Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Axel Ozvaldo Castro Lotzin / Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Nicté Ramírez Ruiz

Escuela Nacional de Artes Cinematográficas

Soy unx estudiante de cinematografía que aspira a contribuir al limitado catálogo de animación mexicana. Por el momento escribo y dibujo cosas. No suelo publicar mucho de lo que hago porque le tengo miedo al mundo, pero hoy me atreví, ¿verdad? Me gusta inventar criaturitas y rotar modelos 3D de hombrecillos imaginarios en mi cabeza hasta desarrollar relaciones parasociales a un nivel patológico.

El leñador

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

¿Escuchas el silbido de los árboles?

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Nicté Ramírez Ruiz

Escuela Nacional de Artes Cinematográficas

Los árboles a veces pueden ser escuchados cantando. Si prestas atención en un día particularmente ventoso sabrás de lo que te hablo. Sus voces son como un silbido en el aire, pero a veces las notas que producen son más similares a un gruñido; como el sonido de un motor que a veces se oye incluso a través de los gruesos cristales de tu casa. 

Los árboles son seres vivos, ¿lo sabías? A pesar de que nunca se mueven por sí solos, dentro de sus ramas y a través de sus troncos fluye el agua como a través de todos los demás animales, incluyéndote. Ellos sienten y respiran, y cuando los mutilas gritan de dolor. ¿No lo escuchas? Ahora mismo están llorando. No quieren morir. ¿Por qué haces esto? ¿Cuándo estarás satisfecho? 

Tal vez lo pensarías dos veces si te cuento un secreto. Todos los árboles de este bosque, solían ser como tú. Solían caminar en dos patas, con la columna erguida. Solían correr de un lado a otro, alegremente. Tenían una aldea, no lejos de aquí, así que ocasionalmente se adentraban en este que solía ser un gran campo abierto, y jugaban persiguiéndose unos a otros. Solían reír y bromear, y escalaban en las ramas de los ancianos del bosque, a quienes su presencia les traía serenidad. Nunca tuvieron problema con compartir, siempre fueron tan generosos con todas las criaturas. Los animalitos hacían sus nidos en sus ramas, y tenían a sus crías en sus huecos. Y si alguno de ellos accidentalmente rompía uno de sus tallos en su juego, ellos sólo les sonreían pacientemente. Pero la aldea creció, y esos retoños pronto crecieron, y se vieron en la necesidad de construir más casas para albergar a sus familias, y voltearon a ver a los ancianos y decidieron que sus vidas eran prescindibles, y así cayeron los gigantes. ¡Yo estaba tan triste! No pude dejar de llorar por días. Ellos eran mis amigos, y ahora sus restos cercenados formaban estructuras grotescas. Sus extremidades estaban apiladas unas sobre otras y unidas por piezas afiladas de metal. Golpeados y tallados como vil piedra. 

Los de tu clase sólo entienden de empatía cuando han sentido en carne propia lo que es estar en el lugar del otro. Sólo comprenden el dolor cuando lo han experimentado. Quizás fue ridículo pensar que podría razonar contigo. ¡No! No llores. No eres un monstruo, pero no tienes sentimientos. Esta era la única forma en la que podrían haber terminado las cosas. 

No te preocupes. Yo te haré entender. Y quizás no vuelvas a caminar en dos patas, pero mira el lado positivo, desarrollarás una conciencia. Aprenderás a compartir y a ser generoso. ¿No es eso mucho más valioso que cualquier otra vida que pudieras haber vivido?

Mírate. Eres hermoso. Tus brazos ahora se extienden majestuosamente hacia el cielo. Olvidarás muy pronto todo lo que dejaste atrás cuando experimentes la belleza desde tu nuevo hogar. Seguro que ahora puedes saber de lo que te hablaba. ¿Lo escuchas? Es ese canto que vocifera el viento al chocar contra tus ramas. Es como un silbido en el aire, pero las notas que produces… ¿Son más similares a un llanto?

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