Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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La colonia Acabados México Sociedad Anónima (A.M.S.A) es un rincón ubicado en la alcaldía Tlalpan, Ciudad de México. A lo largo de los años esta comunidad ha desarrollado una identidad única gracias a que está conformada por diversos núcleos familiares provenientes de pueblos de Veracruz.
Con un área de 13 hectáreas, situada cerca del barrio Rancho Los Colorines y Ex Ejido de Huipulco, enfrente de la estación del Tren Ligero Periférico, y a un costado de la calzada México-Xochimilco y del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), alrededor de 195 casas y 787 personas han coexistido desde 1948.
Fue en las primeras décadas del siglo XIX cuando la industria textil de algodón en el país se desarrolló de forma notable, dando pie a la aparición de fábricas de considerable magnitud; esto no sólo se trató de un aumento en las dimensiones de las factorías, sino en realidad todo un proceso de industrialización que estuvo acompañado de nuevas posibilidades de empleo y crecimiento en la economía.
Desde 1841 el Valle de Orizaba, Veracruz, contaba con la fábrica de Cocolapan, considerada en su tiempo, la más grande e importante de México. Era el periodo en donde gobernaba Porfirio Díaz, momento bien recordado por la filiación del presidente hacia las tendencias extranjeras bajo el discurso de modernidad como algo refinado y pudiente, sinónimo de progreso, desarrollo y buen gusto. Thomas Braniff, acompañado de otros comerciantes franceses en 1881 adquirieron y modernizaron las fábricas existentes en la zona de Veracruz, entre ellas la Fábrica de Cocolapan, la cual contaba con alrededor de 600 trabajadores, 240 telares y 11 500 husos, también se adueñaron de las fábricas de Cerritos y la de San Lorenzo en Nogales, esto con el fin de que las tres operaran en un solo proceso productivo. (Díaz, 1993)
Ocho años más tarde, en 1889, Thomas Braniff y un grupo importante de comerciantes de la ciudad francesa de Barcelonnette, reconocidos por ser dueños de los almacenes, “Fábricas de Francia” y “El Palacio de Hierro” fundaron la Compañía Industrial de Orizaba Sociedad Anónima (CIDOSA), y la Fábrica de Río Blanco, al oriente de Orizaba, en el pueblo de Indios de Tenango, muy cerca del Río Blanco, del cual toma su nombre ( Gossman, 2013).
Ante tal crecimiento, los empresarios franceses se plantearon la necesidad de crear un pueblo para su fábrica y pusieron manos a la obra, con ayuda del Lic. Méndez miembro del Gobierno del Estado de Veracruz, crearon un nuevo municipio construyendo edificios para los obreros y sus familias, de esta manera, fue conformado el pequeño pueblo de Santa Rosa, que había nacido al lado de la inmensa fábrica del mismo nombre (Díaz, 1993).
Del boom a la crisis solo hay un paso
Dichas manufacturas fueron valuadas en más de 16 millones de pesos, poseían un cuarto de los husos y un tercio de los telares de la planta textil algodonera del país, ocupaban la tercera parte de la mano de obra empleada y elaboraban el 35 % de la producción total. Las instalaciones de esta compañía parecían estar en su mejor momento, pero a inicios del siglo XX, ante las evidentes problemáticas de explotación de los obreros, los cuales trabajaban trece horas al día, con un promedio de dos pesos de paga diaria, menos el descuento que se les hacía a manera de renta por los espacios construidos en el pueblo, más el inicio de Revolución Mexicana, el descontento de la comunidad obrera y las huelgas realizadas, la fábrica tuvo que cerrar (Salazar ,D).
Mientras estuvo la lucha armada, los extranjeros –que en su mayoría eran comerciantes–, huyeron de la violencia campesina en provincia, y por esta razón muchos de ellos encontraron mejores las condiciones de desarrollo en el antes llamado Distrito Federal, en esta zona del país vieron sin duda un nuevo centro de mayor auge comercial e industrial. Y es por eso que a principios de 1940, una vez recuperada la paz social, se comenzó a construir una nueva fábrica de textiles, pero ahora en la Ciudad de México, ubicada en la actual alcaldía Tlalpan. El hecho de que haya sido construida en ese terreno es incierto, pero en cierta medida corresponde a la distribución de los extranjeros en el territorio nacional, pues bien es sabido que esto no obedece a un asunto casual o a una decisión política, sino que está directamente relacionado con las posibilidades reales de recursos naturales e inserción económica y social que mostraba esta región de la ciudad.
Así fue como en un terreno semirural entre las localidades de Huipulco y Tepepan, sobre el costado de la calzada México-Xochimilco se construyó la segunda fábrica de la Compañía Industrial de Orizaba S.A. (CIDOSA) también conocida como “Telas de Río Blanco”. Al igual que se construyó el pueblo de Santa Rosa para los obreros de la fábrica, se inició la construcción de una colonia a la que más tarde nombraron como Nuevo Río Blanco. ( Flores, p.78)
Una vez establecida la fábrica se convocó a operarios de Veracruz a venir a la ciudad pues ya se contaba con tres locales comerciales, dos pequeños inmuebles conocidos con el “casino” y la “clínica” donde se contaba con servicio médico por el Instituto Mexicano del Seguro Social, la escuela primaria “Martín Torres Padilla”, en honor a líder de los trabajadores de Río Blanco, Veracruz y 195 casas para los obreros y su familiares, las cuales fueron habilitadas en el año de 1948, cuando la empresa comenzó a funcionar. ( Flores, p.78) Catalina Valdovinos, la mayor de 7 hermanos, oriunda de Veracruz, hija de un obrero de la fábrica de Santa Rosa y enfermera de profesión, con 20 años de edad tuvo que migrar a la ciudad en busca de empleo: “cuando llegué conocí a gente muy buena en la ciudad, los doctores me querían mucho, me daban de comer y me dejaban dormir en el hospital. Así estuve unos pocos años hasta que mi hermano Checo se vino a trabajar a la fábrica y consiguió casa.”
Asimismo, poco a poco distintas familias fueron migrando a la ciudad, algunas de los distintos pueblos de Veracruz (Orizaba, Nogales, Río Blanco), pero en su mayoría gente de Santa Rosa. Muchos ya se conocían, otros tantos hicieron amistades ahí, luego surgieron romances y por ende crearon nuevas familias. La empresa cobraba la renta de los habitantes de la colonia por dos tipos de casas, las casas grandes y las casas chicas, por las primeras se pagaba la cantidad de 80 pesos y por las segundas una cantidad de 40 pesos al mes con el mecanismo de pagos descontados por nómina.
El fin de una era
En la década de 1980 la fábrica se vino abajo, cayó en quiebra por la mala administración, pues según vecinos que prefieren mantenerse anónimos comentan que “algunos obreros robaban la tela enrollándosela en el abdomen y había varias irregularidades, por eso unos meses más tarde tuvo que cerrar”. El Tecnológico de Monterrey compró los terrenos y demolió la fábrica pero la colonia quedó con la misma estructura, aunque ya con alguna gente nueva, puesto que después del cierre muchos volvieron con su familia a Veracruz y vendieron sus propiedades ya que habían subido de precio por los nuevos alrededores.
Desde entonces la colonia no había tenido muchas modificaciones hasta que el 9 de abril de 1959, cuando fue inaugurado el jardín de niños bajo el nombre de Eucario León López, en honor al dirigente sindical, quien gestionó ante el presidente de la República, Adolfo Ruiz Cortines que el centro de trabajo Acabados México de Sociedad Anónima fuera construido para los hijos de los trabajadores de la fábrica de Santa Rosa y Río Blanco.
Este asentamiento tenía límites con un predio de la fábrica que hacía esquina con la calle Del Puente y la carretera México- Xochimilco, tiempo después fue vendido y estuvo ocupado por diferentes empresas, las tres primeras se dedicaban a la fabricación de bocinas llamadas Penol, Vatio y Electrónica, y posteriormente se dedicó a una empresa de Sano Alimentos que envasaba la naranja Valencia y el jugo de naranja Florida 7 (Flores, p.185). Años más tarde este predio fue vendido al Tecnológico de Monterrey, la otra parte del predio se vendió a la empresa trasnacional Costco y a la ahora Soriana (antes Comercial Mexicana), así se perdió el área deportiva pues ahora es el estacionamiento de dichas empresas y del restaurante Toks.
Irma Reyes, hija de Francisco Rafael, obrero de la fábrica, nació y vivió toda su infancia jugando en el campo deportivo: “era un campo muy bonito, donde se hacían torneos de fútbol, básquetbol y frontón, la gente invitaba a sus familiares de Veracruz a los torneos y se aprovechaba su llegada para realizar la fiesta anual en honor a la santa patrona: Santa Rosa de Lima.”
Ante la creciente popularidad de los torneos, se realizó el primer comité que estaba en pro de la construcción de una capilla, la cual se comenzó a elaborar el 1 de octubre de 1967, así fue como años después, el 30 de agosto, se comenzó a celebrar la fiesta patronal de Santa Rosa de Lima, la cual se hizo famosa ya que fue amenizada por varias orquestas de prestigio de la época tales como la Sonora Siguaray, la Orquesta Venus Rey, la orquesta de Arturo Núñez, la orquesta de Chilo Mendoza, la orquesta de Pepe Castillo y el grupo Los Signos. (Flores, p.185)
Desde entonces hasta la actualidad cada 30 de agosto celebra a la Virgen de Santa Rosa de Lima con una misa en la mañana y otra en la tarde, la iglesia se llena de arreglos florales, los fieles creyentes contratan un grupo de mariachis y con ayuda de ellos entonan las mañanitas. Afuera de la iglesia, una vez terminada la misa, truenan cohetes y generalmente reparten tamales y atole a los presentes.
La fiesta en honor a la santa patrona es acompañada de una pequeña feria en donde los niños disfrutan jugando con espuma y huevos de confeti, y además, para los más grandes organizan un baile el cual siempre es el celebrado el sábado más próximo a la fecha.
Gastronomía
En cuánto a la comida, los habitantes de la colonia trascendieron las fronteras de su origen, repitiendo la tradición culinaria de su pueblo: la familia Rosas Ortigosa continuó con el legado de las memelas, mejor conocidas como gorditas de frijol, las garnachas y el chileatole. “Las reynas, (familia Rosas Ortigosa) comenzaron haciendo las memelas para ellos, cuando nos enteramos les hicimos pedidos porque casi nadie cocinaba eso” y “aunque las garnachas de Santa Rosa saben más buenas y son más baratas, las de ellas nos hicieron ya no extrañar tanto el sabor, la salsa es muy parecida y aunque igual las acompañan con pápalo, les hace falta la pipicha y la manteca de allá; a pesar de las diferencias buscaban mucho su comida y por eso luego ya pusieron su puesto.” comentó la señora Catalina.
“Las reynas” también venden típico chileatole de Santa Rosa, que es un atole de maíz salado, condimentado con chile, espesado con masa de maíz y consumido como sopa, se acompaña de mayonesa, carne de chito, de puerco o camarones.
A medida que pasan los años la colonia A.M.S.A ha sido testigo de nuevas generaciones, hijos y nietos de aquellos primeros migrantes que crecieron en un ambiente de presencia veracruzana. Aunque muchos tiempo después los originarios consiguieron empleos diferentes, el vínculo construido en las paredes de la fábrica se ha mantenido fuerte.
Espíritu veracruzano
A pesar del cierre de la fábrica y del paso del tiempo, la energía de aquellos primeros veracruzanos que llegaron no se ha perdido, claro que se ha transformado, pero la esencia sigue ahí, en cada fiesta patronal, en el aroma del chileatole y las garnachas en el aire, en la celebración de “La rama” y en las calles que pintan su historia.
Hoy en día la colonia es un reflejo de lo antiguo y lo moderno, las nuevas generaciones han introducido innovaciones y cambios, pero no pierden de vista sus raíces, tanto que recientemente optaron por pintar un muro de la calle principal en donde retratan el origen de este sitio, la vida en la fábrica, lo religioso y la fiesta anual. A través de las décadas ha sabido conservar y celebrar sus raíces y su herencia cultural, adaptándose a los cambios pero sin perder su identidad
Esta colonia cuenta una historia de esperanza, trabajo y perseverancia, y es un recordatorio de que, incluso lejos de casa, es posible mantener vivas las tradiciones y el espíritu comunitario. En el sur de la Ciudad de México, la Colonia A.M.S.A sigue siendo un pedacito de los pueblos de Veracruz, un pedacito de tierra jarocha anclada firmemente en la metrópoli.
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