Escuela Nacional Preparatoria Plantel 8 Miguel E. Schulz
Escuela Nacional Preparatoria Plantel 8 Miguel E. Schulz
Estaba leyendo mi libro y le decía Luis Cardoza y Aragón a Juan Soriano: “Para saber del crimen tienes que cometerlo, para saber del mal, ser el diablo”, y fue ahí donde me acordé de mi crimen silencioso, tan delgado y rojo que en el mundo de los mortales se definiría como “cortarse”.
Es un crimen porque separé mi piel, junté una hoja filosa con mi piel, violé la naturalidad de mis brazos; sé que es el crimen perfecto porque yo lo cometí. Sé del mal porque soy el diablo, mi propio diablo; me susurro cosas antojables como el deseo inequívoco de agarrar cúter azul, la fugaz fuerza al deslizar la navaja sobre mi pequeño brazo, deseo tanto el experimentar la sensación cosquilleante de la fina cortada y deleitar mi vista con el espectáculo de las pequeñas gotas de sangre que salen de la delgada separación de mi piel. Enloquezco al ver el pedacito de papel lleno de sangre, no por una sola cortada sino por varias, tantas que ni las cuento, solo siento el brazo adormecido y lo veo rojo, un rojo chispeante, me encanta ver mi crimen realizado estupendamente, ¡pero espera!, me falta cometer el mismo crimen en el otro brazo.
Al bañarme no corro peligro, con el agua no se destapa mi crimen, solo me gusta ver cómo las gotas de agua caliente corren sobre las finas cortadas, para alguien cuerdo sería como ver un aguacero que empapa un bosque, ese es el equivalente.
Como todo crimen, se va borrando y quedando en el olvido así que tengo que volver a cometerlo para que esté siempre fresco. Este crimen dirigido por mí, el diablo, ya se volvió un vicio, no puedo dejar de hacerlo pero como se me acaba el terreno donde hacerlo, bajaré a mis piernas donde hay más campo para seguir con este crimen.
***
Después de tantos años, pude encontrar la respuesta al “¿por qué lo haces?”, y me doy cuenta de que ahora no se me antoja volver a cometer aquel crimen. Mi mente y cuerpo ya se volvieron el Tíbet y no un terreno lleno de delitos. Como todo santuario donde reina la paz, mi propio Tíbet por fin quedó listo para habitarlo después de 3 años de crímenes atroces.
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