En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Daniel Augusto Cuartoscuro.com
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Alonso Lima Sánchez

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy Alonso y actualmente estudio Ciencias Políticas en la FCPYS, estoy en cuarto semestre. Me gusta la teoría política, la historia, la Ciudad de México y la música indie mexicana.

La redención política

Número 13 / ABRIL - JUNIO 2024

¿Por qué puedes encontrar política en la música y en los afectos y no sólo en el Estado?

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Alonso Lima Sánchez

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Quien escribe estas líneas estudia la licenciatura de Ciencias Políticas y Administración Pública y, quizás, sea lógico que este artículo hable de las elecciones federales de este año en México. Sin embargo, ya existen muchos textos que analizan, ya sea de una forma u otra, esta negociación electoral (eso es política también). Es por ello que el análisis político en el que deseo ahondar es direccionado hacia lo que tradicionalmente no encontramos como definición de política en un diccionario, es decir, ir más allá de “el arte de gobernar”. 

Primero hay que distinguir por qué la política va más allá de votos y elecciones. Carl Schmitt realizó una distinción esencial que define “lo político”, ya que otorga la condición de poder discernir entre el enemigo y el amigo, esto con la mira puesta en la propia supervivencia política. Y si bien la teoría de Schmitt es contextual, la misma es necesaria para el entendimiento de nuestra cotidianidad política que se interesa por todo: la música, la religión, la moral, la educación, la economía, etc. 

Lo social inherentemente es influenciado por el monopolio estatal de lo político (y viceversa), por ello el Estado se convierte en una corporación más de la vida (como, por ejemplo, sucedió en la Alemania Imperial de Guillermo II). Sin embargo, y por ende, el Estado no pasa desapercibido, pues al poder interesarse por la condición política de la vida lucha por estar presente: que todos los caminos lleven al Estado (en tal caso, ya hablamos de un sistema con tendencias totalitarias, lo que sucedió desde 1933 en Berlín). 

Ahora bien, aquí es necesaria la concepción de Hannah Arendt sobre política, pues hasta ahora se ha observado a un Schmitt donde lo político depende del Estado (con la definición de Arendt es posible la síntesis de cómo nuestra vida en algún momento es política). Ella habla de una libertad que dimana de la política, pues ésta última nace de la pluralidad de las relaciones entre lxs seres humanos en el espacio público (no humanidad). Con esto se habla de una micropolítica donde el estar en sintonía con las demás personas hace posible la política, el solo estar no es suficiente. El querer transformar el mundo es un acto político para la teórica política, naciendo de allí el actuar libre y plural. 

 

Un ejemplo es la música: cuando se escucha una canción, se vive, se disfruta y, por supuesto, se canta (si no lo ha hecho, hágalo, la música es una gran medicina). Sin embargo, esa canción tiene una oposición a algo, pues no nació ‘de la nada’, sino que tiene un contexto y una diferenciación ante un concepto: quizás una canción de felicidad se opone a la tristeza. Es allí donde la música adquiere un carácter político, pues tanto se opone a algo como nace de la interacción humana (propia del fenómeno de la oposición). 

El problema surge cuando la canción en su carácter de disfrute (en si apolítica en cuanto no es parte del monopolio del arte del gobierno) es deseada por la política monopólica del Estado, pues, una vez más, eso es un indicio hacia el totalitarismo que, tarde o temprano (más temprano en el fascismo) se destruye a sí: es un ente autofágico que destruye no sólo al Estado, sino a lo político, teniendo en cuenta que para Schmitt el mayor punto de expresión de la oposición política es la guerra (todo fascismo busca la guerra, aunque también cualquier Estado puede involucrarse). Es decir, si en la guerra se acaba con un país, ya no hay política (y, por ende, cualquier otra cosa), pues no hay personas. Ni más ni menos. 

Jacques Rancière habla de la política como redención, una emancipación humana. Es un intento por desmonopolizar el concepto político de la política del Estado, del Leviatán. Para él entonces no obedecer una orden es política, pues se emancipa frente al acto de dominación. Esta es la última condición política: emanciparse. Oponerse a algo desde la pluralidad para vivir la redención es un acto político. Por ello todxs somos políticxs, no es necesario ocupar un cargo gubernamental para, como dice Arendt, transformar el mundo. 

Abracemos lo político, hagamos de la amistad una amistad política, del abrazo un abrazo político; de la música, el arte, la educación, la tristeza, las emociones un tinte político. Politicemos el mundo. Luchemos por él y por nosotrxs. No solo en elecciones, no solo en los espacios de poder político, no sólo cada seis años, sino todos los días. Transformemos, luchemos. 

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