Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo
Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo
Sólo me tengo a mí misma, pero siento, cada vez que respiro, cómo el mundo entero vive dentro de mí: somos lo mismo. Soy la tierra que piso, la hierba que acaricio, soy el sol que me calienta. Si le hago daño a cualquier cosa del mundo, me hago daño a mí misma. Puedo sentir cómo grita de dolor mi cuerpo cuando empujo una piedra al vacío. Si le pegara una patada a un árbol, un escalofrío venenoso llenaría todas mis venas. Las rocas también lloran. Nada en este mundo está libre de sentimiento. El aire también envejece y muere. Un tronco caído también siente paz y alegría cuando lo abrazo. Siento que lo siente. Me transmite esa verdad. El tronco caído es igual que yo; los dos somos energía que baila salvajemente unida gracias al amor. Mi cuerpo se evapora bañando cada elemento que existe. He comprendido que cuando acaricio una cara con todo el amor que hay dentro de mí; uno a mí misma esa parte del mundo. La sangre de mis venas riega cada campo del universo. Nada puede afectarme. Sonrío indiferente ante el bien y el mal; ante las estrellas y las espinas; ante el azar caprichoso. Si me ayudas, bien. Si me hieres, bien. Estoy inmensamente agradecida con el aire que se cuela en mi interior para darme vida y sólo me siento digna de él si lo utilizo para darle mis frutos. Así como el sol me calienta cada día sin pedirme nada a cambio, así como la corriente del río fluye hacia adelante sin obstáculo que frene la finalidad de su esencia, o como aquel limonero joven que da sus frutos una y otra vez aunque nadie se los coma. Solo sé que no debo en ningún caso robar pasos que no necesito, no debo contemplar la extraordinaria movilidad en mis manos como si la mereciese sin más, si la tengo es para servir. Todo se comparte y todo es del mundo, por eso no hay nada que pueda ser poseído. Todo es amado en libertad. Nada, absolutamente nada puede ser incorporado a mis huesos. No deseo, no siento ansiedad, no compito, no quiero tener más y más. Solo hago cada acción para compartir mi amor, lento. Soy como el ave que impulsa sus alas libremente por el aire, soy como el pétalo que cae ligeramente del cerezo, soy como las amapolas que bailan de un lado a otro guiadas por la fuerza del viento, o tal vez soy como aquel manto de hojas que recubre mis pies fríos. No tengo miedo de andar por el camino de aprendizaje, equivocaciones y paciencia que necesito para sembrar unas enormes alas a mi vida, porque todos estamos rodeados de primeras veces y no hay nada más intenso que algo que te sucede por primera vez. No tengo nada qué hacer, nada qué demostrar, si me siento libre: no hay cuerda que me pueda atar. Vivo desnuda y arropada, vivo sola y acompañada, vivo libre y unida. Pues el mundo y yo estaremos enamorados allí donde el tiempo no respira.
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2 Responses
Adoré tu preciosismo ligado a la naturaleza. Las pausas mantienen un ritmo y la expresión de la sencillez de tu idea es indescriptiblemente buena. Felicidades.
Que gusto da saber que en la UNAM se forman jóvenes como la que escribió este ensayo tan sencillo pero con una extraordinaria profundidad de reflexión mis felicitaciones a Brenda campos y a todos los que participan en esta publicación gracias por compartirlo