Facultad de Ingeniería
Facultad de Ingeniería
Desde que somxs pequeñxs, y aunque quizá no a todxs, se nos contó que el amor es entrega incondicional, sacrificio y, muchas veces posesión. Escuchamos que el amor lo justifica todo, que quien ama aguanta, que los celos son una prueba de interés y que amar es estar dispuestxs a dar sin medida. Nos enseñan que el amor “verdadero” solo existe en la pareja y que encontrarlo debería ser nuestro mayor objetivo. Pero, ¿y si todo esto es solo un mito?, ¿si el amor, en lugar de atarnos, nos permitiera ser libres?, ¿si en lugar de depender del otro, nos enseñara a elegir, a soltar y a cuidarnos? Amar no debería significar renunciar a nuestra esencia, ni tampoco permitir daños en nombre del cariño. Hay amores que salvan, sí, pero también hay amores que duelen, que desgastan y que, lejos de hacernos crecer, nos apagan. Y, a veces, la mayor prueba de amor que podemos darnos a nosotrxs mismxs es alejarnos de aquello que nos destruye.
No es aguantar, es aprender a decir no
Mi amor no es sacrificio infinito, ni poner las necesidades del otro siempre por encima de las propias. Es cierto que amar implica dar, pero no significa ceder hasta desaparecer. Uno de los mayores desafíos en el amor es entender que poner límites no es falta de amor, sino todo lo contrario, es una manera de cuidar y de cuidarnos. Nos dijeron que amar significa aguantar, ceder y siempre estar dispuestxs a dar más, aunque no estemos de acuerdo en ciertas situaciones, esto nos deja agotadxs y desconectadxs de nuestras propias necesidades. Pero, ¿qué pasa cuando ese “todo” nos resta?, ¿cuándo el amor deja de ser refugio y se convierte en un peso que cargamos?
Desde la psicología se ha demostrado que las personas con dificultades para establecer límites suelen desarrollar relaciones codependientes, donde el bienestar propio queda excluido en favor del otro. La terapia cognitivo-conductual trabaja en la identificación de patrones de pensamiento que nos hacen sentir culpables por decir “no”, y ayuda a reformular la idea de que los límites son un acto de amor propio. Decir “no”, no significa rechazo, sino honestidad. Es poder expresar hasta dónde queremos llegar sin sentir culpa, entender que una relación sana no exige sacrificios hasta el punto de perdernos a nosotros mismos. Amar con límites es establecer acuerdos claros, comunicar lo que nos lastima y alejarnos cuando es necesario. Mi amor es mío antes que el de alguien más, no es sumisión ni desgaste, es respeto por lo que soy y por lo que necesito, es amor por mí.
No es propiedad, aprendamos a soltar sin perder
Mi amor no es una jaula, ni un contrato de posesión. Se nos ha hecho creer que amar es poseer, que cuando alguien nos ama nos pertenece. No debería ser una prisión, una relación basada en la posesión y el control nos aleja de lo más esencial: la confianza, la libertad y la capacidad de elegir al otro de una manera genuina. Desde la teoría del apego en psicología sabemos que muchas de nuestras conductas en el amor provienen de experiencias tempranas. Si crecimos en un entorno donde el amor estaba ligado a la ansiedad o al abandono, es probable desarrollar miedo a soltar. Sin embargo, el apego seguro se construye con confianza y comunicación, no con la necesidad de poseer al otro. Aquí es necesario conocer las heridas de la infancia con las que vivimos, manejarlas, sanarlas y evitar dañar a alguien más en el proceso.
Las relaciones libres no significan ausencia de compromiso, sino la posibilidad de amar sin imponer reglas que ahoguen. Esto puede darse en el poliamor, en las relaciones abiertas o en cualquier vínculo donde prevalezca la comunicación sincera, incluso dentro de las relaciones exclusivas podemos aprender a soltar: dejar que el otro tenga su espacio, que crezca sin miedo y que no dependa de nuestra aprobación para existir. Mi amor no es encierro, es elección. No es necesario atrapar ni ser atrapadx para sentirnos seguros. Soltar no significa perder, significa confiar.
Más allá de la pareja
Mi amor no se limita a una sola persona, ni a una única forma de relación. No es exclusivo ni se reduce a la idea de un romance idealizado. La idea del amor romántico nos ha hecho creer que solo encontraremos la plenitud en pareja, nos ha repetido hasta el cansancio que hay una “media naranja”, como si estuviéramos incompletos. Pero el amor no es solo un vínculo de pareja, está en mi mascota, en mi familia, en mis amigos y, sobre todo, en mí misma. El amor propio, que no es un concepto vacío de autoayuda, sino un proceso psicológico real de autoconocimiento y aceptación. Desde la terapia humanista, el amor propio se trabaja con la capacidad de vernos con compasión, reconocer nuestras necesidades y actuar en coherencia con ellas, no es egoísmo, es autocuidado. Es darme lo que necesito sin esperar que otrxs lo hagan por mí.
Amarnos implica cuestionarnos: ¿nos tratamos con la misma ternura con la que tratamos a quienes queremos?, ¿nos escuchamos cuando algo nos duele o ignoramos nuestras emociones? Amarse es ser refugio para unx mismx, sin esperar que otrxs nos salven.
Mi amor sin miedo, con libertad, no nace del miedo ni de la obligación, no se aferra por temor a la soledad, ni se entrega desde la carencia. El reto está en construir un amor sin cadenas donde se pueda decir “no” sin culpa, donde soltar no signifique perder y donde el amor no se reduzca solo a la pareja. No es dependencia, control o sacrificio absoluto, es un espacio de respeto, crecimiento y conexión genuina. Es amar desde la elección, no desde la necesidad.
El amor propio por encima del amor a alguien más no es una alternativa al amor de pareja, ni una fase previa antes de estar con otra persona. Es el centro desde el cual podemos relacionarnos sin perdernos en el proceso. No es una idea romántica es una práctica constante que implica hacernos responsables de nuestro bienestar, sostenernos en los momentos difíciles y tratarnos con la misma paciencia y cuidado que solemos brindar al exterior.
Aprender a priorizarnos no es sencillo, no significa encerrarnos en nosotrxs mismxs, ni vivir sin vínculos, significa elegir con consciencia dónde ponemos nuestra energía, qué relaciones cultivamos y qué dinámicas no estamos dispuestxs a repetir. Hay que dejar de mendigar afecto, entender que no todo amor nos aporta, y que alejarnos de lo que nos hace daño también es una forma de amor. Amarse es entender que no estamos incompletxs, que no necesitamos que alguien nos salve, porque al final, la única persona que estará con nosotrxs en cada amanecer, en cada decisión y en cada despedida, somos nosotrxs mismos. Si hay un amor que nunca deberíamos perder, es el nuestro.
Si el amor es una revolución, hagamos una que nos libere, que no nos encierre ni nos limite, que nos empodere para ser quienes realmente somos. Porque el amor por mí no depende de nada ni de nadie para ser pleno. Es un amor nace desde mi interior, desde la aceptación y el respeto por mí, y es desde esa base sólida que lo comparto con el mundo. Mi amor no es solo para el otro, es también para mí, para mi bienestar, para mi paz, es un amor libre de expectativas y lleno de posibilidades infinitas. Porque mi amor, ante todo, es mío. Y tú, ¿te amas antes de amar?
Por: Ilse González Morales
¿El corazón siente lo mismo en todas las etapas de la vida?
Por: Diana Karina Reyes Huitrón
Elijamos el amor que nos genere paz mental
Por: Cielo Jazmín Serna Morales
El amor que recibimos es el que nos enseña a amarnos a nosotros mismos