I

El viento sopla suave,

Sobre el lánguido amanecer citadino.

La escarcha se pasea sobre caballo

Dejando vislumbrar un rostro detrás de ella;

Rostro frágil, rastro que destella

Mirada que exaspera el sentir nostálgico;

Mirada que enerva la última gota de sentir cálido.

La ciudad enternece

Y se estremece al percibir su anónima presencia;

Presencia que intimida y que reivindica

A los corazones más veraces

¡Oh amada escarcha!

¿Será que sólo tú puedes ver la verdad detrás de la máscara?

La verdadera cara de una sociedad simulada

II

Tonos fríos vacilan sobre la gente,

Que indiferentes se pasean por las calles.

Suena el hambre, pero se ignora

Sueña el hombre con que su vida mejora

Y se frustra al despertar, igual

Como mendigo, exhalando vapor caliente, pareciese locomotora

Las señales se adornan

Y las miradas rapaces que admiran

Se asombran

Pues, delatan que puede haber color

Aún en una ciudad de sombras

Que expide deshonra y vulgaridades

Del alma y de su boca

III

La pugna de la ciudad era constante

Y la perfidia resonaba por la calle,

Pero la escarcha nuevamente llegó

Llenando así, nuevamente

La mente y el corazón de amor

Pese a no haber hermandad,

En cuanto ella apareció, nació

Pese a no haber bondad, el fin de año

Nos la brindó

Todos pugnábamos entre nosotros,

Todos porfiábamos por ver quien era mejor que el otro

Buscábamos ser acreedores al cielo

Sin siquiera estar muertos

Buscábamos no más, que alimentar nuestro ego

Para saciar el hambre que la primavera dejó

Buscábamos enfriar las emociones

Que el verano regaló

Y necesitábamos olvidar las alegrías

Que el otoño marchitó

Necesitábamos quien nos salvara y entonces

El invierno llegó.

Duke, 657