Facultad de Derecho
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Ribera verde de los prados
que adornan las costas del mar,
fuerte y firme cual los hados
que me llevan a ti y a tu altar
¡A ti te entrego mi vida,
en ti llora mi raudal!
He perdido a mi querida,
tú la has guiado a su final
No hallo más sentido
a este luengo y triste vivir,
¡oh, gran ribera!, yo te pido:
que en tu lecho me dejes morir
¡Llévame junto a ella
y fúndenos en la mar!
Es la mujer más bella,
a su lado quiero estar.
Este poema puede parecer que se refiere y se le canta a una amada, a la dama que falleció, pero no es así. Este poema expresa que quien lo canta está herido y osa morir para finalmente encontrarse con su amada querida; no obstante, esto pasa a segundo plano, pues el primer canto es a Dios. El hombre del poema le canta a Dios. Dios es la ribera verde que adorna los prados del mar; el mar es el cielo. Dios adorna el cielo (la ribera adorna el mar).
Los hados son el destino, cuya fuerza y firmeza, tan similar a la de Dios, llevaron al hombre ante su Dios y su altar, con la única finalidad de calmar por su muerte, misma que puede parecer trágica, pero, en realidad, es un reencuentro con quien él ama.
El hombre entrega su vida a Dios (a la ribera); en la ribera llora (En Dios llora y se acongoja, en él y ante él muestra su sufrimiento) y sufre, pues ha perdido a su querida porque la ribera la ha llevado (Dios la guió con él, la ribera se llevó a su amada). Desahuciado y sin hallar sentido por su larga y ahora triste vida, el hombre clama y pide a la ribera que lo deje morir (le pide a Dios que lo recoja). Pide ser llevado con su amada, pide ser unido en el cielo a ella (“fúndenos en la mar”). Pide ser llevado a lado de su querida a quien él ve como la mujer más bella de todas, como la mujer con la que él quiere estar.
Finalmente, el título es una oda, no a la mujer, sino a la ribera; a Dios. Es una oda a Dios. Es una oda a ti, Dios.
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