Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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“Si el tiempo es lo más caro, la pérdida de tiempo es el mayor de los derroches”.
B. Franklin
La vida y nuestras actividades ocurren sin mayor relevancia, estamos tan inmersos en una sociedad potenciada por las preocupaciones y obsesionada con los fines, que no recorremos la vida con la intención de ser, sino con la idea de tener.
Con el paso de los días y metas conseguidas, nos vemos limitados en nuestro actuar, la monotonía se apodera de nuestros cuerpos, para solo ser parte de la mayoría y sobrevivir, dejando de lado nuestros sueños, centrándonos en una computadora, un escritorio, unos libros; resultando en una rutina estricta que poco a poco nos consume y reduce nuestros esfuerzos al conformismo.
Pero existen pequeñas pausas en la vida, pequeños momentos de felicidad en donde el transcurrir del tiempo es irrelevante, donde un momento se convierte en una mágica experiencia, porque puedes apoderarte del tiempo sin preocupaciones, sin restricciones. Todo se reduce a disfrutar por disfrutar, pero, ¿qué pasaría si encuentras el núcleo de esos instantes? ¿Qué sucedería si encuentras la manera de controlar esas pequeñas pausas y tenerlas siempre?
Yo encontré el cambio en su mirada, encontré la pausa existencial de la vida misma, ese momento explícito donde se desmorona la cotidianidad y renace un sentimiento puro de paz, de felicidad… Su mirada cálida y tierna es la representación de la divinidad misma, un escape de lo cotidiano a lo místico, una forma de salir de las reglas estrictas de poseer, para postrarse en el momento y concebir la emoción del instante.
El transcurrir de la vida es inmutable, tiene un inicio y un fin, poseer el tiempo, entonces, es de vital importancia para aprovechar al máximo los caminos y no sólo las metas, más aún cuando se encuentra un motivo para pausar y decir: “Mi vida está entre tus ojos”.
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Ahora sabes que no regresaré y ya no te duele
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Aunque el amor no mata, el final se siente de esa manera, aún así, vale la pena sentirlo