Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba
Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba
¿A dónde van las miradas que un día partieron? ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón?
Silvio Rodríguez
Esta historia, que espero sea encontrada y también leída, es contada en tiempo presente, pues aunque esto sucedió hace ya pocos años, me parece que la mejor forma de darla a entender es contándose como si tuviera lugar en este preciso momento. No hay otra forma en que las personas se interesen por la literatura, más que como señales de advertencia. Por eso, contaré la primera conversación que tuve con mi abuelo desde su triste desenlace con nuestra familia.
Este lugar me trae algunos recuerdos, es como si toda mi vida estuviera aquí, volteo a todos los lados posibles y solo encuentro más recuerdos llenos de felicidad, mas no de nostalgia. No siento aflicción alguna, no hay sentimiento de tristeza y entre más avanzo más olvido el significado de esta palabra.
Crucé un umbral que la verdad no entiendo qué hace ahí, pues es lo único que hay en este vacío, sin embargo, pasando éste mismo empezaron a aparecer personas, desconozco su nombre, ninguno es cara conocida, solo escucho voces, voces que no parecen estar del todo contentas, lucen preocupadas podría decir yo. Me acerco a una de tantas personas para preguntar mi paradero y qué es lo que los tiene tan angustiados, pero justo antes de lograr este cometido, una voz fuerte me detiene, una voz retumbante que, aunque nadie voltea a ver su origen, saben que se escuchó. Es mi abuelito.
Sin hacerle caso a la lógica corro a abrazarlo, acompañado de un llanto fuerte pero silencioso (tal como él me enseñó a desahogarme). Tengo tantas preguntas que hacer pero todas son irrelevantes en este momento, no obstante, como leyéndome la mente me separa de su pecho, sabiendo que aunque es un momento inquebrantable y hermoso, debe contestar todas mis interrogantes.
–Abuelito, ¿qué es lo que ocurre y qué es este lugar? ¿Dónde está mamá y por qué no vienes con nosotros?
–Este lugar es el que tanto los hombres habían soñado y temido, hijo.
–¿Cómo puede ser eso?
–Verás, ¿has escuchado ese dicho de que la fe es ciega? Bien, pues no es del todo verdad, toda fe viene acompañada de un poco de duda e ira. La Iglesia, aunque bien conocida por inculcar esa fe a todos nosotros, no sabe si es verdad que existe este lugar. Todo ateo y todo cristiano tienen algo en común al momento de morir: ambos temen qué será de su alma. Comienzan a rezar con cualquier oración que se les ocurra en el último momento, todo esto con total intención de salvar sus propios corazones. Así bien, estando aquí puedo decirte que este lugar es verdad, hijo mío, desconozco lo que haces aquí y por qué tan a temprana edad, pero soy yo el que debe decirte que estamos en el Purgatorio.
Ante estas palabras finales doy dos pasos atrás, lo miro a los ojos suplicando que se arruguen seguido de una sonrisa diciéndome que todo es una broma, una broma de mal gusto. Más solo puedo ver una mirada fresca y seria, completamente serena, como si la noticia hubiera sido una más de tantas que él me contaba cuando era chico.
–¿Es real? ¿Cómo es que estoy yo aquí?
–Es real, pero la segunda pregunta no sabría responder, no tengo ese conocimiento, aunque desde aquí podemos ver todas las vidas humanas, en estos días todos nosotros, los purgados, estamos observando el mundo que los rodea, el cómo se ha ido apagando mientras la luz negra de Pandora sale a hacerse escuchar. Es la desesperanza, hijo mío, la desesperanza que todos allá están teniendo y provocando. Tantos sismos, pobreza, sequías, incendios, guerras, clasismo, racismo, machismo, todo al unísono, todo esto solo hace que se escuchen las míticas trompetas del final. En Tierra temía por mí y por lo que me pasaría al dejar ese mundo, ahora aquí, temo por lo que le pase a nuestra familia, este caos mundial nos sentencia a nosotros también. Es aquí, en este lugar, donde nos vemos obligados a dejar nuestros pecados y temores, pero es tanto el desbalance de nuestro hogar que me siento condenado en este Purgatorio. No es culpa mía ni de generaciones pasadas este desastre, no les heredamos la extinción, ustedes solos la provocaron.
–Abuelo, ¿hay algo que se pueda hacer para ayudar a los que aún pagan sus penitencias en vida?
–No, la tierra no es lugar de hombres, es un lugar infestado de ellos, el Purgatorio entonces se encarga de hacérselos saber, cada hombre que llega aquí vive todo lo que en su momento fueron pecados, aquí los castigan por ello, alejándolos de Dios. Tal vez este no es el lugar del cual todos los hombres cristianos temen, pero sí es un lugar que te aleja de nuestro Dios, o acaso dime: ¿crees que Dios es un hombre blanco, alto, bien parecido, con cuerpo bien definido y ojos de color? No imaginamos a Dios a nuestra imagen y semejanza, lo imaginamos al estereotipo de hombre perfecto actual, y eso, aunque no lo creas, nos hace restar oportunidades de estar a su lado descansando en paz. Escúchame, hijo mío, deja que los hombres se maten entre sí, tal vez así entiendan que somos basura cósmica dejando toda nuestra existencia a un Dios que según ellos debe perdonar, porque ese es su trabajo. Luego terminaré de hablar contigo, por ahora ponte cómodo y bebé este té conmigo, que el principio de tu existencia acaba de comenzar.
Por Armando Arteaga
Cuatro pasos infalibles para lograr la misiva perfecta
Por María Esther González Paredes
De las fronteras entre el cuerpo, el otrx y el universo
Por Diana Laura Yáñez Toro
Sobre el amor a las abuelas y las amistades que duran toda la vida
2 Responses
Muy bueno,mezclado trozos de realidad e imaginacion pienso yo.
Y me pregunto lo mismo a donde van las miradas…..?
Muchas felicidades .
Emilio Alejandro Carrillo Alfaro
Ay Emilio me encanta tu sensibilidad y al haberte inspirado un poco en mi papá me haces recordar momentos muy tristes pero te agradezco que nos compartas un cachito de tu corazón y tu sentimiento.