Facultad de Ciencias Políticas y Sociale
Facultad de Ciencias Políticas y Sociale
El sol sorprendió a la ciudad de México con una plancha del Zócalo casi vacía, las calles del centro histórico albergaban el paso de unos cuantos curiosos, turistas y los ya aclimatados comerciantes. La cotidianidad parecía seguir su curso entre el smog, la basura y el bullicio. En el característico sonido del caos citadino se escuchaba una ausencia, misma que gritaba en las paredes y el suelo del nuevo panorama chilango.
El 9 de marzo del 2020 se convocó a un paro nacional que llamaba a todas las mujeres a frenar sus actividades. “Un día sin nosotras” acentuó las repercusiones de la ola que inundó el histórico 8 de marzo a los barrios de todo México. Las portadas de los múltiples diarios lo atestiguaron en sus retratos de las calles teñidas de morado, así como los monumentos agrietados que deslumbran con sus colores y sabores y dolores, cuando el aire se volvió pesado en su faceta más guerrillera y los gases cenizos volaron por encima de las capuchas diamantadas.
Las ventanillas que despachaban boletos del metro estaban vacías. En cada uno de los vagones apenas y podían contarse a las mujeres con los dedos de las manos. En la superficie no era tan distinto. La ola había dejado las reminiscencias del movimiento en forma de pintas, alegorías directas a las costras, las cicatrices de la patria. El palacio nacional se reviste de vergüenza con las consignas marcadas en sus muros: “Ni capitalismo, ni patriarcado”, “AMLO MISÓGINO”, “Lesvy viva” “SIEMPRE VIVA”.
Los bancos y sus cajeros automáticos, los negocios de comida rápida y las cafeterías fueron señaladas. Su culpabilidad los delata, la precarización del trabajo que los enmarca les costó caro y pagaron las consecuencias. Los ojos, esa tarde testigos, jamás olvidarán aquellos instrumentos de la dominación patriarcal capitalista, reducidos a vidrios rotos y metales retorcidos con fachadas desgarradas y recién decoradas por los corazones rebeldes con hambre de romperlo todo.
Suerte distinta no correrían los monumentos, que ese día, más que nunca, sacarían sus mejores galas y se vestirían de verdadera memoria cuando “Fátima viva” e “Ingrid vive” nos hicieran recordar lo que realmente importa. Algunos bustos cercanos a la plaza del marqués tomarían un camino más nice y cambiarían su look por una cabellera rosa, o bien, dejarían su postura recatada y dejarían en claro que el nuevo color del centro histórico no fue obra de una sola, sino de todas.
La Hidra chilanga, aquel monstruo que perturba el sueño de la gran urbe, asoma una de sus cabezas. La bestia no solo cuenta con muchos cerebros repartidos por toda la ciudad, pues la sangre que bombea sus pasos se comparte en las voluntades de los ciudadanos convencidos de la solidez de su temple. El Frente Popular Francisco Villa Independiente (FPFVI), conformado por un colectivo de mujeres, recorre la plaza de la constitución con una gran pancarta blanca, resalta el rostro de una mujer al centro de la que salen cabellos convertidos en cualidades atribuidas a la feminidad. Las consignas son claras, luchan por la igualdad de género en el ámbito político, social, laboral y doméstico. Para ellas llegaría la hora de tomar los espacios negados.
El FPVI fue fundado en 1988 por un grupo de civiles, principalmente estudiantes, que retoman los intereses, postulados y planteamientos establecidos en los años 70s, siendo estos más allegados al socialismo. Las demandas del FPVI como organización vecinal generó un capital político importante, integrando grupos indígenas, campesinos, y hasta los relacionados con el transporte público de la Ciudad de México.
Un centenar de zapatos y tacones rojos se encuentran frente al palacio nacional formando la frase “Ni una mujer +”, por los pasos dados, los que se interrumpieron y los que nunca se pudieron dar. Las tallas dejan todo a la imaginación, zapatitos de niña, de adultas, de distintos estilos y presentaciones.
No muy lejos de ahí, se coronó a Miss Feminicidio, una marioneta de más de dos metros de altura que desfilaba de un lado a otro, pasando la acera cercana a Palacio hasta la plancha del Zócalo. Con las ropas blancas manchadas de sangre, la boca cosida con el hilo de la censura y un ojo morado, alzaba la mano saludando a los transeúntes que se maravillaban con el espectáculo sacado directamente de un freak show montado sobre un mercado de pulgas.
Sin embargo, los lentes de las cámaras de los periodistas y de los curiosos en turno no dejarían pasar las imágenes que se incrustaron en la plancha. Cuatro mujeres con trajes típicos sostenían una cruz erguida sobre los nombres pintados en el suelo; la cruz estaba adornada con flores y un listón que la recorría de lado a lado con la leyenda “Vivas y seguras”. Una mujer se sostenía de esta con la pura voluntad cual Cristo. En su cuerpo lucía una playera con la imagen del General Francisco Villa montando a caballo, al igual que las siglas de su organización.
La Hidra, con otra cabeza y un nuevo rostro, reaparece en otro punto de la ciudad, los aires internacionales la llaman y ella ataca de nuevo, pero ahora en el reloj chino de Bucareli. Su humor es distinto, desvergonzado, retira sus ropajes y deja a la luz su piel morena azotada por el trabajo en el campo y los rayos intensos que se escapan de los rascacielos. Se mueve al ritmo de La Chona, bailando para que las pisadas resuenen hasta donde la justicia lo permita. Solo el sombrero, la ropa interior y el calzado son los únicos artículos que sirven como armadura para enfrentar una batalla que piensa ganar desde la exposición mediática.
Los 400 pueblos bailan aparentando ser el doble de gente. Sus pasos se mantienen por largo tiempo en un solo lugar y con la misma intensidad y energía que arrancaron la jornada. Los automóviles que transitan en la cercanía acompañan sus movimientos por medio de los claxons. Las mujeres, al igual que los danzantes, sostienen botes para la colecta y reparten folletos a todo aquel que se detenga a mirar el acto. El reloj, a merced del tiempo, se detiene para prolongar “el bailongo”, poniendo a prueba la resistencia de los asistentes.
El movimiento de los 400 pueblos ha perfeccionado la técnica del cuerpo, la intervención física de los espacios hace que se cuestione el choque entre la intimidad y la esfera pública. La música estruendosa y la manifestación rítmica forman parte del diverso repertorio que poseen. La huelga de hambre sigue siendo una opción, donde ya se contempla el agua de manzanilla y la miel. Tener el torso al desnudo sería pensado y efectuado como un distintivo característico para la lucha. Ese repertorio comenzaría cuando en 2002 el presidente Vicente Fox les otorgó 2,000 hectáreas para que las trabajaran.
Los 400 pueblos fueron un sueño jarocho en la mente de la Hidra, uno que se materializó en carne, huesos y piel. La cara de Yunes Linares, ex gobernador de Veracruz, yace entre las piernas de los campesinos junto con la pregunta “¿Cuándo rendirás cuentas?”. El presunto enriquecimiento ilícito de Miguel Ángel Yunes durante su gestión de 2016 a 2018 en Veracruz sigue siendo un tema recurrente entre la comunidad de los pueblos a la hora de valorar las cosas y saberse amolados. Les han quitado tanto que los dejaron en calzones. Las formas de hacerlo, de irrumpir en el espacio público, se modifican dependiendo el terreno.
Las acciones varían y prueban su efectividad. La Hidra existe, se fragmenta y unifica a través de los cuerpos, no importando la clase, etnia, o interés, todos se vuelven instrumentos para que el monstruo conquiste más territorio. Nunca son las formas correctas, y los santurrones eternamente levantarán el dedo contra la Hidra Chilanga que les cierra las avenidas o bandaliza sus preciadas costumbres. Claro, siempre y cuando el mundo no les arrebate aquello por lo que valdría la pena luchar para volverse una cabeza más del monstruo.
Por José Gerónimo
¿Qué lecciones nos deja lo ocurrido en el AXE Ceremonia?
Por José Gerónimo
La controversia sobre las imágenes creadas con Chat GPT al “estilo” Studio Ghibli
Por Valeria López Estévez
Ven y conoce la grata experiencia culinaria que ofrece Sofitel
Por: Melisa Areli Mancines
Me aterra pisar sobre la piedra y que el mundo vea mis pies sangrar
Por: Nezahualcóyotl Enrique Estrella Flores
Algunas pistas sobre el sentido del “yo” a partir de la literatura