Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Marisol León Díaz

Facultad de Ciencias

Mi nombre es Marisol y estudio Matemáticas en la Facultad de Ciencias. Me gusta hacer deporte, leer y jugar videojuegos. Hace poco retomé la escritura y me gustaría compartir mis ideas con la comunidad.

Crónica de un duelo

Número 17 / ABRIL - JUNIO 2025

Sin embargo, volví a sonreír, volví a amar

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Marisol León Díaz

Facultad de Ciencias

“Perdóname”, dijo una tarde de septiembre antes de marcharse.

Mi mundo, al igual que el cielo, comenzó a derrumbarse.

Mi padre me encontró caminando bajo la lluvia, pero un regaño por su temor a que me enfermase no fue importante. Ya nada lo era.

Los colores desaparecieron en el horizonte y quise que el dolor también lo hiciera, gritando, llorando y destruyendo todo al ritmo de una desgarradora voz, acompañada por una triste melodía.

En la música encontré el reflejo de mis sentimientos, pero eso no me daba ningún consuelo.

Fallé en todo lo que intenté. En todos los poemas le encontré, y aquellos recuerdos que eran motivo de mi mayor felicidad, se convirtieron en mis peores pesadillas.

Mis músculos se tensaban cada vez que me movía, mi voz se iba cuando hablaba, y mi respiración se detenía en cuanto creía encontrar entre la multitud su cara.

Los lugares que no recorrimos, las series que no vimos, los videojuegos que no terminamos y los eventos que no compartimos por las noches, me susurraban aquello que pudo ser.

Devoré todo lo que encontré, pero nada llenaba el vacío. Yo habría dejado que se destruyera el universo completo, con mis propias manos me encargaría de arrasarlo, por alguien que no explicó sus motivos cuando me dejó en medio del vacío. 

Sin embargo, volví a reír, salí de viaje, paseé con mis perros, fui de fiesta con mis amigos, hice proyectos con mis maestros y contemplé el amanecer en diferentes lugares. Descubrí artistas, establecimientos y juegos, conocí personas increíbles, e hice muchas cosas por primera vez. Pero no podía evitar pensar en que esas canciones le gustarían, en que deberíamos haber ido a esas cafeterías, en que quería platicarle la trama del libro que estaba leyendo, en que le agradarían mis nuevos amigos y en que me habría gustado que esas primeras veces fueran a su lado. 

Porque el mundo siguió igual, indiferente a mi dolor y el tiempo nunca se detuvo. Eso fue un horrendo recordatorio de que aquello que me había desgarrado tanto por dentro, aquello que me había destruido y perdido en una espiral de autodestrucción solo importaba para mí. 

Intenté que tampoco me importara, intenté dejarlo ir, intenté salir con otras personas, pero nada hacía que dejara de ver su rostro o pronunciara su nombre en la oscuridad. ¿Cómo podía la persona responsable de mi miseria vivir feliz? ¿Cómo podía ser yo sólo un recuerdo en su vida, mientras que ella lo era todo en la mía? Yo no esperaba que me dejara, y una vez que lo hizo, no creía poder volver a sentir algo de nuevo, además de tristeza, culpa, desesperación y arrepentimiento.

Pero resulta que el amor tiene muchas facetas que yo, en mi dolor, había olvidado. Hubo quienes me escucharon una y otra vez hablar de lo mismo y no me juzgaron, otros se unieron a mí contando sus tragedias, algunos simplemente me dieron un abrazo y la amabilidad de los que me rodeaban me reconfortaba. Olvidé que el amor se manifiesta de diferentes formas y que puede venir de diferentes personas, y entonces descubrí que aquel sentimiento que creí haber perdido había estado siempre ahí: En volver a casa junto a mis amigos, en ver películas con mis amigas, en el apoyo de mis maestros y en el ambiente de compañerismo que hay en el deporte que practico. El amor se encontraba en el café que ocasionalmente alguien me compraba, en el desayuno que siempre prepara mi padre y en los chocolates que a veces trae mi madre, en las palabras de aliento de mis compañeros antes de un examen, en los amigos que me invitaban a sus reuniones, en mis amigas regalándome libros y flores. El amor estaba en cada “esto me hizo pensar en ti” y no lo había notado porque ni siquiera yo estaba pensando en mí. Entonces alcé la vista y descubrí que el mundo no se había acabado y volví a sonreír, porque vivimos en un constante cambio, la gente viene y va, por eso los pequeños momentos son importantes y al final, la única persona a la que debes temer perder es a ti. 

Y entonces, en una mañana de febrero, se grabó en mi memoria la sonrisa ligera y los ojos suaves que, sin darme cuenta ni pedirlo, hicieron sentir cautivado a mi corazón, una vez más.

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