Facultad de Derecho
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Ser estudiante y cumplir las expectativas de una persona funcional es desgastante. De acuerdo con nuestros padres, el único deber es ir a la escuela y sobresalir en ella, a su visión “¿qué más necesitas si tienes casa, comida y techo?”
Escuchamos el discurso de “no necesitas nada más que concentrarte en la escuela”, y es una realidad poco alentadora, nos convencemos de que las cosas materiales y el dinero es lo único que debe de prevalecer en la vida para ser feliz, pero eso es insuficiente cuando vives donde no hay paz mental. Desde niños nuestros papás nos enseñan a apagar todo tipo de emociones y afecto por las demás personas, nos convierten en seres silenciosos y mentirosos con nosotros mismos, tenemos miedo de compartir pensamientos y sentimientos por inseguridad.
La falta del reconocimiento de una atención mental por parte de las generaciones pasadas ha llegado a perjudicar a nuestra nueva forma de pensar, a nosotros nos ha tocado un entorno preocupado y cuestionado, nos hemos podido enfocar en las necesidades humanas como un aspecto importante en la vida, luchamos por nuestras ideas y no solo callarnos para escuchar, creemos en la fuerza de nuestras palabras y de nuestras acciones, basta nombrar la diferencia de situaciones para darnos cuenta que no podemos culparlos por carecer de lo que nosotros gozamos: un ambiente de libertad de expresión.
La salud mental es uno de los estados que solemos dejar de lado como efecto secundario de nuestra vida atareada, como estudiante abandonamos nuestra salud física como mental, nos ponemos a nosotros mismos en segundo plano, la escuela es un lugar donde a visión académica todos somos iguales, guerreros a capa y a espada para la batalla de cada día; pero todo cambia a la hora de llegar a casa, ya no eres una persona siguiendo y peleando por sus sueños, una máquina de recolectar información, llegas a casa y eres un hijo y un hermano, te haces un poco más humano y como este surgen problemas familiares, donde tus padres sólo esperan verte una vez al día solo 10 minutos para sentir que ya hicieron algo por ti sin preguntarte sobre tu día o sobre tus preocupaciones, los ves en sus peores formas, enojados, tristes, preocupados, decepcionados, escuchas sus problemas y lidias con ellos, te frustras con ellos y de algún modo de involucran ¿cómo aguantar tanto y al siguiente día levantarse imaginando que nada pasa?, la forma de interacción que tienes con tu familia importa más de lo que se creería, ya que esperas cierta respuesta positiva de ella en tu vida aunque a veces no te entiendan, quieres agradarles y que en el fondo quieres que se sientan orgullosos de ti.
Desde siempre los trastornos mentales han sido un tema tabú en la familia, el estigma de la sociedad, siempre se piensa que cuando se va a un psicólogo es por razones no otras que “estás loco”, y no es así, se tiene que buscar ayudar para poder ayudar, para poder aguantar ser persona todos los días de tu vida, escuchar problemas de los demás, solucionar los tuyos y al final del día no tener ganas de estar en otro lugar, y dejar de ser tu.
No es tan fácil reconocer que tienes un problema como tampoco lo es reconocerlo y atenderlo para algunas personas, no todos tienen la oportunidad de tratarse en una institución privada, si para las personas con posibilidades económicas es difícil, se ha de imaginar cuánto más es para las personas de bajos recursos donde la prioridad es sobrevivir día a día sin pasar hambre, que a nadie le falte lo “indispensable”, estar en buen estado mental es un lujo que solo algunas personas se pueden dar y eso desgraciadamente es una realidad que debe de ser vivir en México.
Si se le diera el mismo peso a la salud mental como a la salud física no estaríamos tan preocupados en una atracción meramente visual a la hora de fijarnos en alguien, nos dejamos llevar por su vestimenta, el cuerpo, que tan altx, si es gordx, flacx, en lugar de cautivarnos por una persona que tenga una buena estabilidad emocional, la sensualidad de una persona que da paz mental debería de sobresalir.
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Una respuesta
son lineas muy sensibles que por vivir en el día a día, no nos damos cuenta que esta pasando tanto por la mente como en los sentimientos de nuestro hijos. cuidemos a nuestros hijos, escuchemos a nuestros hijos.