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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Kiara Milena Sánchez Calderón / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
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Fernando Estrada López Ocaso

Facultad de Filosofía y Letras

Soy un joven que busca hacerse camino en la Historia, entendiendo esta disciplina como una forma de vida antes que como un medio académico. Escribo y leo porque el texto me resulta un ejercicio retórico y catártico para vivir y pervivir a través de la palabra.

Los ritmos de la ciudad

Número 10 / JULIO - SEPTIEMBRE 2023

No es bullicio, es política, vida y resistencia

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Fernando Estrada López Ocaso

Facultad de Filosofía y Letras

Las ciudades son fuentes sensoriales que se experimentan desde el cuerpo, de ahí que nos relacionemos con el espacio desde un ámbito afectivo, caminar por una ciudad despierta la totalidad del cuerpo: vista, olfato, oído, tacto y gusto, caminar es, pues, una experiencia sinestésica, entendiendo este término como la unión de múltiples sensaciones. Existir por la ciudad genera una relación afectiva con el espacio, esto es lo que algunos sociólogos y antropólogos han llamado geografía afectiva. Toda mi vida he habitado la Ciudad de México, metrópoli con un paisaje sonoro el cual surge del enredo humano, un elemento tan mutable y efímero que, sin embargo, genera un paisaje particular y qué es un paisaje sino el resultado de la acción humana en un medio natural.

Caminar por las calles de la Ciudad de México es escuchar los populares organilleros que tanto definieron una época; la estridencia campanaria que llama a los feligreses a las Iglesias o que anuncia próxima la llegada del camión para la recolección de basura; las grabaciones que inmortalizan la voz de Elías Zavaleta o María Del Mar al anunciar tamales o compra de chatarra, respectivamente, la segundas es incluso una obligación de saber las palabras exactas, es un juego vigorizante de la memoria; voces más anónimas de gaseros, eloteros, merengueros o aguadores, incluidos aquí los ropavejeros que sirvieron como herramienta para asustar a toda una generación; sonidos chillones que rompen el silencio como el del camotero o cartero, el cual se encuentra en peligro de extinción; ni en el subterráneo se escapa uno de estas voces fugitivas de los vendedores dentro del metro o músicos que recorren calles y venas de esta urbe. La ciudad de México es un jardín inmenso de sonidos, aquí no incluyo al heladero o al globero, a los niños que juegan o a los adultos que hablan, a los pies apresurados de la acera o todos esos sonidos resbaladizos que corren y fluyen rápidamente por todo lo ancho y largo de esta inmensa metrópoli, no puedo cerrar este párrafo, sin darle una mención a un sonido terrorífico, que nos alerta de un peligro inminente como la alerta sísmica que, al mismo tiempo, nos trae a la memoria los recuerdos sísmicos y, por tanto, el miedo. 

Si tenemos en mente este espacio lleno de sonidos, entenderemos por qué nuestra vida se construye como metáfora sonora, nuestra realidad se determina a partir de la sensación auditiva. La vida, en todos sus aspectos, desde lo más físico hasta lo más abstracto tiene metáforas sonoras, hablamos ritmos naturales al ver la repetición de una geometría espiral en los caracoles o la distribución regular de los pétalos de una flor, así mismo de ritmos biológicos de adaptación a las variaciones del ambiente; en los hospitales para hablar de un trastorno en el ritmo cardíaco se usa el término arritmia, el cual también puede ser en la vida social al romper los ritmos de vida, estos ritmos se relacionan íntimamente con los ritmos del tiempo y de producción, relación que vemos retratada en la película Tiempos modernos (1936), Chaplin, en su papel de obrero está entre dos fuerzas que lo rompen, entre el ritmo de producción capitalista y el ritmo humano, entre el desenfreno y la fugacidad. Hay metáforas que llegan más lejos, como las que construyeron pensadores como Nicolas de Condorcet o Giambattista Vico que hablan de ritmos que guían la sucesión de las civilizaciones en un orden preciso y riguroso, el primero habla de diez períodos en la historia de la humanidad y el segundo de una evolución cíclica de forma corsi e ricorsi, entre avances y retrocesos, ambas llevan implícita la idea del progreso y esa es la finalidad rítmica. Cuando uno siente que no es parte del mundo, que está alejado o separado, que no pertenece a un espacio definido, espacio que tiene un supuesto indica de pertenencia, siente una disonancia entre el ser y el deber ser, una falta de armonía; así mismo cuando dos ideas entran en conflicto en la mente del individuo y no hay una resolución retórica clara, se menciona la conceptualización de disonancia cognitiva. 

Esta serie de metáforas tiene otra participante activa que las genera, la cual surge misteriosa, se presenta como contenedora de los misterios del cosmos, es en esa trama sonora en la cual surge y en la cual convive aquello que llamamos música, ese invento humano que busca encauzar los sonidos mediante instrumentos y motricidad óptima que da como resultado una experiencia auditiva compleja por dotarse de estados emocionales significados estéticamente y valorados culturalmente, no existe cultura que no haya inventado la música, considerando esto y que la música es anterior a la palabra es que podemos comprender aquella expresión hecha famosa por el filósofo francés George Steiner de necesidad de música. La música también determina cómo construimos retóricamente nuestra realidad, cuando se habla fuera del orden establecido o se hace algo fuera de la norma es existir sin ton ni son, la legitimidad de la existencia se ha determinado a partir del orden musical; cuando uno está en un periodo de derrumbe emocional o de exceso de cotidianidad ve la vida en monocromático como teclas de piano. Es también en este punto que el cuerpo responde sensorialmente a la música, el cuerpo puede bailar y gozar los sonidos encauzados, la unión muscular es aquello que sincroniza los cuerpos colectivos y su respuesta emocional al bailar o al hacer ciertos ejercicios rítmicos como los ejercicios militares. 

La música es una forma fundamental de relación del humano con su espacio, si hay música hay una respuesta corporal en mayor o menor medida, la música, pues, se plantea paralela al cuerpo y al alma. De ahí que cada vez en mayor medida la música esté más presente en los espacios públicos (al grado de volverse un problema de ruido), de ahí que las personas caminen a todos lados con audífonos oyendo música y cuando llegan a sus espacios privados continúan ese ejercicio de escucha musical, cada vez más, la humanidad quiere huir del ruido de las palabras que no han sido encauzadas, harto de hablar, prefiere cantar, puede que aquí esté la explicación del éxito de los musicales. Sin embargo, la música también es experiencia colectiva, ya mencioné más arriba que el humano baila en colectivo, así mismo puede asistir a un concierto acompañado o compartir un audífono, la música es una experiencia solitaria y colaborativa, una cosa no niega a la otra; la necesidad de música, diría Steiner, se ha vuelto algo vital. 

No es este un intento de argumentación académica, mi texto no responde a dinámicas rigurosas, hay incluso un juego con mi posible lectore, entre mis líneas hay muchas lecturas, descubrirlas puede parecerle algo entretenido, descubrir los hilos con los que confeccioné este texto es, en mi opinión como lector, un trabajo cuando menos curioso. En este décimo número de la revista ¡Goooya! se solicita pensar la música como acompañamiento para celebrar la vida, para sobrellevar situaciones complicadas o como medio de expresión y relación con la realidad, mi texto es esto, pero busca, ante todo, pensar la música y lo sonoro, por extensión, como algo fundamental, la música es la vida misma, no es únicamente un acompañamiento. Cierro mi texto modificando, con mucho atrevimiento, una de las frases más importantes del Siglo de Oro de la literatura española: ¿Qué es la vida? Un sonido ¿Qué es la vida? Un grito, una voz, un golpe, y el mayor ruido es pequeño; que toda la vida es música, y la música, música es. 

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