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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Margarito Pérez Retana / Cuartoscuro.com
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Arath Germaynn Tintor Rico

Facultad de Derecho

Soy un simple estudiante de Derecho que esta explorando nuevos mundos y que trata de mejorar sus debilidades para ser alguien mejor.

No somos iguales

Número 7 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2022

La realidad social en la que vivimos nos muestra que, desde el mismo Estado, viene la diferenciación entre los ciudadanos

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Arath Germaynn Tintor Rico

Facultad de Derecho

¿Qué es lo que diferencia a un sujeto de otro? A esta cuestión ha habido una infinidad de respuestas posibles, unos dicen que su forma de pensar, otros que su fisonomía, otros que su forma de comunicar, su lenguaje; y algunos dicen que la mejor forma de diferenciarnos es por la riqueza económica que posee cada quien. Claro, hay otras formas de distinguirnos y que conforman nuestra identidad personal, pero no podemos negar que la diferencia conforme a estatus económico está presente en gran parte de nuestra vida cotidiana.

Cuando uno realiza los trámites para ingresar a un centro educativo, se hacen una serie de preguntas respecto de cuáles son los ingresos de la familia, el modo en que viven y con qué servicios cuenta. A esto se le llama estudio socio-económico y las instituciones los usan para saber qué probabilidades tendrás para terminar tus estudios y qué apoyos necesitas para poder continuar con ellos.

Otro ejemplo es cuando uno inicia su proceso de jubilación, revisar si lo que pudo ahorrar, mediante la contratación de una Afore, todo el tiempo que estuvo activo en su empleo es suficiente para tener una vejez tranquila –y en algunos casos, esto no es posible–. También puede quedar el supuesto de la compra de bienes y servicios: aquel que posea mayor capital para comprar y vender, tendrá más ventaja sobre otro para contratar los bienes que le sean útiles o sean de su placer.

Podría decir más situaciones hipotéticas en las que se vea involucrada la premisa de prevalencia económica, pero ese no es el propósito de este artículo. El motivo de esta reflexión es cuestionar esa distinción entre humanos en nuestro sistema.

Vivimos bajo un sistema que te da ciertas normas, derechos humanos, protección contra ciertos factores, pero que también te distingue por situación económica, lo cual desencadena otros problemas sociales como la discriminación entre particulares o que el mismo Estado –el que se supone te debe proteger y cuidar tu bienestar– hace discriminación basándose en este principio. Por ejemplo, en los casos de ciudadanía contemplada en el Artículo 33 de la Constitución, se dice que hay mexicanos de primera y de segunda; los primeros son por nacimiento o sus derivadas, y los segundos los de naturalización, que no gozan de los mismos derechos y garantías reconocidas por nuestra legislación.

Todo este trayecto me llevó a tres conclusiones. La primera es que no somos iguales, a pesar de que tenemos una constitución y demás tratados internacionales en el que te mencionan que todos los seres humanos somos iguales y gozamos de los mismos derechos, pero lo cierto es que algunas veces prevalece la ley del más fuerte.

Mi segunda conclusión tiene relación con la primera y es que, si las normas no son respetadas ni aplicadas garantizando este principio de igualdad, es porque no está funcionando el Estado. La función del Estado es velar por el bien común de sus ciudadanos; hay que hacer otro cuestionamiento del porqué no está funcionando, llevando a que las normas sean letras muertas.

Y mi última conclusión: por qué todavía nos seguimos haciendo la pregunta enfocada en el aspecto de cuantía económica que inició toda esta reflexión. Hasta en las preguntas más sencillas y cambiando al propósito que uno quiera puede llevar un cuestionamiento como este, pero también puede llevar a las peores actitudes, como el clasismo y la desigualdad, contrarias al buen funcionamiento de la sociedad.

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