Culturas políticas
de los activismos
Estudiantiles en México
Este espacio es el resultado de un proyecto de investigación impulsado por el PUEDJS y apoyado por el CONAHCyT: “La democracia en el México actual: culturas políticas, movimientos sociales y redes digitales en disputa”. Nuestro propósito es analizar la diversidad de culturas políticas en México desde un enfoque multidisciplinario.
Los activismos y movimientos estudiantiles han sido fundamentales en la conformación de sociedades más justas e igualitarias. Desde las icónicas protestas de mayo del 68 en Francia y el Movimiento de 1968 en México, hasta las recientes movilizaciones universitarias pro Palestina en Estados Unidos, las y los estudiantes han liderado la lucha por el cambio social. Han cuestionado políticas universitarias y gubernamentales, implementando nuevas formas de organización social y política, y manteniendo viva la esperanza de un mundo mejor.
En esta plataforma nos preguntamos por la cultura política de las y los activistas estudiantiles. Buscamos responder: ¿Cuáles son los valores, principios, saberes y emociones que guían su práctica política? ¿Cómo son las trayectorias de quienes se involucran en esta lucha? ¿Cuál es su visión del mundo, de la sociedad mexicana, de la democracia y del Estado? ¿Cuál es la utopía que persiguen?
Aquí encontrarás respuestas a estas y otras preguntas a través de diez tesis sobre la cultura política estudiantil, una línea del tiempo con los hitos clave en la historia de los movimientos estudiantiles, una selección crítica de fuentes esenciales para el estudio de la cultura política estudiantil, así como detalles sobre nuestra metodología y trabajo de campo. También podrás encontrar nuestras publicaciones resultado de la investigación y un directorio para contactarnos.
10 tesis sobre la
Cultura política estudiantil
Resultado de nuestra investigación, hemos desarrollado diez tesis sobre la cultura política estudiantil. Con ellas, buscamos dar cuenta de lo que distingue al movimiento estudiantil contemporáneo en nuestro país; aquello que mueve a las personas jóvenes a organizarse y luchar por un mundo mejor. Nuestro objetivo es enriquecer la conversación y aportar al campo de estudios sobre cultura política y activismos estudiantiles en México.
Bloque 1
Valores, principios, saberes y emociones
Bloque 1
01
Tesis uno
La igualdad, la justicia y la solidaridad son valores históricos de la lucha estudiantil que siguen vigentes en los activismos contemporáneos.
Los movimientos estudiantiles han tenido históricamente ideales de transformación guiando su acción colectiva por medio de una serie de principios y valores en los que fundamentan sus causas y con los cuales defienden sus derechos como estudiantes y los de otros sectores de la sociedad. En esta tesis queremos mostrar la manera en que a la vez que definen y defienden nuevos valores y principios persisten en los activismos estudiantiles valores clásicos o históricos como la igualdad, la justicia y la búsqueda de la solidaridad, aunado a ello pudimos observar la presencia de la honestidad y la valentía como valores prevalecientes. En el caso de los principios sobresalen la defensa de la colectividad, la autocrítica y el principio fundamental de defender irrestrictamente la educación pública y gratuita.
Esos valores dan gran fuerza a la lucha estudiantil, cohesionan a los y las activistas y les permiten comprender el contexto en el que desempeñan su activismo sobresaliendo la identificación del capitalismo prevaleciente y el autoritarismo en todas sus formas que los afectan de diversas maneras. Esto demuestra que los activistas son grandes críticos y observadores del momento que les toca vivir lo que los orilla a buscar la justicia y la igualdad para luchar a favor del cambio cultural que desean.
Las y los estudiantes movilizados reivindican el valor de la solidaridad tanto al interior de sus organizaciones como con otras luchas estudiantiles y con otras luchas y sectores sociales. El valor de la solidaridad les permite evitar la exclusión, la segregación y la desigualdad fomentando, por el contrario, la cohesión social entre los miembros de una colectividad estudiantil –y de la sociedad en general– para promover procesos de humanización priorizando lo común, lo público y lo colectivo.
La lucha por la igualdad se coloca en el centro de los activismos estudiantiles, un estudiante mencionó “Nos organizamos por una educación sin violencia, por una educación en la que no haya desigualdades” (Leonardo, FCPyS, Colectivo Estudiantil con formación socialista, comunicación personal, 22 de septiembre de 2023). Para el activista resulta claro que la desigualdad sigue siendo el problema central en nuestras sociedades, por ello la organización estudiantil debe tener en el horizonte la búsqueda de la igualdad:
Algo que, por supuesto, hoy nos llama a movilizarnos a todas las personas que tenemos esta compatibilidad ideológica, moral y ética en el mundo es, por supuesto, la desigualdad, que es muy notoria y que yo he podido notar aún más estando en la ciudad, que me parece que se ven todos los extremos: de la total riqueza, los muy ricos, y los totalmente desposeídos (Leonardo, FCPyS, Colectivo Estudiantil con formación socialista, comunicación personal, 22 de septiembre de 2023).
De esta manera, los estudiantes buscan la igualdad denunciando y combatiendo la desigualdad, de la misma manera que buscan la justicia reconociendo la injusticia prevaleciente.
Para los y las estudiantes entrevistados la dignidad es un valor que da solidez y cuerpo al sentido de comunidad. Esto se relaciona con la empatía que se expresa como estrategia de protección ante la precariedad y la hostilidad que sienten en diversos espacios ante lo que anteponen la protección colectiva. Así lo expresa un testimonio:
Pues justamente la amistad desde esta camaradería, desde esta hermandad. Y pues también, esos son los más importantes. La amistad, la tolerancia, el respeto. Este, pues justamente la dignificación de las luchas, la dignificación de estas diversidades, porque también se trata de que la lucha sea digna, … no se trata de romantizar de dónde venimos, de romantizar las precariedades, pero también saber que las vivimos, que nos atraviesan y que al mismo tiempo que merecemos ser tratados con dignidad […] saber que nuestra lucha es una lucha digna (Paula, Huerto UAM-I, comunicación personal, 19 de octubre de 2023).
En los activismos estudiantiles la noción de injusticia y su comprensión desde la experiencia permiten generar solidaridad hacia otras personas que son afectadas por algún tipo de violencia social. Así lo expresa Joel:
Dentro de esa agrupación de personas encuentro gente a la que le indigna la injusticia, y creo, igual que si no te indigna el sufrimiento humano, hay algo que está mal. Entonces coincidir con esas personas que sienten ese sentido de indignación, una indignación que invita a la acción me hace sentir muy contento (Joel, Colectivo 2 de octubre, comunicación personal, 29 septiembre de 2023).
Esa visión de la justicia que lleva a la acción solidaria forma parte de los procesos de conformación de colectivas estudiantiles, favoreciendo un grado de satisfacción por pertenecer a esos grupos. La sensación de empatía o solidaridad promueve la participación estudiantil en las movilizaciones. En la narrativa de la misma persona, presenciar las injusticias y ver la manera en que responden las colectividades es formativo para los activistas: “presenciar cómo se movían las cosas, cómo atacaban esos grupos horribles a la comunidad y cómo fue la respuesta de la comunidad… fue una experiencia muy grata para mí. Aprendí mucho, me empecé a formar (Joel, Colectivo 2 de octubre, comunicación personal, 29 septiembre 2023).
La solidaridad que produce el conocer las injusticias a las que se enfrentan otras y otros estudiantes favorece la conformación de un sentido de identidad, si otros estudiantes se organizaron y fueron reprimidos, por extrapolación, si nos organizamos nos puede pasar algo similar, pero la alternativa es luchar por los derechos, no quedarse callados.
Otros valores que les permiten fortalecer sus activismos son la confianza y la honestidad, además mencionan como principio la transparencia en sus procesos organizativos organizativas como el asambleísmo y los acuerdos mutuos en donde se manifiesta también un sentimiento de lealtad que refuerza el sentido de pertenencia.
La honestidad en el manejo de los recursos es un principio presente en los activismos estudiantiles que permite no sólo hacer un uso adecuado de los recursos sino “cuidar el colectivo”, es decir, ver en todo momento por la colectividad. También se observa una “sensibilidad” por comprender los problemas y necesidades del “otro (a)” que se traduce en un apoyo mutuo.
Como se puede observar los valores van moldeando las prácticas en el quehacer cotidiano de las y los activistas estudiantiles. En la investigación se destaca el sacrificio, la solidaridad, la igualdad, la justicia y la honestidad. En algunos casos se menciona que cuando las personas se alejan de sus familias, cuando se exponen físicamente en las movilizaciones, se expresa esa noción de sacrificio, mientras que al escuchar a las víctimas o trabajar por las personas afectadas se hace evidente la solidaridad, empatía y el amor, más allá de saber si las actividades realizadas se transformarán en cambios visibles.
Los valores favorecen la participación política de los estudiantes y se vinculan con procesos o circunstancias que en ocasiones no tiene relación directa con la militancia política, pero que son potenciados por la convivencia e integración en otros espacios de participación. Estos valores o principios funcionan como elementos cohesionadores y son apropiados o reafirmados por quienes integran el grupo reproduciendo la participación cotidiana y su activismo estudiantil.
Para finalizar esta tesis es importante mencionar que dentro de los principios irrenunciables que se pueden observar en los activismos estudiantiles se encuentra la demanda histórica de defender la escuela pública, gratuita y laica. Esto permite mantener una vigilancia permanente para evitar retrocesos y falta de avances en materia de acceso a la educación para propiciar. Los y las activistas exigen la responsabilidad del Estado para que los sistemas públicos de educación funcionen de manera íntegra. Esta valoración se hace considerando los contextos de marginación y precarización, desde sus propias experiencias, su propia vida y/o la de los suyos. Para el activista Valentín:
La educación pública obviamente es una responsabilidad del Estado mexicano, sin embargo, yo creo que se ha ido deteriorando a lo largo de los años, pero no podemos prescindir de ella. Estamos hablando de que la educación pública es una herramienta que el Estado le otorga a la sociedad para que todos tengamos oportunidades, Si quitamos la educación pública o si la ignoramos y dejamos de invertir en la educación pública… le estamos quitando un derecho fundamental a las y los mexicanos. Estoy hablando de que mucha gente depende de las escuelas, no tanto para estudiar, sino a veces hasta para que los alumnos coman (Valentín, UNAM, Política Juvenil Internacional, comunicación personal, 11 de julio de 2023).
Resulta sumamente interesante que los activistas estudiantiles consideren que el principio de gratuidad de la educación se respete, de manera irrestricta, en todos los niveles considerándolo un derecho que el Estado debe garantizar. En la lógica de los activismos estudiantiles hay una clara asociación entre la educación y la mejora de la sociedad.
Valores, principios, saberes y emociones
02
Tesis dos
Los activismos estudiantiles se organizan en respuesta al entorno de violencia, a partir de la empatía, el cuidado y la amistad. Luchan contra la violencia de género, las desigualdades económicas y sociales, por la construcción de espacios autónomos y la seguridad en los planteles.
Las generaciones actuales de jóvenes han crecido en un entorno donde la violencia ha sido una constante. Este panorama influye en las causas que los motivan a tomar acción, a organizarse y a luchar por lo que consideran crucial. En esta tesis, queremos destacar los valores y demandas que presentan una innovación respecto a los movimientos estudiantiles del pasado. Nuestro estudio revela que, además de la solidaridad, la justicia y la igualdad, los activismos estudiantiles contemporáneos se estructuran en torno a otros valores como la empatía, el cuidado y la amistad. Asimismo, se oponen activamente a la violencia de género y a las desigualdades económicas y sociales, luchando por la creación de espacios autónomos donde puedan sentir seguridad y cuidado.
Los motivos que llevan a las personas a organizarse están estrechamente relacionados con sus vivencias y experiencias profundas. Por eso, no es sorprendente que las y los jóvenes entrevistados para esta investigación señalen a la violencia en sus múltiples formas como uno de los principales problemas, y apelen a la empatía y al cuidado como elementos esenciales para enfrentar esta realidad.
Como consecuencia directa del endurecimiento del sistema capitalista, la vida se ha precarizado, exacerbando las violencias que afectan desproporcionadamente a las personas jóvenes. La falta de oportunidades laborales, salarios dignos y acceso a una educación de calidad ha llevado a un escenario de precariedad donde las expectativas sobre el futuro se han deteriorado. Esta precarización de la vida, producto del capitalismo, provoca procesos de estigmatización, persecución y violencia contra grupos específicos, como personas migrantes, poblaciones empobrecidas, mujeres y disidencias sexuales, así como jóvenes. Tal como señala uno de los estudiantes entrevistados:
Durante el neoliberalismo, en general con el capitalismo, lo que hace es dividir a la sociedad en clases sociales en sectores más privilegiados que otros, pues eso coloca a las personas en relaciones hostiles, en relaciones conflictivas y ya en un nivel más subjetivo, más cotidiano. Pues eso se refleja en mucho maltrato. Durante el neoliberalismo todo esto se agudizó y nos trataron muy mal. Y a qué me refiero con que nos trataron muy mal? En distintos ámbitos de la vida, en el espacio público y en las relaciones sociales. Pues mucho maltrato clasista, mucho maltrato racista, maltrato patriarcal. Machista. Maltrato LGBTQ+ fóbico. E incluso también maltrato a la juventud. (César, Relevo XXI, comunicación personal, 19 de octubre, 2024).
El contexto de violencia capitalista se ha visto agravado por la pandemia; el aislamiento social y la incertidumbre sobre el futuro han contribuido a un aumento significativo de trastornos de ansiedad y depresión, afectando la salud mental y el bienestar general de los jóvenes. A este escenario global se suma la violencia específica en el contexto de México, donde, al menos desde 2006, la expansión de la violencia criminal ha dejado una profunda marca en la vida de los jóvenes y en la sociedad en general. Tal como afirma Leonardo:
Yo puedo decir que dos cosas me lanzaron al mundo y a decir “¿qué está pasando con nuestra sociedad?” Una fue que yo recuerdo que cuando salía del kínder antes veía las noticias, y pues era el pan de cada día ver la violencia desatada por el narcotráfico en este país, verlo en los noticieros, ese clima de inseguridad; y también, por supuesto vivirlo en mi propio pueblo, la cuestión de inseguridad. Y por supuesto yo vislumbraba que eso estaba pasando por una cuestión política muy específica que estaba viviendo el país, un sistema de absoluta corrupción, de vínculos con el narcotráfico, en este caso de parte del Ejecutivo federal. Entonces fue lo que lo que me hizo militar, fue notar la inseguridad.
Y posteriormente algo que por supuesto hoy nos llama a movilizarnos a todas las personas que tenemos esta compatibilidad ideológica y moral y ética en el mundo es, por supuesto, la desigualdad, que es muy notoria y que yo he podido notar aún más estando en la ciudad, que me parece que se ven todos los extremos: de la total riqueza, los muy ricos, y los totalmente desposeídos. (Leonardo, Colectivo Estudiantil con formación socialista, comunicación personal, 22 de septiembre de 2023)
Por otra parte, las mujeres en México enfrentan un contexto de violencia que se ha intensificado en los últimos años. Al menos seis de cada diez mujeres mexicanas han experimentado algún tipo de violencia por ser mujer; el 41.3% de las mujeres ha sido víctima de violencia sexual, y en promedio se registran nueve feminicidios al día (ONU Mujeres, 2018). El abuso sexual a temprana edad, el acoso en los espacios escolares y laborales, y el acoso callejero son realidades que las jóvenes han vivido y denunciado con fuerza en los últimos años.
Estamos pues, ante un escenario complejo para las personas jóvenes, quienes enfrentan la violencia estructural del sistema capitalista y patriarcal, las secuelas directas de una crisis global de salud y un contexto de violencia asociada al tráfico de drogas en México. Todo esto ha marcado profundamente sus vidas y, en algunos casos, se ha convertido en una razón para luchar por la transformación social. Por ello, proponen como valores que guían su práctica política la empatía, el cuidado y la amistad, entre otros.
Se trata de siempre tener en mente esa empatía con las personas, de que las realidades de los otros no siempre me van a atravesar a mí, pero que tengo yo también esa responsabilidad de no soltar esas personas que tampoco me sueltan a mí. […] Yo creo que sobre todo el acompañamiento y la solidaridad, creo que para luchar y para que podamos avanzar requerimos que estemos juntes en todo momento. (Brenda, FCPyS, colectivo feminista, comunicación personal, 26 de septiembre de 2023)
La empatía es entendida como algo político, no como algo individual, tal como afirma una de las jóvenes entrevistadas: “La empatía no pensando como un proceso individual, sino de saberte parte de un sistema que afecta a todas, a todos y a todes” (Vani y Hache UAMX). Así, a partir del reconocimiento de las diferentes opresiones que les atraviesan, tanto a sí mismos, como a las demás personas, toman a la solidaridad, el trabajo colectivo y el cuidado como valores que guían su lucha.
[El cuidado ] para el sostenimiento de la vida en resistencia… de una vida en colectividad. Entonces el cuidado no era pensado como “yo me cuido”, sino ¿cómo nos cuidamos?, o sea, ¿cómo mis acciones nos cuidan, cómo mis afectos les cuidan, cómo tú me cuidas y cómo nos cuidamos? (Vani, UAMX, comunicación personal, 15 de octubre de 2023).
El tema de los cuidados como asunto político es una discusión que surge del feminismo marxista y que en los últimos años se ha complejizado y profundizado. En términos generales, se refiere al reconocimiento de que la vida es vulnerable y debe sostenerse, abarcando “todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser y nuestro ambiente, todo lo que buscamos para entretejer una compleja red de sostenimiento de la vida” (Fisher y Tronto, 1990, p.34). Bajo el sistema patriarcal, este trabajo ha sido atribuido a las mujeres, desvalorizado y no reconocido, a pesar de que “supone el trabajo más intensivo que existe sobre la faz de la tierra” (Federici, 2013, p.255). En las narraciones de las jóvenes activistas encontramos una sensibilidad hacia este tipo de reflexiones, especialmente entre las activistas feministas o aquellas con experiencias en la lucha feminista. Reconocen que hay un trabajo de sostener la vida en común que debe distribuirse y valorarse.
Por otra parte, la amistad aparece como un valor que da sentido al trabajo cotidiano por la transformación social. Las y los jóvenes que se involucran en el activismo encuentran en sus pares vínculos de amistad que son significativos y que sirven de motor para su lucha.
…algo que se ha generado creo que es el chingo de amor, o sea, entre las morras cuando llegan es como de “¿qué pasó? pasa, adelante”. Y cuando llegas aquí te saludan “¿cómo estás?”, “te ves hermosa”, “te ves preciose”, y todas esas cuestiones. Yo creo que hay un chingo de amor en rabia. Creo que es muy bonito porque somos morras que tal vez andábamos como yo que no tenía amigas antes de esto, en la tarde, yo era de la mañana y me pasé a la tarde y en la tarde no tenía amigas, y ahora es como que llego y digo “¡ay!”, a huevo, un lugar calientito, y de repente son puro amor. (Orión, Furia Encapuchada, comunicación personal, 19 de octubre de 2023)
Ese “lugar calientito” que las jóvenes activistas encuentran en la convivencia con sus pares y compañerxs de lucha es fundamental para la acción colectiva, que surge de esa red de interacciones y significaciones que van tejiendo en la vida cotidiana.
En suma, esta tesis muestra cómo el contexto de violencia que ha marcado a las generaciones actuales de jóvenes se refleja en las causas y valores que defienden en su militancia política. Las y los jóvenes activistas buscan eliminar el acoso, la violencia de género y las condiciones de desigualdad, encontrando en la empatía, el cuidado y la amistad una guía para su lucha por la transformación social.
03
Tesis tres
En los activismos estudiantiles las emociones juegan un papel central. Impulsan a la acción, cohesionan al grupo y dan sentido a las prácticas políticas.
En esta tesis queremos enfatizar la forma en que las emociones y los sentimientos desempeñan un papel significativo en el activismo estudiantil de las y los jóvenes siendo parte fundamental de su subjetivación política. La dimensión afectiva pasa por las formas en que los y las activistas sienten y se relacionan formando parte de su vida social en un plano similar a su racionalidad y a sus prácticas. Ante ello es posible identificar en los activismos estudiantiles una crítica inicial al egoísmo, al miedo, a la angustia, a el odio y a la desesperanza como emociones que fueron alentadas por el neoliberalismo con el ánimo de privilegiar el individualismo y desalentar el activismo y la organización social.
Lo emocional se torna cada vez más relevante en un contexto donde la precarización y la violencia de la vida avanzan a un ritmo cada vez más acelerado y frenético. Este ímpetu se refleja en cuestiones como los impactos de la pandemia por COVID-19 o los conflictos internacionales como la guerra Israel-Palestina que los estudiantes identifican como un genocidio de Israel hacia el pueblo palestino. La identificación de problemas dentro y fuera de sus espacios educativos y dentro y fuera de nuestro país les permite construir sentimientos de rabia, esperanza e indignación que alientan su activismo político y sus procesos de organización estudiantil, siendo parte de nuevas formas de resistencia y movilización.
Los activismos estudiantiles contemporáneos se distinguen por su énfasis en la afirmación de la subjetividad de los jóvenes. Van más allá de ser simples recursos movilizados en la lucha contra un sistema adverso; implican una resistencia desde los afectos ante la invasión del mundo de la vida por las fuerzas del mercado neoliberal. Una activista lo expresa de la siguiente manera:
Considero que el mundo, es decir, el sistema económico en el que vivimos ha permitido que el mundo se vuelva hostil. Las condiciones son hostiles y es más fácil como individuos llegar a la individualidad y al egoísmo (Kendra, Huerto UAMI-Chapingo, comunicación personal, 17 de octubre de 2023).
Nuestra investigación nos posibilitó observar la manera en que las emociones y el amor colectivo generan en los y las estudiantes activistas la idea permanente de: “resistir, combatir y compartir”. En sus espacios de activismo la resistencia se manifiesta a través de diversas acciones afectivas y simbólicas que cobran protagonismo frente a un entorno percibido como tumultuoso, hostil y desalentador.
En los activismos estudiantiles es posible observar una pluralidad de emociones morales entre las que se encuentran la rabia, la indignación, el miedo, el dolor, el amor, el orgullo, la vergüenza, la frustración y la esperanza. Estas emociones actúan de manera diferenciada, según el contexto y el lugar. Con base en nuestra investigación podemos decir que en el activismo estudiantil persiste una fuerza motivadora que recae, principalmente, en la indignación y la rabia. No hay una relación automática entre experimentar estas dimensiones afectivas y la acción colectiva contenciosa, debe existir un rompimiento, una violación o un atentado hacia lo que se contempla como justo. Las dos experiencias que han suscitado rabia e indignación encauzando a la comunidad estudiantil a la movilización y organización colectiva son: a) la violencia de género al interior de los planteles, y) las resonancias por COVID-19. Frente a la consideración negativa de la rabia y la indignación como energías destructoras, aquí observamos a la rabia como una poderosa energía útil contra la opresión; y a la indignación como un sentimiento profundo de enfado o malestar que es provocado por un acto que se considera como injusto. Rabia e indignación se presentan como emociones políticas ante la dominación y el silencio.
La violencia de género en las universidades es uno de los problemas más graves que activan a los y las estudiantes. La negación y con ello la falta de atención a la problemática han originado el malestar sobre todo de las estudiantes. El miedo y el dolor sentido por las estudiantes ante la violencia prevaleciente es transformado en rabia e indignación permitiendo que los activismos estudiantiles recuperen elementos de los activismos feministas.
Un momento importante que permitió a los activistas estudiantiles identificar el papel de las emociones en su vida estudiantil y cotidiana y que significó un momento difícil fue el de la pandemia que agudizó los problemas emocionales visibilizando las diferencias neurológicas. La pandemia agudizó la demanda del derecho a una educación de calidad, sobre todo para los sectores estudiantiles más vulnerables. La actitud de autoridades y docentes pone al descubierto una visión adulto-céntrica que se niega a aceptar y a retomar las experiencias de las y los jóvenes para instaurar un proceso de aprendizaje más inclusivo y humanista.
La pandemia exacerbó un sistema educativo jerárquico y centralizado engarzado a los ritmos y necesidades del neoliberalismo. Pero al mismo tiempo, originó un momento oportuno para imaginar otras formas pedagógicas, epistemológicas y de relación con los otros. Con ello se emplaza una lucha por una educación que invente nuevas formas de corporeidad, que acepte la afectividad, que sea comunitaria y solidaria.
El activismo estudiantil adquiere una fuerza mayor en las movilizaciones donde se manifiesta una especie de energía colectiva que incentiva el encuentro y reafirma la importancia de la colectividad, de emociones como el entusiasmo o la felicidad que tienen más fuerza al ser compartidas con otros y otras.
Creo que el estar reunidos tantas personas, como en esta cuestión de la energía corporal, también puede significar mucha pasión o desbordamiento de emociones. Eso también es algo importante a señalar, porque son energías que mueven a conjuntos enteros (Jessica, ENAH, comunicación personal, 10 de octubre de 2023).
Su involucramiento en marchas como las que repudian la presencia de porros, las que exigen la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa o las que invitan a conmemorar hechos como la represión del 2 de octubre de 1968 o el halconazo del 10 de junio de 1971 genera una serie de emociones que es resignificada y les da fuerza para seguir en su activismo político, aunque en ocasiones también les genera miedo y temor de que les pueda pasar algo.
El miedo es observado por los activistas como una amenaza a la violencia, donde además de prevalecer el contexto situado de la lucha, incide una memoria colectiva que refiere a la represión de jóvenes y estudiantes. Esta memoria sugiere que el estudiantado debe permanecer inmovilizado para no ser un cuerpo a transgredir; la seguridad se torna en una cuestión de no hacerse presente en el espacio público sin los medios y los canales institucionales. En contraparte los activistas apelan a la esperanza como emoción central que les permite vencer el miedo y activarse políticamente.
Otra emoción importante que identificamos es el amor, el cual es visto como una herramienta subversiva en el activismo que ofrece una visión esperanzadora en el deseo de transformar la vida. La ternura radical, los apapachos, la alusión a la necesidad de espacios calientitos donde se sientan seguros y acompañados es otro elemento central que les permite, a la par de generar empatía, sentido de respeto, confianza y mayor compromiso con la lucha estudiantil.
La dimensión afectiva desempeña un papel crucial en el activismo de las y los estudiantes. Emociones y sentimientos como la indignación, la rabia y el miedo impulsan y dotan de sentido la movilización y organización colectiva permitiendo imaginar un mundo más empático y amoroso, sin violencias ni desigualdades. En una sociedad neoliberal dónde los afectos han sido mercantilizados y trivializados, estos son resignificados por los activistas para defender y dignificar la vida. Esta dimensión atraviesa el tiempo y el espacio, está presente en las experiencias inmediatas y futuras de las y los activistas, pero también en el pasado. Las y los estudiantes se nutren de cargas emocionales de luchas y resistencias anteriores; así como por experiencias de represión por parte de las autoridades.
Bloque 2
Trayectorias y Prácticas Políticas
Bloque 2
04
Tesis cuatro
Los activismos estudiantiles se conforman de personas con diversas identidades políticas y referentes teóricos. Su unidad se basa menos en una ideología compartida que en la acción concreta frente a problemas comunes.
La identidad colectiva es fundamental para entender la cultura política de los movimientos sociales. Es importante porque nos enseña el lenguaje simbólico compartido por los activistas lo que les permite dar sentido a sus acciones. Las distintas formas de activismo estudiantil giran en torno a una diversidad de demandas, formas organizativas y construcción de identidades que trascienden el espacio escolar y académico al responder a problemas sociales más amplios, complejos y profundos. Las ideas compartidas por los y las activistas forman parte de su ideología la cual ayuda a definir sus demandas y acciones contribuyendo a generar un sentido de pertenencia y una conciencia compartida.
Las identidades permiten dar sentido de cuerpo al colectivo estudiantil propiciando su activismo al permitirles distinguir entre un ellos y nosotros. Esto contribuye a identificar a los oponentes independientemente de que al interior de los colectivos exista una pluralidad de identidades, ideologías y posiciones políticas. Históricamente la ideología ha sido considerada el elemento central en la conformación de identidades en los movimientos estudiantiles.
Es importante señalar que en nuestra investigación identificamos que la identidad del activismo estudiantil de la segunda mitad del siglo XX era definida principalmente por su afinidad a ideales progresistas y de izquierda, donde sobresalían posiciones críticas relacionadas con el pensamiento marxista y socialista, y la construcción de grupos, organizaciones o partidos afines a una inclinación política. Hoy en día, sin embargo, aunque algunos grupos conservan y reivindican posiciones críticas tenemos una organización y participación estudiantil más independiente de las posiciones ideológicas tradicionales. Lo anterior no quiere decir que dentro de la lucha estudiantil no existan corrientes ideológicas, pero estas se presentan más en lo individual que en lo colectivo siendo este espacio receptivo de esa diversidad. Se observa en algunos casos un tipo de pragmatismo que permite guiar el activismo más pro problemas concretos que por afinidades políticas o ideológicas. Se trata, por así decirlo, de una identidad más plural y pragmática que apunta más al reconocimiento y la vivencia en común de condiciones y situaciones de precariedad, vulnerabilidad y violencia:
Sí, definitivamente hay una gran diversidad de pensamiento como de posicionamiento ante la lucha. Hay marxistas leninistas, obviamente habemos feministas dentro del huerto, pero también hay chicas que no se asimilan a sí mismas como feministas. Hay personas que también están de acuerdo en luchar en contra de la precarización laboral y la precarización de los recursos naturales, pero que no se perciben a sí mismas como marxistas leninistas […] Al final lo que permite esto es justamente que somos personas que nos atraviesan muchas necesidades, muchas carencias. Como lo dije, nuestro contexto social, cultural y económico es compartido. Venimos la mayoría justamente de zonas periféricas, de zonas precarizadas (Paula, Huerto UAM-I/Maleza, comunicación personal, 30 de octubre de 2023).
Los y las activistas comparten de manera común la necesidad de transformar sus situaciones y entablar demandas que giran en torno a la ampliación de la democracia hasta el reclamo por el derecho más elemental, la vida. Coinciden en una mirada crítica no sólo a las carencias de la democracia liberal sino a una deshumanización y precarización total en el contexto neoliberal y de los impactos de la pandemia por Covid-19. Identifican formas de opresión que sobrepasan las relaciones de producción como son el machismo, la violencia emocional, el racismo, el adultocentrismo, la destrucción de la naturaleza, entre otros. De ahí que se adentren en el terreno de la protección de los derechos, las libertades y la defensa de la vida.
Al interior del activismo estudiantil coexisten una pluralidad de identidades políticas, como el feminismo, el marxismo, el socialismo y el zapatismo; que como señala en entrevista Dany, quedan en segundo plano cuando lo urgente es actuar, resolver.
Normalmente no hablamos mucho sobre nuestras corrientes, o sea, sí sabemos que todas pertenecemos a corrientes muy diversas, pero en realidad eso queda en segundo plano. No tenemos mucha discusión política, sino que nos planteamos más cosas muy, muy de acción; como “hay que hacer esto, yo tengo que hacer esto”. Y entonces pues la colectiva como tal no se define de algún modo (Andrea, UNAM-FCPyS, comunicación personal, 28 de septiembre de 2023).
Las identidades construidas en los activismos estudiantiles pueden ser nombradas como críticas en tanto buscan erradicar los sistemas de opresión y son defensoras de derechos humanos y ambientales.
Es importante señalar que, aunque la ideología política no es lo que conecta entre sí a los estudiantes para accionar, hay colectivos que tienen formaciones políticas definidas. Tenemos el caso de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular que se posiciona como marxista leninista; el Colectivo Mictotza que tiene una mayor afinidad por el anarquismo; o el Colectivo Resistencia Estudiantil 2 de octubre que habla de un feminismo interseccional.
Para los activismos estudiantiles la apropiación del espacio público y el acuerpamiento expresado en las marchas son fundamentales para fortalecer una identidad colectiva y mantener unidad en la acción. Los simbolismos y las expresiones artísticas, además de las consignas compartidas son elementos centrales que dan sentido al activismo generando una fuerza que les permite continuar las luchas por sus ideales.
En el despliegue masivo del activismo en las calles, los jóvenes se expresan desde la pluralidad. Anarquistas, socialistas, feministas y estudiantes sin afinidad política se hacen presentes vistiendo en colores negro, rojo, violeta e incluso portando sus propios uniformes. Gritan desmedidamente, corren, pintan, cantan, bailan y/o levantan el puño en señal de lucha. Reflejan la heterogeneidad de identidades y su articulación para transformar las condiciones del estudiantado y los jóvenes; y evitar que se susciten nuevamente hechos como la masacre de Tlatelolco o la desaparición de estudiantes.
La construcción de la identidad también está mediada por emociones y sentimientos. En la constitución del “nosotros” la afectividad es un modo recurrente para significar la participación política como “potente” y “fuerte”; y para desarrollar vínculos intersubjetivos de hermandad y de amistad. El encuentro pautado entre los estudiantes da lugar a la convergencia de emociones análogas que demarcan quienes pertenecen a la colectividad.
Al compartir experiencias, contribuir en la organización y coincidir en las manifestaciones públicas, los activistas refieren a los colectivos como lugares agradables, una de las estudiantes entrevistadas señala al suyo como “un lugar calientito”. En ellos persiste el reconocimiento, el entendimiento y el acompañamiento, asunto no menor en un mundo caracterizado por la individualidad y con la tendencia a considerar a los adultos como referentes de la vida social, minimizando las voces y experiencias de los jóvenes.
Conforme a las entrevistas realizadas, la pluralidad de identidades políticas con las que se asumen de manera individual los activistas, son resultado de previos procesos de socialización política. Esto es la interiorización situada de esquemas de pensamiento y de actuación relativos al mundo de la política; por situado hacemos referencia a que han sido formados en momentos y condiciones específicas de la vida de los individuos. Esta investigación encuentra que hay tres dimensiones de socialización claves en la construcción de las identidades del activismo estudiantil: la familia, los espacios de educación superior y su previa participación política en distintos espacios.
La recuperación de símbolos y referentes de otras luchas pasadas y presentes es otro elemento que forma parte de las identidades políticos de los y las jóvenes que protagonizan los actuales activismos estudiantiles, es común seguir viendo playeras y mantas del Che Guevara o de Emiliano Zapata combinados con símbolos feministas o banderas de Palestina.
Los activismos estudiantiles están conformados por una diversidad de identidades políticas y referentes teóricos. Ante una lógica neoliberal que ha trastocado las relaciones interpersonales y ha contribuido a la precarización de la vida, las y los jóvenes se articulan colectivamente para tratar de resolver condiciones y situaciones de su inmediatez, sin perder de vista los sistemas de opresión a los que obedecen. La importancia de la defensa de la vida misma relega las ideologías a un segundo plano; la conformación colectiva no se genera tanto en función de adscripciones políticas sino en torno a problemas concretos e intereses culturales.
Ello no quiere decir que las y los jóvenes carezcan de algún tipo de conciencia o formación política. Más bien sus procesos de socialización política y sus canales de participación se distancian de las formas tradicionales: partidos políticos, instituciones, sindicatos, organizaciones gubernamentales, entre otras. Sus formas de expresión política exaltan su experiencia vivida, su creatividad y sus subjetividades. La lucha estudiantil se desenvuelve en una trama más compleja que trasciende la política neoliberal.
Trayectorias y Prácticas Políticas
05
Tesis cinco
En tanto nativos digitales, las y los jóvenes de los activismos estudiantiles, viven no sólo su militancia, sino toda su experiencia vital atravesada por la red. Esto se manifiesta en prácticas políticas innovadoras, creativas y con perspectiva crítica.
Las y los jóvenes entrevistados en esta investigación son lo que Prensky (2011) denomina “nativos digitales”; para ellos, la digitalidad no es solo una herramienta de comunicación, sino un lenguaje en sí mismo, una forma de entender y habitar el mundo que los define. En esta tesis, queremos resaltar que esta condición de digitalidad es una característica clave de los activismos estudiantiles contemporáneos. Las y los jóvenes entrevistados realizan prácticas políticas innovadoras y creativas, donde lo digital y lo presencial se entrelazan estratégicamente, manteniendo una mirada crítica sobre el papel que estos medios juegan en términos políticos e ideológicos.
El espacio digital se ha convertido en un nuevo terreno de disputas políticas que los movimientos sociales han ocupado de manera contundente. Las multitudes conectadas (Rovira, 2016) irrumpen como constelaciones performativas tanto en las calles como en las redes, uniendo lo común y lo local con los flujos globales de indignación. En este escenario, las personas jóvenes, y en particular los estudiantes, son actores clave. Inmersos en la cultura digital desde temprana edad, han adoptado las redes sociodigitales como un medio para sus luchas. Las y los jóvenes activistas hacen un uso lúdico de referencias de la cultura pop, paralenguajes digitales como stickers, emojis y memes; utilizan un lenguaje propio que incluye jergas y modismos de la cultura digital, lo cual configura el tipo de activismo político de la también llamada generación Z. La incorporación de elementos de la cultura popular digital al activismo político caracteriza la cultura política de las generaciones actuales de jóvenes. Esto se refleja en la presencia de elementos de la cultura digital en las pintas de los espacios estudiantiles o los carteles en las marchas.
Además, las y los estudiantes utilizan internet para su práctica política con diferentes propósitos: difundir sus posicionamientos y actividades al resto de la comunidad, para convocar a actividades y organizarse entre las mismas personas del colectivo, para crear y difundir mensajes más efectivos de su lucha, entre otras.
Llevo la gestión de la página de Instagram del huerto, ahí damos a conocer los días que vamos a trabajar, los días que estamos dando acompañamiento y también las necesidades del huerto. Tratamos de usar las redes sociales como un medio de comunicación con los demás porque muchas veces requerimos acuerpamiento, por ejemplo, el día de encapsulamiento de las compañeras hicimos Facebook Live, Instagram Live y empezamos a invitar a todo mundo. Las redes sociales se ocupan principalmente para dar difusión (Paula, Huerto UAM-I, comunicación personal, 19 de octubre de 2023).
El activismo requiere de tiempo, trabajo y recursos de los que no todas las personas disponen. Hay quienes viven lejos, quienes además de estudiar trabajan, quienes tienen otras ocupaciones, o cuyos horarios de clase hacen incompatibles las reuniones presenciales. En estos casos, internet les permite mantener activa la organización estudiantil:
Pues en nuestra colectiva habemos personas un poco más presentes en la presencialidad y otros que no pueden estar tanto, y a veces es un poco complicado el ponernos todas y todos de acuerdo. O sea, en el día de vernos; entonces lo que hicimos nosotros fue crear un grupo de WhatsApp en donde estamos todas y todos y ahí enviamos la situación, -no, no, pues pasa esto y bueno, ¿qué vamos a hacer? -, entonces ahí se empieza un debate (Araceli, Colectivo Resistencia Estudiantil 2 de octubre, comunicación personal, 11 de octubre de 2023).
Por otra parte, las plataformas sociodigitales ofrecen un abanico de posibilidades para construir mensajes de maneras creativas, apelando al humor, logrando mayor visibilidad. Para eso, las y los jóvenes recurren a elementos digitales como memes, infografías, videos, podcasts.
Una de las cosas que funcionó mucho durante la cuarentena fue el hecho de hacer videos, hacer memes, tal vez parezca gracioso, pero los memes tienen una incidencia política bastante grande. (Iván, Colectivo estudiantil Vox Populi, Comunicación personal, 23 de junio del 2023).
Históricamente el humor se ha utilizado como medio para trastocar las estructuras jerárquicas sociales, ha sido una estrategia adoptada por diversos grupos y culturas, tanto en contextos ritualizados, festivales o carnavales, como en situaciones de protesta social (Hart, 2007). Si bien los medios impresos dieron espacio a la sátira, la caricatura y otras expresiones de humor político, la llegada de internet y las plataformas sociodigitales ha ampliado exponencialmente las posibilidades del humor como una herramienta con potencial subversivo (Romanos, 2016). La potencia del humor radica en que no hace falta tener amplios conocimientos de política o tener experiencias de politización y organización colectiva para entender un meme y de ahí sentir indignación por alguna situación injusta o solidaridad con alguna causa.
El uso intensivo y diverso de las herramientas digitales para la práctica política se acentuó con la pandemia, lo que que les obligó a tomar clase en línea, a hacer trabajos en equipo usando zoom, a salonear virtualmente o crear comunidades de convivencia en línea. No obstante, las y los jóvenes son críticos de la digitalidad pues reconocen una lógica mercantil en las plataformas, muestran una capacidad de discernimiento más aguda, así como la habilidad de evaluar fuentes y cuestionar narrativas.
En ese sentido, las y los entrevistados reconocen la importancia de combinar de manera crítica lo digital con lo presencial, pues hacer activismo únicamente en redes no es suficiente; reconocen la importancia de poner el cuerpo en los salones, en las explanadas y patios escolares, desde luego en las marchas y paros.
Intentamos manejar las dos partes. Nos gusta pegar carteles… intentar hablar (con las compañeras) … comentar de qué va la colectiva, qué propuestas tenemos, qué proyectos deberíamos implementar… pero también hacemos uso de las plataformas de internet, utilizamos mucho Instagram, WhatsApp y Facebook, que son las páginas de más divulgación que tenemos para poder dar a conocer las marchas, pláticas, de casos que se dan…, al final de cuentas no creemos que lo presencial y lo virtual están peleados, es algo que se puede complementar muy bien y con lo que puedes trabajar de muchas maneras. (Ruiz, Colectiva Chalchihuatl- IPN, Comunicación personal, 26 de octubre del 2023).
Así, estamos ante una generación de jóvenes activistas estudiantes que manejan con destreza las herramientas digitales, potenciando su práctica política, facilitando las formas de organización, la toma de decisiones y la difusión de sus ideas y actividades. Sin embargo, también mantienen una perspectiva crítica; reconocen la lógica mercantil de las plataformas sociodigitales, los límites del activismo digital y actúan en consecuencia, apropiándose de manera crítica de los recursos digitales y combinando ambos entornos de manera estratégica. En última instancia, esta relación entre su práctica política y lo digital configura un tipo de cultura política única para las generaciones actuales de jóvenes.
06
Tesis seis
Los AE se oponen a modelos jerárquicos de organización, en su militancia buscan fomentar el diálogo, la deliberación democrática y la horizontalidad.
En esta tesis queremos exponer las formas de organización que procuran fomentar y llevar a la práctica los activismos estudiantiles teniendo como principios básicos la búsqueda del diálogo y la horizontalidad como dos elementos constitutivos de la democracia. Si bien observamos que la asamblea sigue siendo un método válido de tomar las decisiones que procura la participación de las mayorías, es posible observar también otras estrategias de organización de las y los estudiantes. En ese camino de construir los medios para la toma de sus decisiones colectivas los activismos estudiantiles incluyen una crítica hacia la democracia representativa y una autocrítica a los alcances de sus propios métodos de organización.
Los activismos estudiantiles buscan fomentar procesos de organización democráticos al interior de sus colectivos, con base en la participación, el diálogo y la igualdad, evitando caer en prácticas autoritarias, puesto que estas representan parte de las estructuras sociales que pretenden transformar. En su intención por promover la conformación de prácticas organizativas más horizontales, comparten una visión crítica respecto a la democracia representativa o procedimental, la cual cuestionan no sólo hacia el exterior de sus colectivos, sino al interior de estos.
Las herencias de luchas pasadas y las formas de conciencia colectiva a favor de la democratización del país permiten a los activistas estudiantiles reconocer claramente las actitudes arbitrarias y los abusos de poder dentro y fuera de sus organizaciones. Aunque ellos mismos no hayan vivido actos de represión o procesos de lucha, están familiarizados con ellos lo que les ha permitido construir una conciencia colectiva contra el autoritarismo y a favor de la democracia.
A pesar de que sus identidades organizativas son heterogéneas porque cada colectivo estudiantil está conformado de múltiples subjetividades situadas en contextos distintos es posible observar que los activismos estudiantiles comparten formas y principios de organización democráticos con la finalidad de incluir el mayor número de opiniones y propuestas al interior de sus grupos.
Los activismos estudiantiles mantienen el interés por fomentar el diálogo y la deliberación democrática. Para el caso de esta investigación encontramos que las y los estudiantes se organizan de manera independiente, con base en principios democráticos y fomentando la participación. En tal sentido, se puede reconocer su interés por construir formas de organización que procuren la deliberación colectiva que les permita designar tareas y asumir responsabilidades en un marco de igualdad. Al respecto, un estudiante de la FCPyS de la UNAM explica cómo se estructura el colectivo estudiantil al que pertenece:
Somos una organización independiente, tenemos principios, tenemos diferentes formas de organizarnos. Ahorita pues nos organizamos en colectivos de trabajo, siempre basándonos en el principio del centralismo democrático. Ese es un principio que nosotros tenemos para organizarnos y que nos ha funcionado, que hemos visto que es una alternativa […] este principio, pues, tiene bastantes cuestiones: existe un órgano máximo, un órgano amplio de democracia, en el cual todos podemos participar y ahí es donde tomamos las principales decisiones. Pero después de eso vamos destinando a compañeros que se puedan hacer responsables [para] que se haga todo eso que decidimos. En los colectivos de trabajo también hay responsables, […] siempre se tiene que hacer a alguien responsable, porque no podemos tomar decisiones entre cinco o seis, la decisión es colectiva, entre todos tomamos la decisión, pero la responsabilidad es individual (Roberto, FCPyS-UNAM OLEP, comunicación personal, 31 de octubre de 2023).
Entre las diferentes formas de organización la que se construye por comisiones es una actividad recurrente en las organizaciones estudiantiles. Resulta sumamente interesante observar la forma en que los y las activistas estudiantiles asumen que una decisión puede ser colectiva, pero la responsabilidad es individual. Esto implica que en esa organización horizontal las responsabilidades no se diluyen al individualizarlas y vincular la toma de decisiones al órgano máximo, la persona encargada deberá informar sobre los avances.
De igual manera, en otros espacios están interesados en trabajar desde una democracia participativa. Como lo comenta una estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, que en cierta forma se muestra reflexiva sobre el alcance de la democracia, pero interesada en trabajar incentivando la participación:
Pues al menos uno de los valores que sí compartimos es la participación de la gente y que voten, que vote quien quiera votar. Entonces, si bien creemos que a veces la democracia al 100% es imposible que exista incluso en una escuela que tal vez no es de grandes dimensiones, nos interesa que, en los pequeños espacios organizativos, que son como el cubículo Pablo González o en la asamblea, pues la forma en la que trabajemos [sea] a partir de la democracia participativa. Entonces pues es al menos nuestra forma de trabajar (Adriana Campuzano, ENAH, comunicación personal, 9 de septiembre de 2023).
Otras organizaciones estudiantiles recurren al voto, aunque no de manera desinformada, sino asumiendo que es necesario dar contexto de las diferentes propuestas o alternativas para que después, de manera informada, las personas puedan votar y tomar de manera colectiva la mejor decisión. Esta estrategia de organización promueve la horizontalidad e iguala a los miembros del colectivo siendo una forma de tomar decisiones que en ocasiones puede ser tardada, pero que ha demostrado ser efectiva entre los activismos estudiantiles.
Otro elemento representativo de la cultura política de los activismos estudiantiles, referente a su dimensión organizativa, es que procuran el diálogo y el principio de horizontalidad. En algunos casos la búsqueda por la horizontalidad se puede entender por el rechazo de los sujetos sociales frente al posicionamiento vertical de las instituciones. Ante esa realidad buscan construir en sus propios espacios de acción modelos horizontales de participación que les permita consolidar participaciones protagónicas que contribuyan a la desaparición de imposiciones verticales identificadas con las estructuras del sistema político tradicionales.
Los activismos estudiantiles son críticos de los procesos democráticos, de sus formas organizativas, pero también de sus entornos sociales. Su criticidad los conduce a luchar por mejores formas de organización en las que la mayoría sea tomada en cuenta o sea representada de manera honesta. La consideración casi generalizada de que no existe democracia real en nuestro país, particularmente en el sistema electoral y de partidos, forma parte de su cultura política crítica que los impulsa a buscar construir espacios democráticos en otros ámbitos de acción, inicialmente en sus propios espacios educativos.
Por ejemplo, la siguiente reflexión da cuenta de cómo las y los estudiante, desde una visión crítica, entienden que la democracia representativa limita las posibilidades de acción política por fuera de los partidos políticos tradicionales:
[La] democracia representativa [implica que] solamente te imponen gobernantes por los que tú puedes elegir a pesar de que no eres consciente de casi nada, entonces muchas veces no te informas realmente de cuáles son las propuestas y votas por el partido, porque es como lo más fácil, y entonces pues para muchos es como muy fácil solamente decir –bueno, pues este partido tiene esta historia, no voy a votar por este–, o mucha gente que no le gusta el régimen actual dice –bueno, vamos a votar por otro régimen–, pero también al desconocer la historia ignoran los crímenes que han perpetrado y etcétera (Nikte ha, UPN, comunicación personal, 23 de junio de 2023).
Los activismos estudiantiles cuentan con una visión crítica sobre las contradicciones y ambigüedades emanadas de lo que se conoce como la democracia procedimental representativa, especialmente cuando asocian dicho término al escenario institucional al que pertenece la clase política mexicana, en particular los partidos políticos.
Los activismos estudiantiles también son reflexivos sobre las formas en las que se generan las participaciones al interior de sus organizaciones, analizan el tema del liderazgo considerándolo como un acto ganado por aquella o aquel estudiante más activo, siendo válido y benéfico en la medida en que esa personalidad no obstaculice la horizontalidad del proceso organizativo.
Para los activismos estudiantiles la democracia también es un campo de disputa entre los de “arriba” y los de “abajo”. Tienen claro que las decisiones que se toman desde otras esferas sociales repercuten directamente en sus vidas, eso implica la necesidad de luchar para exigir que los representantes políticos aseguren el bienestar de la ciudadanía. Es importante entender que para los activismos estudiantiles la democracia verdaderamente funciona en tanto que se atiende a las necesidades de la gente y en tanto que la población se involucra directamente en la organización y en la toma de decisiones.
En una postura que abona por la necesidad de ampliar los horizontes de la democracia se puede observar la perspectiva crítica de afirmar que en la democracia no basta con votar, eso es un procedimiento que no la agota, la democracia cobra sentido con la participación directa de la comunidad, no solo en la toma de decisiones, sino en el desarrollo de las acciones en beneficio de la comunidad. Por último, resulta interesante que las y los estudiantes activistas no sólo son críticos hacia el exterior de sus espacios de acción, también son reflexivos al interior de sus propias organizaciones. Por ejemplo, consideran que las asambleas como método de organización llegan a ser desgastantes y en ocasiones poco efectivas al no lograr representar la pluralidad del estudiantado o al poder ser manipuladas por grupos con otros intereses.
Bloque 3
Visión crítica de la sociedad, la educación y la democracia
Bloque 2
07
Tesis siete
Los activismos estudiantiles son críticos del capitalismo, reconocen que este sistema produce las múltiples violencias que enfrentan cotidianamente.
Las y los jóvenes que integran los activismos estudiantiles viven en un contexto marcado por el sistema capitalista, que ha precarizado la vida y exacerbado la violencia, planteándoles un futuro y un presente poco prometedores. En esta tesis queremos destacar la visión crítica de estos jóvenes activistas, quienes han crecido en medio de crisis económicas recurrentes, han atravesado la pandemia de COVID-19, y han sufrido contextos de violencia y crisis climática, entre otros factores que han moldeado su perspectiva del mundo.
Las personas entrevistadas identifican al capitalismo, el neoliberalismo y el patriarcado como las grandes estructuras productoras de violencia y desigualdad. Esta mirada crítica les permite situar sus experiencias en contextos más amplios, reconociendo que lo que les afecta cotidianamente está conectado con procesos globales que impactan no sólo a la sociedad en su conjunto, sino a todo el planeta. Para las y los activistas entrevistados en la investigación, el capitalismo es un sistema económico con efectos no sólo en la economía sino en todas las esferas de la vida, que, sostenido en la ideología y las políticas neoliberales van transformando a las personas y sociedades:
El capital es caníbal, es voraz. Se va adecuando y nos va haciendo cada vez más individualistas, en la sociedad el capital nos está devorando. Tanto es así que el cambio climático está afectando, y están haciendo caso omiso y siguen los monopolios, explotan. Y los países imperialistas solamente están haciendo como que no existe. (Adriana, ENAH, Comunicación personal, 22 de septiembre del 2023).
Han dañado el ecosistema, han perjudicado con eso hasta el clima. Han dañado a la sociedad en general, a las personas, la salud de la nación, han dañado muchísimas cosas, han ayudado a fomentar la privatización del campo, han hecho que mucha gente pierda esa apropiación de la tierra, que pierdan ese sentimiento de pertenencia hacia el campo, hacia donde están. Y le han quitado demasiado al espíritu social de la comunidad. (Anónima, Colectivo Maleza, Comunicación personal, 10 de octubre del 2023).
Al igual que en los testimonios anteriores, para muchas otras personas jóvenes, uno de los efectos más preocupantes del capitalismo es la crisis climática. Como muchas personas de su generación, reconocen que enfrentan un escenario global sin precedentes, donde la crisis climática se ha convertido en una fuerza determinante, no solo en sus vidas cotidianas, sino también en sus preocupaciones políticas y visión del mundo. Crecen en un mundo donde los efectos de esta crisis, desde fenómenos meteorológicos extremos hasta la pérdida de biodiversidad, son realidades palpables y urgentes. Esta generación de jóvenes, más informada y conectada que nunca, ve cómo sus sueños y planes de vida se ven amenazados por un horizonte incierto. Como comenta una de ellas:
La crisis climática engloba todo, la escasez de los recursos, del agua, del alimento. Yo siento que las personas no saben el rumbo, el camino… hay como una desilusión, desesperanza, una aceptación de que las cosas son así, porque… mis padres, mis tíos, mis abuelos antes lo intentaron (cambiar las cosas) y no pudieron… creo que esa desesperanza en el futuro es lo que más pega. El mundo está en un constante conflicto por recursos y además de la crisis climática, es esta desilusión de las personas porque se ha intentado varias veces cambiarlo y no se ha conseguido y pues no queda más que aceptar tu futuro o bueno, lo que estás viviendo actualmente. (Guiomar, Colectivo Maleza, y colectivo Neurodiversidades, Comunicación personal, 5 de octubre del 2023).
A pesar de la incertidumbre y la desesperanza, movidos por la urgencia de la situación, las y los jóvenes de todo el mundo están colocando el tema medioambiental en el centro del debate público. Además llevan a cabo propuestas concretas de acciones cotidianas de resistencia. Un ejemplo son los huertos en los espacios universitarios o domésticos:
El huerto es nuestra manera de resistir en la cotidianidad (Paula, Huerto UAM-I/Maleza, Comunicación personal, 19 de octubre de 2023)
El huerto surge por las inminentes crisis que nos acechan, desde la crisis a nivel mundial, la crisis del agua, la crisis alimentaria, la crisis económica. Entonces les compañeres tienen esa idea de reapropiación de los espacios como una forma de de resistirse a estas crisis, de resistir y de combatirla. Yo lo veo como una relación simbiótica, de trabajar en armonía con esas áreas verdes, encontrar la forma de relacionarnos armoniosamente para que podamos obtener beneficios en colectivo. (Kendra, Colectivo Maleza, Comunicación personal, 11 de octubre del 2023)
La relación entre capitalismo y crisis climática que reconocen y señalan las y los jóvenes entrevistados, ha sido abordada desde la teoría a partir del concepto capitaloceno (Moore, 2017). De acuerdo con esta perspectiva, el sistema capitalista es el principal responsable de la degradación ambiental y de la posibilidad de llegar a un punto de no retorno en la vida en el planeta Tierra. Esta crítica enfatiza que las soluciones a la crisis deben considerar sus raíces económicas y estructurales más allá de los esfuerzos individuales o las respuestas tecnológicas. Considerar las especificidades histórico políticas de esta crisis y reorientar el camino hacia un mundo más justo en términos ambientales y políticos (Pérez, 2024). Pues, como señala uno de los testimonios, si este sistema no cambia, vamos a colapsar:
En general creo que el neoliberalismo lo que está demostrando en sí es que sí sirve, pero para solo un grupo muy selecto, para el 1% de la población mundial, y claramente nosotros no somos ese 1%, especialmente viviendo en México, y creo que está evidenciando que si este sistema no cambia, vamos a terminar colapsando el planeta, si es que no está ya suficientemente colapsado. (Nikte Ha, UPN, comunicación personal, 30 de junio de 2023).
En concordancia con estas críticas, la preocupación por el medioambiente que expresaron las y los entrevistados, no está desvinculada de un contexto económico, social y político injusto, precarizado y violento. De ahí que entiendan al capitalismo en relación con otros sistemas opresivos, como el patriarcado.
Yo no separo este sistema opresor capitalista del patriarcal y como una persona sexo disidente creo que eso en un principio me marcó, saber que el patriarcado pues también me afecta, ¿no?, y nos afecta a todos nosotros como personas, pero que esto no está desprendido, claro, de un sistema capitalista, de una forma de gobierno que oprime, que nos oprime como estudiantes, que no busca que seamos críticos, que aboga por el individualismo. (Ronaldo, colectivo el ambiente, comunicación personal, 29 de septiembre 2023).
La mención al patriarcado, al sistema de género y a conceptos provenientes del feminismo en las narraciones de las y los jóvenes, así como el hecho de que establezcan un vínculo entre el capitalismo y el patriarcado, nos habla de una conciencia de género que caracteriza a las generaciones actuales de jóvenes. También muestra el impacto que han tenido las movilizaciones feministas estudiantiles y juveniles en los últimos años, pues la reflexión política sobre el patriarcado permea otras luchas.
Para el feminismo, el patriarcado y el capitalismo se refuerzan y perpetúan mutuamente las desigualdades y la opresión, especialmente sobre las mujeres. El patriarcado, un sistema social en el que los hombres mantienen el poder y las mujeres están mayoritariamente excluidas de él, se entrelaza con las dinámicas del capitalismo, un sistema económico que prioriza la acumulación de capital y la explotación laboral. Bajo esta óptica, el capitalismo se beneficia y se sostiene en gran medida a través de la división sexual del trabajo, la cual relega a las mujeres a roles subordinados y a menudo no remunerados, como el trabajo doméstico y de cuidados (Federici, 2013). Este arreglo no solo perpetúa la desigualdad económica entre los sexos, sino que también solidifica la estructura de poder patriarcal, en la cual el control sobre la fuerza laboral y los recursos económicos permanece en manos masculinas.
Este sistema capitalista y patriarcal, que expande su lógica de explotación a todos los ámbitos de la vida, ha tenido un impacto directo en la vida de las y los jóvenes, quienes reconocen que es inherentemente violento, que impone condiciones de precariedad en las cuales es difícil luchar, pues es necesario asegurar la subsistencia.
estamos en una sociedad muy precarizada y cuando estás sumamente precarizado es muy difícil ser humanista, ser crítico, trabajar por ideales cuando tienes que sobrevivir y luchar por llegar al trabajo, por tomar el metro, porque te den la vacante, por dar de comer, por encontrar el lugar, por darle de comer a tus hijos o cuando estás en una lucha de la supervivencia (Adriana, ENAH, Comunicación personal, 22 de septiembre del 2023).
En este contexto de violencia que atestiguan las y los jóvenes, la violencia del narcotráfico es nombrada por uno de los entrevistados como “el rostro más violento del capitalismo”, destacando esa relación entre un sistema económico enfocado en la acumulación y la explotación de personas y recursos.
¿Por qué se promueve la irracionalidad?, con la irracionalidad me refiero a la violencia, al narcotráfico. El narcotráfico no es ajeno a la lógica de acumular riqueza y de tener más. No está tan distante de lo que produjo el capitalismo. Me atrevería a decir que es este un rostro más violento del capitalismo, una expresión muy violenta y muy agresiva de esa lógica de acumulación y de promoción de irracionalidad que es el asesinar al otro, que es el maltratarlo (César, Relevo XXI, Comunicación personal, 21 de octubre del 2023).
¿Por qué se promueve la irracionalidad?, con la irracionalidad me refiero a la violencia, al narcotráfico. El narcotráfico no es ajeno a la lógica de acumular riqueza y de tener más. No está tan distante de lo que produjo el capitalismo. Me atrevería a decir que es este un rostro más violento del capitalismo, una expresión muy violenta y muy agresiva de esa lógica de acumulación y de promoción de irracionalidad que es el asesinar al otro, que es el maltratarlo (César, Relevo XXI, Comunicación personal, 21 de octubre del 2023).
Otra consecuencia de este sistema, identificada por las y los jóvenes, es el debilitamiento de los lazos comunitarios al imponer una lógica de beneficio individual por encima de lo colectivo.
Por otra parte, para las y los jóvenes entrevistados, la educación es otro ámbito que se ve atravesado por la lógica neoliberal. Las restricciones cada vez mayores para el acceso gratuito a la educación o la calidad de la misma fueron algunos de los temas mencionados:
Y creo que el tema educativo está completamente correlacionado al neoliberalismo, porque al final la educación del Estado siempre tiene una intencionalidad […] se busca generar trabajadores que no sepan la lectura de contratos, que no sepamos cómo funciona la economía, […] entonces, nos queda sobrevivir en el capitalismo como podemos, consiguiendo el trabajo menos precario que podamos, eso es algo que está generando hoy la educación. […] Pero además con estas nuevas reformas, tratan de quitar materias como la filosofía, que esto tiene una intencionalidad muy clara que es simplemente matar el sentido crítico, para que la gente se conforme (Nikte Ha, UPN, comunicación personal, 30 de junio de 2023).
En este escenario, marcado por el capitalismo, el patriarcado y todas las violencias que producen, las y los jóvenes activistas se enfrentan a la precarización y la violencia, pero también proponen alternativas al modelo económico y social dominante. Buscan formas de “seguir existiendo de formas alternativas” a lo que propone este sistema, tal como señala un entrevistado:
“Creo que lo principal es tejer redes que nos permitan seguir existiendo de formas alternativas a esta forma que no nos tiene que dar miedo nunca de llamarle por su nombre que se llama capitalismo… en donde pues nos despedazamos, se despedazan unos con los otros y pues pienso que ahora con este tipo de movimientos y la memoria, el tejer redes se vuelve imprescindible” (Martín, Janice Bocca, Venceremos La Colectiva, comunicación personal, 2 de octubre 2023).
Tejer redes, construir huertos para el autoconsumo, organizar “mercaditas”, talleres de encuadernación para generar ingresos, son prácticas políticas que van más allá de las asambleas y las marchas, y a través de las cuales, las y los estudiantes enfrentan la precariedad que les ha tocado vivir. Como afirma Tsing (2021); necesitamos de la colaboración para sobrevivir en las ruinas del capitalismo. Las y los jóvenes lo saben muy bien, pues nunca han vivido en un mundo que no esté en crisis.
Así sean feministas, socialistas, colectivos artísticos o partidistas, desde su diversidad los activismos estudiantiles proponen alternativas al modelo económico y social dominante. Promueven la solidaridad y la conciencia social, crean redes de apoyo mutuo y fomentan los vínculos entre estudiantes y otros sectores afectados por el capitalismo. En su práctica política cotidiana, buscan construir caminos de la justicia e igualdad; señalan las desigualdades sistémicas, tanto de género como económicas, y buscan desmontarlas. A través de la acción colectiva y la solidaridad, buscan redefinir su futuro, apostando por la cooperación, la solidaridad y el bienestar común, en contraposición a la competencia y la acumulación individual de riqueza.
Visión crítica de la sociedad, la educación y la democracia
08
Tesis ocho
Los activismos estudiantiles contemporáneos se consideran herederos de las luchas estudiantiles históricas encontrando un sentido de continuidad en su práctica política.
Las y los estudiantes que hoy forman los activismos estudiantiles no aparecieron de manera espontánea; son parte de una rica tradición de luchas que jóvenes de otras épocas y lugares han emprendido, y cuyas voces y acciones resuenan en las prácticas y discursos de las luchas estudiantiles actuales. En esta tesis, afirmamos que los activismos estudiantiles contemporáneos son herederos y continuadores de esas luchas históricas. Las narraciones de las y los jóvenes entrevistados para esta investigación encontramos referencias a personajes, consignas y luchas del pasado, así como la influencia de éstas en sus propias prácticas políticas.
Si bien los contextos van cambiando, hay elementos que persisten en los últimos años y contra los que se articula la lucha estudiantil: las crisis económicas, las políticas neoliberales, las guerras, el autoritarismo y más recientemente el patriarcado. En su lucha, van construyéndose como actores políticos con una cultura política particular y una memoria histórica que los enlaza con otras luchas. Esto da lugar a los llamados “ciclos del movimiento estudiantil”, esbozados por diferentes estudiosos como Ordorika, Rodríguez y Antón (2017), caracterizados por periodos de activación y desactivación, que reflejan una memoria histórica alimentada por generaciones de estudiantes.
En torno a estos ciclos se ha formado una memoria histórica alimentada por diversas generaciones de estudiantes, logrando conformar un cúmulo de conocimientos no sólo para las formas de organización, sino también para la toma de una conciencia colectiva desde la que se fortalece la identidad estudiantil en el contexto de organización y movilización.
El activismo estudiantil tiene diversos referentes de lucha, se auto concibe como reproductor de los valores que impulsaron a otros movimientos sociales, sean estudiantiles o no, pero protagonizados por sectores subalternos de la sociedad. Por ejemplo, la rebelión zapatista de 1994 se convirtió en un referente nacional e internacional, en experiencia de aprendizaje y en modelo a seguir. El Consejo General de Huelga de 1999-2000 tomó las prácticas zapatistas como modelo para su propio movimiento, por ejemplo en sus formas organizativas asamblearias y otras estrategias (Meneses, 2009).
Pues como yo empecé de alguna manera trabajando aquí, en ese momento y cuando estaban los compañeros de los “Hijos de la cacha, pues esos compas traían mucho la escuela zapatista, entonces de alguna manera y creo más bien hablando de un espacio físico, ha sido un lugar donde han entrado un montón de movimientos, o sea, tantos movimientos agrarios como movimientos estudiantiles, de magisteriales, indígenas, feministas, todo eso ¿no? Entonces, pues es como muy complicado responder como una o dos o tres, más bien creo que en ese momento están los compas con el zapatismo y hacíamos, leíamos mucho sobre zapatismo, que fue donde yo también comencé. Yo comencé leyendo sobre zapatismo incluso antes de la ENAH, pero llegué acá y seguíamos leyendo cosas sobre el shock. (Anónima, Colectivo Ayotzinapa, comunicación personal, 29 de septiembre de 2023).
La memoria histórica de los movimientos estudiantiles es esencial para la identidad y la conciencia colectiva. Este legado se nutre de experiencias y saberes transmitidos por generaciones de estudiantes, medios de comunicación y publicaciones académicas. Testimonios como el anterior enfatizan la importancia de recordar las luchas pasadas para nutrir las luchas presentes. Algunos de los referentes de luchas históricas mencionadas por las y los estudiantes entrevistados son el movimiento del 68, los movimientos agrarios y guerrilleros de los años setenta, la rebelión zapatista, la huelga estudiantil del 99, el movimiento #YoSoy132; el movimiento por los desaparecidos de Ayotzinapa, el movimiento #TodosSomosPolitécnico, las movilizaciones feministas, entre otras.
Otros referentes mencionados por las y los entrevistados provienen no de las luchas en sí, sino de familiares, docentes, pares o por las características propias de su carrera universitaria. La herencia de los movimientos estudiantiles también se ve reflejada en la influencia familiar.
Así, las luchas históricas, las experiencias familiares, las influencias de docentes o pares, se van constituyendo en un cúmulo de experiencias a las que las y los jóvenes estudiantes recurren y con las que configuran su propia experiencia de organización y lucha. No sólo recuperan las demandas y experiencias del pasado, sino que las reinterpretan y actualizan con procesos que se dan en la coyuntura actual.
No nacemos así de la nada en el 2013, venimos de un proceso histórico donde desde el 68 la huelga del 99 pero parte también de las luchas del movimiento democrático independiente, pues son parte también de nuestra historia. En ese sentido, pues buscamos retomar bastantes cosas también. Todo lo que planteamos y decimos no es nuevo. No, no es que nada más nos iluminó Marx y ya si no han sido planteamientos que hemos retomado, de todos esos procesos y que ahorita siguen siendo vigentes (Roberto, OLEP, comunicación personal, 31 de octubre 2023).
El testimonio anterior ilustra cómo los jóvenes activistas se reconocen como parte de una serie de luchas históricas y no como entes aislados y surgidos de manera espontánea. No obstante, se constituyen también y fundamentalmente, en respuesta al contexto actual, en el que la violencia en sus múltiples expresiones es uno de los temas más mencionados por las y los entrevistados:
A mí me pegó mucho cuando encontraron a Leslie, la encontraron al lado del canal este de Xochimilco, uno de los canales obviamente violada y asesinada y su bicicleta, porque ella siempre llegaba a la escuela en bicicleta y le fueron a botar su bicicleta y a ella como si no valiera nada. Entonces está todo el tema de los 43 y entonces me empieza a pegar eso, porque es como por qué a nadie le importa o porque nadie está volteando si nos están matando, en general pues estos compañeros que fueron víctimas de ataques por miles, o sea que jamás pudieron salir de la prepa (Araceli, Resistencia Estudiantil 2 de octubre, comunicación personal, 11 de octubre 2023).
En suma, en esta tesis planteamos que los activismos estudiantiles contemporáneos son herederos de las luchas históricas. Nutren su comprensión del mundo y su práctica política de las experiencias personales, familiares y de luchas pasadas y recientes. Así van tejiendo la continuidad y la transformación en la lucha por la justicia y la democratización de la educación y la sociedad.
09
Tesis nueve
Las y los jóvenes de los activismos estudiantiles reconocen la importancia de la salud mental, no como un asunto individual sino colectivo y político. El respeto, cuidado y atención a las necesidades emocionales y mentales es un terreno clave de disputa política.
Como parte de un contexto en el que la vida se presenta cada vez más precaria y el futuro poco promisorio, las y los jóvenes activistas ponen el acento en las afectaciones emocionales y mentales que viven. En esta tesis queremos destacar la novedad de este tema en la lucha estudiantil; la politización de un asunto que suele pensarse como individual, así como lo subversivo que resulta reconocer la vulnerabilidad y contrarrestar los discursos que les tachan de “generación de cristal”.
La pandemia por covid fue un punto de inflexión en la vivencia y reflexión sobre la salud mental de las personas jóvenes. El confinamiento, el aislamiento social y la digitalización de ámbitos vitales manifestó con mayor contundencia la precariedad de la vida, la incertidumbre y el futuro poco alentador propios del contexto capitalista. Tal como lo recuerda uno de los entrevistados:
No fue hasta la crisis sanitaria que en verdad fue como un choque con una realidad que es cruel, una realidad que podría parecer totalmente desalentadora, desesperanzadora, llena de injusticias, que todo lo que trajo, no solamente en el aspecto económico, en el aspecto de vidas, en el aspecto social también, sino psicológica y emocionalmente lo que significó para nosotros (Iván, Colectivo Estudiantil Vox Pópuli, comunicación personal, 23 de junio de 2023).
De acuerdo con la OMS, durante el primer año de pandemia, la prevalencia de ansiedad y depresión aumentó en un 25%, siendo las personas jóvenes y las mujeres los grupos más afectados (OMS, 2022). En América Latina y el Caribe, el 15% de niñas, niños y adolescentes viven con algún trastorno mental diagnosticado; una cifra mayor al promedio mundial. Además, cada día mueren por suicidio 10 adolescentes en la región (UNICEF, 2021). En este escenario, las y los jóvenes entrevistados reflexionan sobre la salud mental concibiéndola como resultado de un contexto social y político particular, propio de un momento histórico como el presente, y no como un asunto individual. Además, identifican cómo ciertas dinámicas universitarias promueven las afectaciones a la salud mental:
El testimonio anterior permite advertir una conciencia sobre el carácter colectivo de la salud mental: si todos estamos tristes significa que es un problema colectivo, por tanto, la solución no puede ser individual, sino justamente colectiva. Este paso de lo individual a lo colectivo recuerda a la propuesta política del feminismo radical de los años setenta: “lo personal es político” (Hanisch, 1969/2016). Así como en la lucha feminista, en el tema de la salud mental, las y los estudiantes se dan cuenta de que están frente a un síntoma social, producto de estructuras de opresión como el capitalismo, el patriarcado, el adultocentrismo, o de sistemas educativos opresivos. Y que dicha situación no se va a solucionar con “pensamientos positivos”, ni de un día para otro, como dicta la ideología neoliberal, sino con organización y trabajo colectivo.
Por otra parte, la tendencia a la autoexplotación, profundamente arraigada en el capitalismo contemporáneo, no es ajena a los espacios educativos:
Es algo que se promueve mucho, o sea, como de no, tú no vas a poder dormir, no vas a poder comer bien… O sea, es algo deseable, que tu salud mental esté mal hasta cierto punto y pues en la facultad de química ha habido suicidios, o sea dentro de la facultad también en medicina ¿no? Pero nunca, nunca lo atribuyen como a un problema… son de las facultades que tienen el índice de reprobación más alto… pues si todos reprobaron, algo está mal, ¿no? O sea, no es una persona que reprueba, sino que todos reprueban. Tienen modelos educativos que están mal (Atziri, Relevo XXI/Releva, Comunicación personal, 4 de octubre del 2023)
Este fenómeno se evidencia en una narrativa que exalta no dormir, no comer bien, trabajar hasta la extenuación como símbolos de éxito y logros académicos. Estos discursos no sólo reflejan sino que intensifican la lógica capitalista de autoexplotación identificada por Han (2022), al inculcar en las y los estudiantes la idea de que su valor y su identidad profesional dependen de su habilidad para aguantar y trascender límites extremos de presión y cansancio, deteriorando su salud física y mental y minimizando la importancia del cuidado y la solidaridad mutua, fundamentales para crear lógicas comunitarias que se opongan al neoliberalismo. Esta tendencia a la autoexplotación supone un cambio significativo del ethos educativo, de una formación integral y humanística hacia la lógica de competencia intensa y sobreproducción capitalista.
No obstante, las y los jóvenes entrevistados son críticos de estos discursos y a partir de la conciencia del problema de la salud mental como un asunto común, se gesta la organización y se incorporan demandas en los colectivos estudiantiles que buscan la atención y reconocimiento a la salud mental, ampliando las perspectivas de la acción colectiva y visibilizando situaciones que hasta hace poco quedaban en la sombra. Por ejemplo, en la UNAM, las vivencias y denuncias de estudiantes de medicina en torno a temas como suicidios, acoso, y violencia de género impulsaron la movilización estudiantil, tal como narra Fernando:
El año pasado se juntaron varias cosas, hubo una serie de suicidios en primer lugar, cambiaron la forma de evaluar que habían implementado en la pandemia… además de que hubo una serie de suicidios, muchas denuncias de acoso, muchas denuncias de violencia psicológica contra varios doctores. Por lo que se inició un paro que duró prácticamente todo septiembre (Fernando, Mediqueers, Comunicación personal, 10 de noviembre del 2023).
Esta situación no es específica de la UNAM, es reflejo del contexto capitalista y patriarcal que enfrentan día a día las y los jóvenes de todo el mundo. De ahí que el paro y todas sus acciones de protesta nos hablan de una conciencia crítica de cómo factores externos como el capitalismo o el patriarcado influyen en las dinámicas educativas y sociales, violentándoles y exacerbando el daño a su salud mental.
En este sentido, planteamos que la lucha por la salud mental y el reconocimiento de las neurodivergencias es un terreno de disputa, pues reta la concepción capitalista y neoliberal que impone una sola forma de ser, una normalidad que es la que se ajusta a las necesidades de producción y acumulación. Quienes se salen de dicha norma revelan que el sistema excluye a la diversidad de experiencias humanas y esa revelación es profundamente política. Aún más, quienes, a pesar de la ansiedad, la depresión y otras afectaciones emocionales y mentales, deciden organizarse, muestran una politicidad juvenil que desafía la lógica neoliberal.
Así, la salud mental emerge como uno de los asuntos clave de disputa política para esta generación de jóvenes. Como parte de un contexto en el que el capitalismo, el patriarcado y la pandemia imponen condiciones de vulnerabilidad a la vida y al futuro, las y los jóvenes ponen sobre la mesa a la salud mental. Sacan este tema del ámbito privado y personal y lo señalan como un asunto colectivo y profundamente político. Esta politización de la salud mental es una característica emergente de los activismos estudiantiles contemporáneos.
Bloque 4
10
Tesis Diez
Frente a la hostilidad del mundo, las y los jóvenes de los activismos estudiantiles sueñan con entornos libres de violencia en donde la ternura y el cuidado colectivo sean la base de una sociedad más justa e igualitaria.
Es común asociar a la juventud estudiantil con la rebeldía y con los ideales de justicia y libertad. Se ha llegado a decir, tal vez exageradamente, que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción, sin embargo, lo cierto es que los activismos estudiantiles también cuentan con una fuerte dimensión idealista y utópica. Esto es así porque también se suele destacar la capacidad de acción de los jóvenes estudiantes, su valor y radicalidad, así como su capacidad de activar otras luchas y formar cuadros de partidos políticos de izquierda, por ejemplo, a través de los cuales luchar por tener una mejor sociedad en el presente y construir en un futuro deseable y posible un mundo mejor. De esta manera, la dimensión utópica se convierte en un elemento central de su cultura política al permitirles soñar una sociedad diferente a la actual.
Ello los lleva a pensar y actuar para construir una universidad y una sociedad donde la igualdad, la justicia y los espacios de participación sean elementos que rijan la convivencia social. La erradicación de la violencia y las hostilidades que enfrentan también forman parte de su horizonte utópico, lo mismo que la superación de las situaciones que vulneran su estabilidad emocional y psicológica.
La búsqueda de la igualdad y la justicia ante un orden deshumanizado, así como la defensa de la universidad pública y gratuita como elementos que constituyen parte de sus ideales y aspiraciones para un mundo y una sociedad mejor estuvieron presentes en las entrevistas. La utopía sigue presente en los activismos estudiantiles orientando su acción y contribuyendo a prefigurar una sociedad y una universidad distinta a la que perciben como un proyecto de las élites y los intereses de los grupos poderosos. Aunque no siempre se refieren a la utopía como algo presente o que tienen que buscar con su acción política se puede inferir en la respuesta de los y las activistas la necesidad de pensar y soñar en una nueva sociedad a partir de necesidades y aspiraciones que cobran significado en su día a día.
Esta dimensión utópica resalta la importancia de los deseos, sueños y esperanzas de los y las activistas en la formación de sus prácticas políticas y reconoce su capacidad de imaginar y luchar por futuros alternativos tanto en el plano educativo y de sus espacios universitarios como en sus lugares de residencia o en el plano más amplio de la sociedad. La utopía y los sueños mantienen viva la esperanza de seguir luchando. La hostilidad del mundo, la violencia, la inseguridad y la incertidumbre genera en los y las activistas estudiantiles la necesidad de pensar en futuros muy otros, deseables y humanos ante la barbarie y la sinrazón. Un activista nos da este testimonio:
Sí fantaseo mucho con una sociedad utópica perfecta, donde todo ser humano, toda especie que esté en convivencia y en existencia tenga libertad, tenga decisión propia. Y yo sostengo mucho que la respuesta combativa al neoliberalismo, al capitalismo, a todo esto que conocemos, está en lo colectivo, en el amor, en la ternura y en la comprensión, en lo revolucionario, en donde no le tengamos miedo a todo esto que nos mueve como humanos, como personas, que son las emociones, no desde el amor romántico, sino desde el amor reconstruido, en donde nos vemos como personas que necesitan del otro, porque si no, no existimos y ya (Joel, Colectivo 2 de octubre, comunicación personal, 29 de septiembre de 2023).
Otros testimonios asocian la utopía a la plena realización de la idea de libertad y a la necesidad de tener más tiempo para realizar actividades que vayan más allá de las obligaciones que implican trabajar o estudiar. Este activista piensa un mundo:
En el que la gente pudiera realmente hacer las actividades que quieren o las actividades económicas que quiera. Desde el que pudieran tener obviamente tiempo para el esparcimiento y el acceso al arte. El acceso a las artes, la cultura y la historia. Que tuviera tiempo para el ocio y juegos, además de poder trabajar, eso es posible (Donovan, Coordinadora Estudiantil Politécnica, comunicación personal, 28 de septiembre de 2023).
La visión utópica de los estudiantes destaca la relevancia del acceso a las artes, la cultura, el juego y la historia, en una visión holística de las personas. Esta perspectiva utópica se contrapone al productivismo de la sociedad, donde no hay tiempo para otra cosa que no sea producir.
Las y los activistas estudiantiles encuentran rasgos de la sociedad utópica en el campo de las interacciones cotidianas, donde quisieran observar los cambios que producen sus activismos.
Sueño en una sociedad libre, quisiera algún día morir en una sociedad en la que una persona puede dar contenido a su vida y nadie se lo va a robar, no va a haber un Estado que le arrebate el contenido que esa persona le quiera dar a su vida. No va a haber una escuela que reprima sus aspiraciones, no va a haber una familia que le impida expresar quién es, en el sentido de con quién quiere tener una relación, cómo se quiere vestir. Sueño con esa sociedad, en la que todo ser humano le pueda dar el contenido que quiera a su vida sin el miedo de que se lo arrebaten o de que le arrebaten la vida (Joel, Colectivo 2 de octubre, comunicación personal, 29 de septiembre de 2023).
Buscar la democracia, soñar con una sociedad donde las personas estén politizadas para exigir sus derechos y buscar la libertad y la justicia son otros elementos centrales en la sociedad ideal que pretenden construir los y las estudiantes.
En la visión utópica de la sociedad la presencia de la democracia como forma de organización está presente, una democracia profunda con una población bien politizada permitiría una mejor organización social, dado que la distancia entre gobernantes y gobernados podría ser menor. Además, esta politización se puede favorecer desde la educación para construir una ciudadanía crítica y participativa.
En la visión utópica estudiantil lo social debe lograr transformar la vida cotidiana de las personas y su construcción de sentido, para ello la educación, en su sentido amplio, debe ser una herramienta trascendental de transformación subjetiva que pasa no solamente por la acción sino por el pensamiento, por la visión que se tenga del mundo y de la sociedad. Una transformación de la sociedad requeriría también el cambio en la manera en que comprendemos el mundo y las relaciones con las y los otros.
La noción de justicia también forma parte de la visión utópica de la sociedad. Desde una perspectiva de las emociones la visión utópica debe incluir la ausencia de miedo, como una condición necesaria. También se destaca la distinción entre “vivir” y “sobrevivir”, expresando de manera sintética la diferencia entre la sociedad actual –sustentada en la carencia– y una sociedad ideal que satisfaga las necesidades y las vea como derechos.
En las entrevistas fue recurrente escuchar que los activistas sueñan con una universidad pública que mantenga su carácter gratuito y que garantice una educación para todos o para la mayoría con la finalidad de que contribuya a mejorar la sociedad al reducir las desigualdades, buscar la democracia y luchar por la justicia. La lucha por mantener el carácter público y gratuito de la educación superior siguen siendo dos referentes de los nuevos activismos estudiantiles y forman parte de su horizonte utópico al considerar que una mejor sociedad debe incluir una buena educación y particularmente una educación superior que garantice el derecho a la educación universitaria a las y los jóvenes de nuestro país.
En el estudio realizado fue frecuente la mención a la necesidad de construir una sociedad en la que haya ayuda solidaria entre las personas, donde el cuidado y el autocuidado contribuyan a evitar la violencia y los abusos, así como a sanar las heridas que una sociedad violenta genera. Por ello es importante creer en la humanidad.
En los colectivos más politizados se sigue observando una crítica hacia el capitalismo que se percibe como el origen de todos los problemas sociales incluyendo la violencia y los problemas de inseguridad. Problemas como la explotación se relacionan con las desigualdades de género que se han construido en la sociedad y que se enfatizan en la etapa del neoliberalismo. El capitalismo voraz junto con el patriarcado perpetúa las desigualdades estructurales precarizando la vida, a esto se suma la pandemia, que ha revelado las grietas profundas de un sistema que prioriza el beneficio económico de unos cuantos sobre bien común.
El cuidado como un asunto colectivo que posibilita una vida mejor, así como la ternura, la suavidad, aparecen en las narraciones como una forma de contrarrestar la hostilidad y violencia del mundo. Los y las activistas estudiantiles sueñan con un mundo mejor, menos violento, suave, tierno y cuidadoso, no sólo para los humanos, sino para los demás animales y la naturaleza. Un mundo en el que se reconozca la interdependencia y, desde ahí se construya una sociedad justa e igualitaria.