En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Clement percheron
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Frida Beatriz Ponce Rojas

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Los días grises: una carta a la tristeza

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

Tengo que aprender a llorarte mejor y volver a casa

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Frida Beatriz Ponce Rojas

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Enigma mío, muerte lenta y melancolía eterna, similar al estado que agoniza. Me siento incapaz de salir de aquí, tal parece que la tristeza es egoísta conmigo, me arrebato a mis amigos, me arrebato el sueño y la ilusión, me arrebato todo la condenada, me dejo dentro del abismo. Siento que el tiempo avanza rápido y yo cada vez camino más lento, mi vida huele a soledad, mi cuerpo pide ayuda, pero mi mente la absorbe y me quita las fuerzas para poder externar mi sufrir… déjame un ratito, ¿qué no ves lo mal que me tienes?

Suéltame, llevo media vida condenada a tus espaldas, me arrojas contigo a la miseria, concédeme el don de volver a reinventarme, dame un poco de alivio, tengo sed de felicidad y deseo de alegría, la tristeza acaricia mi alma desde el pelo hasta los pies me envuelve en un manto de pensamientos vagos, me sumerge en la inquietud y en la desesperación, le he perdido la fe a todo mi alrededor.

Ojalá entendieras lo sola que me siento y tuvieras piedad de mí. Apareces desprevenida, sigilosa, a cada rato, especialmente cuando me quedo a solas conmigo misma, cuando más feliz me siento llegas y de nuevo me quitas la esperanza, no puedo superar el dolor porque no he podido desprenderme de mis miedos, tengo que aprender a llorarte mejor y volver a casa.

Cada vez me duele más el alma y me pesa la razón, incapaz de mover un solo dedo, perdí el sentido del amor, del sarcasmo, me perdí y probablemente nunca vuelva a ser yo; así lo siento. Parece que te llevaste todas mis formas de ser, parece que nunca te irás. En el fondo quiero pensar que sólo es una etapa y que me irá mejor, quiero pensar que no será siempre así.

Después de todo, somos tú y mi alma degollada, mi mente sobreviviente y mi cuerpo al que bendigo con el que lucho día a día contra tu insaciable forma de aplastarme en silencio, bendito aquel que nunca ha de conocerte, espero que hagamos las paces y no seas tú quien me lleve a contemplar mi cuerpo hecho un cadáver por no hallar nunca más la salida.

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