Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Foto de Saksham Soni de Pexels
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Ana Valeria García González

Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán

Soy una estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública, presidenta de la organización Voces Estudiantiles Acatlán (VEA) con un gran interés en que las ideas de los jóvenes sean escuchadas.

Me amé, me solté, me encontré

Número 17 / ABRIL - JUNIO 2025

El respeto propio es el primer acto de un amor verdadero

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Ana Valeria García González

Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán

I

Nos enseñaron a creer

que el amor era un lazo eterno,

un fuego que ardía sin final,

una promesa de eternidad

pintada en lienzos de ilusiones.

Desde niña me dijeron:

“Ámalo sin reservas,

quédate sin cuestionar,

porque en el sacrificio se esconde la verdad.”

Más en ese fervor incesante

olvidé que amar también es mirarse en el espejo

y reconocer la luz propia.

 

II

En la fragua del primer amor

nació una tormenta dulce y cruel.

Te amé con el ímpetu de un huracán,

dejé que mi alma se fundiera

con la tuya, en un abrazo de quimeras.

Fui refugio y consuelo,

una llama que se entregaba sin medida,

mientras tú, perdido en tu propio abismo,

apenas esbozabas un susurro de reciprocidad.

La intensidad de mis besos

se tornó en una caricia ausente,

y mi voz se apagó en el eco de un “te necesito”

que se desvanecía en la penumbra.

 

III

Con el paso del tiempo, la herida se hizo verbo

y comprendí que la atención fría

no es testimonio de amor,

sino un velo de indiferencia que oculta el desdén.

Me enseñaron que el dolor era prueba,

que si amar dolía, valía la pena.

Pero, ¿acaso el amor es soportar

el peso de un desdén injusto?,

¿o es danzar con la libertad

de elegir ser valorada en cada latido?

 

IV

Caminé por senderos en los que la risa

era un refugio esquivo,

donde el alma se rehusaba a encerrar

sus propios sueños en jaulas de promesas rotas.

Cada paisaje se transformaba

en un espejo que reflejaba la ausencia,

cada canción, en un lamento

de aquellos “Labios Rotos” que dejaban

una huella imborrable en mi memoria.

Entre versos de Caifanes y susurros

de Luis Miguel, hallé mi verdad:

la atención negativa no es interés,

y el amor no es salvar a quien

no desea ser salvado.

 

V

Me deshice de ataduras invisibles,

de aquella doctrina que dictaba

que la entrega total era la medida

de un amor genuino.

Con cada lágrima derramada,

con cada grito ahogado en el silencio,

descubrí que el acto más valiente

era soltar la mano que no sostenía

con la misma firmeza.

Porque al final, mi herida

no debía ser el altar

donde se celebrara el sacrificio ajeno,

si no el templo sagrado

de mi propio resurgir.

 

VI

He aprendido a leer en el rostro del adiós

las señales que el alma manda:

el rechazo, la indiferencia, el desdén

no son caricias encubiertas,

son recordatorios de que merezco

más que un amor que me roba el aliento.

Me elegí, sin miedo, sin titubeos,

con la certeza de que mi luz interior

no debe apagarse por el eco de otro.

No es debilidad reconocer la propia fragilidad,

es fortaleza de saber

que en cada despedida

se esconde la semilla de un renacer.

 

VII

Hoy, en cada verso de este lienzo inacabado,

vibra la historia de una mujer que aprendió

a amarse con la misma intensidad

con la que amó a otro.

Porque el verdadero amor

nunca exige perderse en la sombra

de un “te quiero” incompleto.

Es la risa que se torna refugio,

el alma libre que se niega

a ser cautiva de promesas vacías.

El amor propio es un grito de libertad,

una melodía de valentía

que desafía al tiempo y a la ausencia.

 

VIII

Y en la memoria, entre acordes de canciones

que alguna vez quemaron mis esperanzas,

resuena el eco de mi decisión:

no me quedaré en la penumbra

de un querer que no me eleva.

Pinté mi amor en un lienzo

donde cada trazo es una afirmación

de mi derecho a ser entera,

de mi derecho a brillar sin depender

de la luz de otro.

Porque, al fin y al cabo,

me amé, me solté, me encontré.

Y hoy, en cada amanecer,

elijo amarme más,

sin reservas, sin excusas,

con la certeza de que el respeto propio

es el primer acto de un amor verdadero.

 

Att: Ana Valeria García 

Pd: El amor propio es, y siempre será, el regalo más precioso. 

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