Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Kanji Watanabe en Ikiru (1952), Akira Kurosawa
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José Enrique Monjaraz Caballero

Facultad de Medicina

Soy un hombre de 23 años que se busca la vida en el universo, como mi padre antes que yo. Estudiante, hijo y hermano, vivo en el ahora. Con gusto en todo en lo que llena de feeling cada paso de mi marcha.

El Túnel de Kurosawa

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

Atravesar la oscuridad del pasadizo existencial

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José Enrique Monjaraz Caballero

Facultad de Medicina

Siendo lineal en cada uno de sus juicios, la vida impide manipular a nuestro antojo la realidad de las cosas habidas y por haber, nuestros actos, imposibles de sucumbir al soplar del viento, ni tampoco de prevenirse con el contar de nuestros minutos, tratándose así de una sociedad con ilusión de control y complicidad, que solo algo tan fortuito como los sueños ha logrado quebrantar. 

Los deseos, fantasías y temores más profundos son afrontados con valentía y curiosidad, mismos que en los planos originales no somos capaces de experimentar. Existe hoy día un miedo casi patológico a encarar nuestra persona, de combatir el ego que nos hace creer especiales y de sacrificar la apatía mental con la reflexión del error. Todos los días resulta una lucha contra el perro rabioso que es el pasado, el arrepentimiento.

En uno de los tantos sueños de Akira Kurosawa, nos regala la interpretación de la lucha, la carnicería, la satisfacción capitalizada por el sentimiento de culpa, dolor e impotencia; de un ayer que exige e invita a la absolución propia de acontecimientos que no pudieron estar bajo nuestros términos. 

Atravesar la oscuridad de nuestro propio túnel, por primera vez confrontar cara a cara a este perro rabioso, ocasiona miedo, una huida temerosa con la constante de mirar por encima de nuestros hombros, una persecución infundada que es abrazada con el resonar de nuestros pasos como única melodía, la luz al final es una falsa certeza de protección, de término, de conclusión.

Aún fuera de su manto, en el umbral, las sombras que cotidianamente evitamos desafiar se manifiestan en forma de un solo hombre o un pelotón entero, nos recuerdan que en la vida siempre hay ecos que enfrentar, que reflexionar, discutir e incluso expiar. El resonar de nuestra propia penumbra se presenta con un paso rítmico e intimidante, solo debe ser la motivación para tomar el mando de nuestras derrotas, permitiéndonos liderar sobre aquellos pecados que no nos dejan avanzar. Una orden honesta, potente y poderosa nos permitirá ver partir con estoicismo aquellos instantes que nos conforman hoy día.

Mostrar respeto sobre aquellos que en éste, y en otros planos, han sido perjudicados con los infortunios de esta guerra a veces sin sentido, reconocer nuestras faltas, identificar que se intentó todo para no provocarlas nos vuelve más humanos, actos de compasión y cuidado que nuestras lágrimas adornan al perder nuestro plano de sustentación. 

Este perro rabioso siempre se hará presente, un continuo remordimiento hostil ante nuestra pronta miseria, que intentará agredir a nuestro espíritu en cada intento de purificación. Nuestro ser podrá sobrellevar lo impredecible y peligroso de una bestia que pareciera no estar conforme, así como plantarse firme, aún y con temor, al ataque de un pasado que requiere evidencia de un avance, de un perdón, de una resiliencia. 

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