Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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CREDITO: Italo forti de HUMAN
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David Rivera Torres

Facultad de Filosofía y Letras

David nació en Ecatepec, Estado de México en diciembre del 1998. Su padre fue obrero y su madre una mujer artesana que le enseño que es posible dibujar otros mundos, con otros colores, con otras texturas. De pequeño descubrió que tenía una gran pasión por moverse y contonear el cuerpo de un lado a otro. Para él la pista de baile es el lugar del encuentro, del festejo y de la libertad. David es pedagogo en formación, su lugar favorito es la universidad, su escritora favorita es Cristina Rivera Garza, es capricornio y su sueño es poder volar.

Dejarla volar

Número 12 / ENERO - MARZO 2024

¿Habrá algo peor que ese duelo?

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David Rivera Torres

Facultad de Filosofía y Letras

Mamá me ha hablado de su reciente amistad con la muerte. Se hacen compañía a ratos, caminan juntas por las tardes y al caer el sereno se despiden sin saber cuándo será su próximo encuentro. La muerte es su vieja conocida, desde muy joven tuvo que ser amable con ella y  estrechar su fría mano. 

 

Su presencia latente la acompañó en el incendio de su casa de la infancia en la colonia Agrícola Pantitlán, en aquel accidente automovilístico camino a Nahuatzen Michoacán y por supuesto, en el terremoto de 1985 mientras estaba postrada en una cama del Hospital General Francisco del Paso y Troncoso, sintiendo angustia y dolor. 

 

Pensar en el viaje sin retorno que mamá emprenderá con la muerte algún día, me moviliza. Me lleva a pensar en otras rutas, en otros destinos, en una lista de pretextos para aplazar su partida.

 

En mi madre hay cansancio y ganas de tomar su vuelo, ¿por qué tendría yo el derecho de esconder bajo mi cama su pase de salida? Estaré junto a ella en la sala de abordaje, cargando su equipaje y escuchando atentamente los altavoces que anuncian los próximos despegues.

 

Disfrutaré cada uno de los minutos de la espera, la miraré, la abrazaré y le pediré consejos para mi vida sin ella. Cuando ya se encuentre sobrevolando más arriba de las nubes, la llamaré para poder escuchar una vez más su voz. Que nadie me diga que es probable que su celular y su corazón ya se encontrarán apagados.

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