La cada vez más marcada diferencia socioeconómica en México y el mundo nos lleva a cuestionarnos sus causas y buscar soluciones para alcanzar una igualdad social. Es común escuchar a varias personas con alta capacidad económica que han llegado a donde se encuentran solamente a través del arduo trabajo: a través del “echarle ganas”. En el siguiente artículo se discutirá que el empeño y duro trabajo no equivale necesariamente a un mejoramiento en la calidad de vida, a pesar de que sea requerido para el progreso social.

El éxito y el crecimiento son producto de 3 principales factores: las condiciones iniciales, la suerte y el “echarle ganas”. Las condiciones iniciales de una persona se pueden tomar como el ambiente y las oportunidades que posea cuando se encuentra formándose. Estas son totalmente dependientes al estado socioeconómico de la familia y del medio, así como la localidad donde tiene lugar el desarrollo del infante y adolescente. Entre ellas se encuentran factores genéticos ―como el sexo, el color de piel, entre otras―, la educación del hogar, las posibilidades de convivir con otras culturas y formas de pensar (aprendizaje de idiomas o intercambios sociales), así como las oportunidades de instrucción en instituciones.

Los rasgos de nacimiento (factores genéticos) influyen en el desarrollo de una persona por problemáticas mundiales como el racismo o la xenofobia. Además, otra característica crítica en el progreso individual es el sexo. Para el 2000, si bien alrededor del 50% de estudiantes mexicanos de educación superior eran mujeres, solamente el 31% de los estudios posdoctorales son hechos por estudiantes del sexo femenino. Más aún, es altamente probable que 2 individuos latinoamericanos escogidos al azar, y de sexo opuesto, no tengan el mismo salario; en cambio el salario femenino será el 83% del remunerado al hombre. La brecha salarial de los sexos es un problema que afecta severamente a mujeres de todo el mundo.

Otro factor de suma importancia son las posibilidades socioeconómicas para la instrucción de una persona. Los estudiantes de tiempo completo generan bajos o nulos ingresos si laboran en empleos de medio tiempo o estudian el tiempo completo. No obstante, su manutención no es trivial. En caso de que los padres o tutores del estudiante no puedan solventarla, éste se ve obligado a trabajar. Esto se traduce en que, para el 2020, solamente 1 de cada cuatro personas en México haya concluido su preparatoria; mientras solo el 21.4% de los mexicanos pudo cursar estudios de nivel superior. Hechos traducidos en desempleo o trabajos incompatibles con un aumento de la calidad de vida.

Para concluir la discusión de este ámbito, se debe recalcar los obstáculos presentados en el ambiente social y laboral, además, por la discriminación étnica. Aparte de la discriminación por ser mujer, es bastante notoria: en 2014 una encuesta telefónica del CESOP encontró que casi 3 cuartas partes de los mexicanos consideran que existe mucha discriminación contra las personas indígenas. Aunado a lo anterior, en 2015 la Comisión Nacional para el Desarrollo de Pueblos Indígenas encontró que más de la mitad de los municipios indígenas de la república tienen un grado de marginación alto y equivalente a pobreza, precariedad o contadas oportunidades sociales.

La suerte se puede definir como todo fenómeno ajeno a nuestro poder que nos beneficia. Nótese que está íntimamente ligado a las condiciones iniciales, pero la “suerte” se sigue presentando a lo largo de toda la vida. Nosotros no decidimos en dónde ni cómo nacer, por lo cual las oportunidades que tenemos al nacer son azarosamente distintas. La fortuna y riqueza de aquellas personas que nos mantienen pueden permitirnos o no, a temprana edad, comprar un instrumento musical, aprender una lengua extranjera e inclusive formarse un carácter que busque el mejoramiento social.

Como explica el científico y divulgador australiano Derek Alexander Muller, existen diversas

situaciones fuera de nuestro control que contribuyen a nuestro éxito. Entre sus ejemplos se presenta el siguiente: al preguntarle a la mayoría de los jugadores de hockey de la liga nacional estadounidense a qué debían su éxito, todos lo atribuyeron a su gran esfuerzo y que le “echaron ganas”. No obstante, su fecha de nacimiento pudo haber influido en ello. La mayor parte de las inscripciones a este deporte se cierran el primero de enero. Así, un niño nacido a inicios del año anterior puede ser más fuerte y veloz que alguno nacido en el último trimestre del año. De hecho, entre 1978 y 2008 hubo 4 veces más jugadores de hockey nacidos en los primeros 3 meses del año que nacidos en los últimos.

Situaciones futuras tan críticas para el desarrollo de una persona como la obtención de un empleo o estímulos estudiantiles también están en parte determinadas por la suerte. Tener un amigo que conozca una vacante en un trabajo para el que se esté calificado puede ser la diferencia entre el desempleo y comenzar o continuar trabajando. De igual modo, si la convocatoria de una beca estudiantil se publica, a ella no necesariamente se postularán todos los alumnos que cumplan con los requisitos de la misma, sino solo una fracción: aquellas personas que de alguna manera se enteraron de ella. Los anteriores han sido algunos ejemplos de cómo factores externos que coinciden a nuestro favor permiten el éxito y progreso de los individuos.

Finalmente, véase el “echarle ganas”. El trabajo duro en conjunto ha sido necesario para la consolidación de la humanidad desde las primeras pequeñas comunidades. Tan es así que aún hoy se deja ver en refranes populares como: “Al que madruga, Dios lo ayuda”, “Si quieres azul celeste, que te cueste”, “De la nada no se hace nada”, “Roma no se hizo en un día”, etc.

Veamos dos ejemplos donde el trabajo duro conlleva al mejoramiento de la calidad de vida y uno donde el esfuerzo no fue reconocido. El primero se refiere a la cultura japonesa. Después de la dictadura de Hirohito y el azote de dos explosiones nucleares en su territorio, Japón estaba destruido y económicamente impotente. No obstante, con la ayuda monetaria del Plan Marshall, ese país en los últimos 77 años se ha vuelto una potencia económica gracias a su disciplina, rigidez educativa y la decisión de sus habitantes de echarle ganas. El segundo caso corresponde a la antigua Alemania que durante poco menos de medio siglo estuvo dividida después de la Segunda Guerra Mundial. Las condiciones adversas impuestas por la entonces Unión Soviética y los gobiernos aliados rezagaron a la población. No obstante, a partir de la caída de la caída del muro de Berlín, del “Mauerfall” y la reunificación alemana hace apenas 32 años consolidaron las condiciones perfectas para que el trabajo de su gente colocara al país como un líder en ciencia, tecnología y riqueza frente a toda la Unión Europea.

Si bien parece que el empeño siempre es recompensado, a continuación se presentará el tercer desafortunado ejemplo. En el siglo XVIII vivió el químico sueco Karl Wilhem Scheele que participó en la carrera existente por el descubrimiento de elementos químicos. A pesar de que su trabajo e investigación constante le permitieron encontrar varias sustancias químicas, no tuvo suerte con los elementos. En más de 4 ocasiones aisló antes que sus contemporáneos las sustancias puras, mas varios infortunios conllevaron a que entonces y hoy no fuese laureado por el descubrimiento de ningún elemento.

En el mundo actual, los tres ingredientes discutidos en este artículo son fundamentales para lograr metas, vivir bien y progresar en cada ámbito de la vida; pero buena parte de la población con una alta estabilidad socioeconómica ha tenido un cuantioso beneficio de los dos primeros ingredientes. Así, la lucha por el mejoramiento social debe consistir en la reducción de la relevancia que tienen las condiciones iniciales de cada uno en las posibilidades del progreso individual.

El “echarle ganas”, lamentablemente, hoy no es equivalente a crecer como ser humano. Empero, no por ello se debe de caer en una falacia de mínimo esfuerzo con el argumento del imposible progreso. Al contrario, es menester el esfuerzo constante y canalizado para la reducción de las brechas sociales y peso que tienen los sucesos fuera de nuestras manos (suerte) sobre nuestra vida.

Visible en los penúltimos ejemplos, un cambio en las condiciones sociales, acompañado de un riguroso trabajo, pueden resultar altamente fructíferos. En el camino a la utopía habrá sufrimiento e injusticia, pero esto ayudará a perfeccionar las condiciones iniciales de generaciones futuras. Nuestros descendientes tendrán entonces mayores y más justas oportunidades de triunfar si le “echan ganas”.

Garantizar la igualdad de oportunidades y posibilidades de cada niña y niño para ser una persona exitosa y bien formada a través de la educación, instrucción y un trabajo perseverante es esencial para traer equidad al mundo.

Referencias

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