Escuela Nacional Preparatoria Plantel 7
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Hay momentos en que mirarse al espejo se convierte en un viaje interior. En lugar de solo ver nuestro reflejo, comenzamos a cuestionar lo que realmente vemos. ¿Por qué tantas mujeres nos sentimos atrapadas en la búsqueda constante de ser “suficientes”? ¿Y suficientes para quién? Este dilema resuena en nuestras vidas, impulsado por las expectativas del mundo y nuestras propias inseguridades.
A menudo, la búsqueda de aprobación externa nos desvía del camino hacia el amor propio. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de compararnos con otras, empezáramos a celebrar nuestras diferencias? Vivimos en un mundo que nos empuja a encajar en moldes que nunca fueron diseñados para nosotras. Es el momento de romper esos moldes y abrazar nuestra singularidad.
Imaginemos nuestras vidas como un jardín vibrante y diverso, donde cada mujer es una flor única. Algunas pueden ser delicadas y sutiles, otras audaces y brillantes, pero todas tienen su lugar y su belleza. La autenticidad es nuestra mayor fortaleza. Al permitirnos florecer en nuestra propia luz, descubrimos la magia de ser quienes realmente somos.
Nuestras experiencias, desde los momentos de alegría hasta las cicatrices que llevamos, son parte fundamental de nuestra historia. Cada marca y cada recuerdo nos definen de maneras profundas. En lugar de luchar por un ideal inalcanzable, aprendamos a amar cada rasgo que nos hace únicas. Este viaje hacia la aceptación es liberador. Nos recuerda que no necesitamos ser perfectas para ser valiosas; la verdadera belleza reside en ser auténticas y fieles a nosotras mismas.
Al final del día, lo que realmente importa es la conexión que establecemos con nosotras mismas y entre nosotras. La verdadera belleza no está en cumplir con las expectativas externas, sino en celebrar nuestra autenticidad. En esta aceptación profunda, encontramos un poder transformador. No solo florecemos individualmente, sino que también contribuimos a un jardín donde cada mujer puede brillar con su propia luz.
Así que, al mirarte en el espejo, recuerda que eres parte de algo más grande. Cada una de nosotras tiene una luz única que ofrecer al mundo. Al abrazar nuestra autenticidad y celebrar lo que nos hace especiales, inspiramos a las demás a hacer lo mismo. Juntas, en este hermoso jardín, podemos cultivar un espacio donde todas podamos florecer.
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