El discurso de Javier Milei en Argentina resultó ganador porque conectó con el sentido común de la época –en especial con el de los jóvenes–, que es resultado de las discordantes condiciones sociales y del dominio de los grandes aparatos ideológicos por parte de las derechas, que tienen viento a favor porque tienen los ventiladores.
No es sorpresa que en el mundo están en auge personajes ultraderechistas. Hagamos un breve repaso de la metodología dictada para hacerse con un país: primero, la “prensa seria” comienza a producir un plato diario obligatorio de verdades, medias verdades y mentiras –los ingredientes se mezclan hasta obtener una masa homogénea y digerible, con aditivos aromatizantes en forma de historias conmovedoras amadas por los espectadores–. Luego se proporciona financiación a fuerzas y organizaciones disidentes y de derechos humanos en ese país, convirtiendo a un puñado de opositores en “revolucionarios” y “luchadores por la libertad”, siempre con el respaldo de los medios. En la siguiente etapa, cuando se celebren las primeras protestas “espontáneas”, es necesario asegurar su represión -muchas veces gracias a agentes mimetizados en el gobierno de ese país- para dar lugar a la expansión de las protestas “contra la tiranía y su derrocamiento”. En esta etapa, aparecerán de la nada ejércitos de luchadores por la democracia, armados y entrenados por los autores del plan. Después, agradecidos por el apoyo, los “revolucionarios” de ayer llegan al poder y se convierten en “aliados estratégicos” –un eufemismo para no decir títeres–. Y es así como un país queda a merced de un grupo selecto, siniestro y depredador. Los revolucionarios intratables que rara vez aparecen mueren a manos de “agentes de la tiranía derrocada” y se convierten en héroes nacionales, pues no está de más reforzar la idea de los súbditos de que han seguido al bando correcto. El ganado verá lo que debe ver y pensará lo que debe pensar. ¿Y cómo lidian con sus excedentes que no son necesarios? Los hacen desaparecer a causa de la “optimización” de los programas sociales o esperan que la “inevitable” inflación les condene a muerte.
Crear una imagen del futuro es nuestra tarea principal, de la que depende el resultado de todo, misma que perderá todo significado si no se convierte en un nuevo comienzo. Los valores y la imaginación son parte de un espacio único construido por nuestra conciencia, y son ellos quienes predeterminarán la continuación de esta historia. El enemigo también está trabajando en una imagen del futuro, dictada por sus objetivos e intereses. Su tarea es más sencilla, ya que la destrucción es más barata que la creación, y bajar suele ser más fácil que subir.
En el vasto territorio –este, el nuestro– que las autoridades estadounidenses consideran su patio trasero, se están construyendo nuevos laboratorios de este futuro para todos. Ya no se trata simplemente de regímenes pro-estadounidenses -de los cuales la mayoría lo son-, sino de gobiernos de técnicos de laboratorio completamente subordinados a las juntas directivas de mafias transnacionales, que luchan entre sí por el poder monopolista. En América latina contamos con tres laboratorios vigentes:
En América Latina se está llevando a cabo un gigantesco experimento cuyo significado es construir un nuevo proyecto universal de poder planetario para todos. Se está elaborando el modelo caníbal final de eliminación total del Estado.
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