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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Marian González

Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Acatlán

Estudiante de derecho con una visión poco pragmática

Del octavo arte y la condena

Número 8 / ENERO - MARZO 2023

¡Qué más da si la dicha o el infortunio nos pertenecen!

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Marian González

Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Acatlán

Al ser humano le repele la idea de pensar que algo va más allá de su entendimiento, como sucede en la mente de un artista donde hay un cúmulo de casualidades que dan rienda a su trayectoria. A veces tener mucha libertad genera terror, incertidumbre y sufrimiento, es por ello que alumbramos la esperanza de saber que existe una fuerza guía. Y en el plano material, buscamos algo de piedad que nos confiera la habilidad de atisbar todo con el alma serena.

Cada día de nuestro paso por la vida nos ha enseñado que las alegrías y los placeres, incluso cuando se obtienen, son engañosos. No otorgan aquello que prometieron en nuestra mente, tampoco apaciguan el corazón definitivamente. Como si su posesión se amargara.

Por su parte, el dolor y las penas son reales y sensitivamente superiores a las expectativas. ¿Sería prudente cambiar el panorama y fundar la meta sobre el dolor y no sobre nuestro bienestar? Pero querido lector, no hay que confundir esta idea con la arraigada tendencia de creer que ser merecedor de algo implica atravesar los círculos del infierno. De tal forma que hubiese un precio por todos los placeres de lo terrenal.

Admitir que la libertad no tiene sentido, sino una estrecha relación a un destino limitado, significa que no se trata de vivir lo mejor posible sino de vivir lo más posible. “The power to create happiness” es apenas una pequeña composición de palabras que engalanan el glorioso discurso de Charles Chaplin en The great dictator, el cual envuelve la clave para responder a la necesidad del espíritu, ante la carencia de fe divina, pues cada individuo se convierte no en una divinidad sino en la más pura muestra de humanidad.

El humano ha cortado la cabeza del uróboro. Sus decisiones son suyas, su vida le pertenece y las causas finales de su conducta las posee. El ser simplemente es, sin nada escrito y con millones de posibilidades ante unos ojos bien abiertos, a la expectativa de cualquier cosa. Lo que sea que suceda será sorprendente y la luz se enciende con realce.

El destino es como proyectar una película que describe con imágenes, ritmo, movimiento y estructura, ¿quién en su sano juicio preferiría describir con el razonamiento cuando se tiene todo eso? Nada puede superar tal experiencia sensitiva.

Y así contemplamos el Octavo Arte, que Ricciotto Canudo omitió porque aventaja en sustancia. Hay que comprender que la creación es la máxima de la imitación, es decir,  parir una vida que aún no transcurre pero instruye, como si de una receta se tratase. Ofrece una idea de qué hábitos, conductas o acciones adoptar para alcanzar la meta y contar con la noción casi divina de hornear. Cosa distinta a tener todos los ingredientes dispersos para crear un pastel, sin la más mínima noción de su preparación.

Es así como cada individuo se condena. Unos a despojarse de la absurda idea del destino para llevar una vida de asombro porque nada, absolutamente nada, es cierto; otros abrazan contra su pecho la idea del destino para llevar una vida de ligereza. Cómo culpar a los que desean quitar tan estorbosos artilugios sobre sus ojos, ¡por piedad, exigen los rayos de sol sobre sus córneas!, y cómo culpar a quienes necesitan un delgado filtro de protección contra los rayos ultravioleta. Que el ser humano haga su voluntad, así lo ordena la voluntad de Dios.

¿Qué quise transmitir?

Todos hemos vivido pequeños episodios, en nuestra cotidianidad, que nos hacen preguntarnos si lo que acaba de ocurrir o no es obra de algo superior a nosotros. Y al comunicarlo es probable que seamos tachados de locos e insensatos, pero, ¡qué más da, si la dicha o el infortunio nos pertenecen!

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