Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Van casi 2 meses desde que estoy atrapado aquí y no logro comprender por qué no salgo de este ciclo. Ahora mismo he destinado mis días a analizar y ver múltiples posibilidades de lo que me falta por hacer. A pesar de que llevo el registro de los días, realmente no me he detenido a observar mis apuntes previos, quizás yendo dos pasos para atrás pueda ser más claro en cómo salir de aquí…
Día 0 (13 de junio): Sonó la alarma aproximadamente a las 8:00 de la mañana, me levanté con la llamada de Alicia, mi hermosa novia con la que llevaba ya dos años y medio en una relación muy bonita, sin duda, con quien pasaría el día de hoy. Cuidé cada detalle al arreglarme, desde planchar correctamente mi ropa, oler bien o cepillar hasta 3 veces mis dientes, me revisé múltiples veces antes de salir de casa y emprendí rumbo para verme con ella; después de caminar por un rato llegué a Plaza Andamar, donde a menudo nos reuníamos a ver alguna película juntos, a comer o simplemente a pasar tienda por tienda sin comprar algo en particular. Ese día nos habíamos puesto de acuerdo para ir a desayunar, por lo que al llegar y visualizar el menú pedimos el platillo favorito de ambos: unos chilaquiles en salsa roja, los suyos con pollo y los míos con un poco de carne. Mientras estábamos comiendo platicamos un poco y nos pusimos al día pues llevaba aproximadamente un mes que no teníamos una salida. Hablamos sobre cómo estábamos llevando las vacaciones, cómo nos sentíamos para entrar a la universidad, entre otros temas con amigos y familiares. Siendo sincero durante la conversación la notaba rara, un poco incómoda, como si estuviera ocultando algo, por lo que al acabar de comer le dije si pasaba algo y aunque en un principio negó que sucediera algo, no tardó en decirme que lo habláramos en otra parte. De esta forma nos acercamos a unos sillones que se encontraban en la plaza y comenzó la plática que hasta el día de hoy recuerdo con sumo detalle. Antes de comenzar a hablar le di un suéter beige que le había comprado un par de semanas atrás y que sabía que le gustaría pues ama ese color. Ella al recibirlo me abrazó y me dijo: “¿Por qué haces eso?”, a lo que yo confuso respondí: “¿Qué es lo que hice mal?”
De ahí ella me comentó que le encantó el suéter y que se sentía mal porque yo con frecuencia le obsequiaba regalos y ella no lo hacía de la misma manera. Al oír esto le dije que si le obsequiaba cosas no era para que me quisiera más o porque esperaba recibir algo a cambio ni mucho menos, sino que era para hacerle saber que cada una de las cosas, por más pequeña que fuera, era el reflejo de todo lo que me recordaba a ella. En ese momento ella comenzó a llorar, me dijo que se sentía mal pues a ella no le nacían esas acciones y arrancó a contarme todo lo que se había guardado hasta ese día.
Inició contándome lo difícil que le había resultado llevar la relación con distintos compromisos que ella llevaba y que temía que empeorasen cuando ingresáramos en la universidad, pues sentía que se estaba alejando y que había dejado de responderme tan seguido, y en sí, había dejado de estar al pendiente de cómo me encontraba. De ahí continuó expresando que no quería estar más en la relación por el daño que le hacía lastimarme y que no se podía comprometer en lugar donde realmente no estaba poniendo tiempo, ni esfuerzo.
Al escuchar sus palabras me quedé pasmado por unos segundos, segundos en los que vi pasar todo lo que habíamos vivido hasta ese momento y súbitamente todo terminaba. Sin quererlo, me dispuse a decirle que si ella estaba bien con esa decisión, la respetaría y me haría a un lado, nos quedamos platicando un par de horas hasta que decidimos ir por un pedazo de papel para secarnos las lágrimas que habíamos derramado.
A continuación decidí acompañarla a casa a la par que charlábamos sobre qué nos había parecido la relación, y sobre qué íbamos a extrañar el uno del otro. Al final prometimos no hablar por un tiempo hasta que ambos nos encontráramos bien para hacerlo. Llegamos a su casa y una vez en la puerta nos abrazamos y desde ese momento supe que sería la última vez que la vería (al menos eso creí) por lo que fue el abrazo más largo que le he dado a alguien en mucho tiempo. De camino a casa comencé a llorar en el transporte y no paré aún cuando llegué a casa. Tuve que dejar de llorar pues mi madre había llegado y no quería preocuparla, aun cuando ella sabía lo que ocurría, ella se limitó a decirme que todo estaría bien. Me preparé para dormir, me puse mi pijama, me cepillé los dientes y vi que había dejado mi papel con el que me había secado las lágrimas esa misma tarde, por lo que lo guardé en un pequeño cajón al lado de mi cama para a continuación tratar de dormir.
Día 1: Sonó la alarma aproximadamente a las 8:00 de la mañana, y yo estaba sin fuerza alguna para poder levantarme, así que decidí dormir otro poco, cuando de pronto recibo una llamada y al observar el celular era Alicia, me dejó perplejo, pues habíamos quedado que no hablaríamos y al contestar me sorprendió escuchar las palabras que había mencionado el día anterior, en consecuencia al terminar la llamada revisé el calendario y me di cuenta que era ¡13 DE JUNIO! Me quedé por horas pensando que quizás lo que había pasado fue una pesadilla. Me preparé y fui corriendo hacia la plaza solo para darme cuenta que todo estaba sucediendo justo como en la pesadilla, así que decidí llevarla a comer a otro lado y ya no platicar en los sillones en los que estuvimos, pero más pronto que tarde me daría cuenta que esto no serviría para nada, pues solo cambió el lugar, pero no todo lo que platicamos y la manera en que terminaba la relación.
Día 2-7: Traté de distintas formas de manipular el resultado que implicaba mi salida con Alicia. Intenté cambiar el lugar donde nos reunimos y nada cambió, intenté cambiar el tema y nada cambió, intenté decir ni una sola palabra mientra estábamos juntos y sorpresa, ¡nada cambió! De modo que en el día 6, después de llegar a casa y patear varias cosas en mi cuarto me percaté cómo caía el papel de mis lágrimas y se posaba en el suelo, creando en mí la idea de que en el baúl podía guardar cosas que no se borrarían aun cuando se reiniciara el día. Este dato lo pude confirmar el día 7 cuando al dejar una nota, vi que prevaleció aún habiendo pasando la noche. En ese punto fue cuando comencé mis anotaciones y observaciones para llevar los días que llevaba en el bucle y probar todas las combinaciones del día en que terminó mi relación con Alicia.
Día 8-29: Durante estas 3 semanas probé hasta el cansancio modificar todo lo que estaba (incluso lo que no) en mis manos, desde la hora en que nos veíamos. la ropa que llevaba, el tiempo en que comíamos, entre más cosas, que llegó un punto en el que me sabía de memoria los carros que pasaban cuando iba de camino, los platillos de cada menú al que iba y cada palabra que ella decía repitiéndose una y otra vez, doliendo cada vez más conforme pasaban los días. Hasta que llegado el día 29 finalmente colapsé y decidí contactar a mi amigo Yael, al que decidí contarle todo (no le conté lo del bucle, pues pensé que creería que estoy loco). Yael al escucharme me dijo que lo mejor quizás sería distraerme y hacer otras cosas que me gustaran, para al menos no pensar en ella por un rato.
Día 30-49: Durante este tiempo apagué mi celular todo el día y decidí leer, leer historias que me permitieran evadir la realidad tan ingrata que estaba viviendo, esa realidad a la que lastimosamente ya me había acostumbrado. Me acerqué más a mis amigos que, aunque nunca abandoné, los dejé de lado. Entonces pude conocer más acerca de ellos y convivir más. Hasta cierto punto y sin conocer la razón, comencé a sentirme mejor, hasta que llegado el día 49 mi madre hizo algo que no había hecho durante todo el tiempo que llevaba registrando mis días. Se sentó conmigo y me mencionó que durante meses anteriores me había visto mal, cosa que me extrañó, pues ella no sabía del bucle y al menos yo pensaba que era feliz, a lo que mi madre me preguntó: “¿Cómo está Alicia? ¿Siguen juntos?”. La verdad, no supe qué decirle, y le tuve que mentir diciendo que estábamos perfectamente bien, me vió incrédula y con una confianza que sólo ella sabía transmitir afirmó: “Ya no están juntos ¿Cierto?”. Entre lágrimas le expresé mi sentir, a lo que ella respondió dándome un abrazo y diciéndome unas palabras que jamás olvidaría:
“Mi Gus, esto puede ser el inicio de algo bonito, yo sé que tú la amabas y que diste todo por ella, yo te podría decir mil cosas sobre luchar por ella y que el amor lo puede todo, cuando en realidad muchas veces no es así. Qué bueno que hayas respetado su decisión pues es totalmente válido no seguir en la relación, muchas veces irse se vuelve un acto de amor cuando las cosas no funcionan y aceptar una decisión sin querer cambiarla, nos hace aceptar mejor a la persona que amamos. Muchas veces puede ser doloroso, porque te enfrentas a la realidad de lo que es y ya no será, y a pesar de ello, entiendes que no tiene por qué ser insoportable. Hay cicatrices que duelen, pero que con el tiempo sanan y te forman como alguien nuevo y quizás ese día encuentres el camino que te haga estar feliz con tu decisión”.
Le dí un beso a mi madre y después de decirle cuánto la amaba abrí mi libreta con mis anotaciones y empecé a idear un nuevo plan.
Día 50: Estamos donde comencé esta travesía, y mi objetivo a partir de ahora es darme cuenta cómo es que viví el último tiempo en la relación. Al recordar, ya conocía que no estaba bien con Alicia, sin embargo, me aferré a la idea de que quería formar una vida con ella, que esperaba que cambiara sus actitudes, que el día en que terminamos no fue un evento que pasó por primera vez, pues ya habíamos tenido pláticas para tratar de arreglar las cosas y simplemente no funcionaron y yo, en un bloqueo mental no vi que nuestra relación ya hace tiempo que había dejado de funcionar. No vi que solo habíamos aplazado algo que tuve tanto miedo de enfrentar y siempre le agradeceré por haberlo hecho ella, terminar la relación. Ahí me surgieron otro mar de dudas, pero que con apoyo de mis amigos, pero sobre todo, con mi mamá, comprendí que había cosas que no eran mi culpa, que hice todo lo que estuvo en mis manos y no podía culpar solo a ella o a mí. Entendí que lo que pasó en la relación era de los dos. Comprendí que a pesar de los múltiples consejos de amor (“amor es hacer, no hacer, es esto y aquello”) el amor estaba en todo, mi familia, amigos, pareja y siempre mientras estuviera bien con ellos, yo sabría cómo amar y poder ser feliz con ello.
Día 51: Sonó la alarma aproximadamente a las 8:00 de la mañana, me levanté con la llamada de Alicia, mi hermosa novia con la que llevaba dos años y medio en una relación muy bonita sin duda, con quién pasaría el día. Sí, decidí repetir ese día como el día en que empezó todo, pero decidido a que las cosas pasaran como tenían que pasar. Una vez que llegó la conversación que me atemorizó por tanto tiempo, pude acompañarla a su casa y mi despedida fue agradeciéndole todo lo bonito que habíamos vivido, que jamás odiaría a la persona por la que tantas veces yo fui a dormir feliz, con el que sería nuestro último abrazo. Ya no sentí dolor, ahora era un sentimiento de alivio y paz sabiendo que era una parte de mi pasado me vería sorprendente,de haberla dejado ir de esa manera, por todo lo que sentí por ella, que lo seguía sintiendo, pero ese amor que tenía había cambiando de forma y se volvió gratitud infinita hacia ella. Lo sabía en mi mente desde el día 0, pero mi corazón lo supo hasta el día 51, ella ahora sería una amiga y estaba bien con ello, porque a pesar de las dudas que tuve. Ella quiso estar conmigo y me amó, como yo siempre quise estar con ella y la amé.
Llegué a casa y dejé mis libretas como lo hice durante tantos días anteriores, para que luego de tanto tiempo, pudiera dormir tranquilo.
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