Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9
Es común que nos involucremos en el entorno escolar desde muy temprana edad. La mayoría de nuestra juventud la pasamos en instituciones educativas pues resulta evidente que estas instituciones influyen en nuestra formación y crecimiento. Se nos instruye académicamente, desarrollamos conocimientos generales sobre ciencia, política, arte y cultura. Asimismo aprendemos las bases sobre la convivencia social y sus normas.
En nuestros primeros años de infancia toda nuestra interacción social depende únicamente de nuestros padres o tutores. Esto cambia al ingresar a la vida escolar, al estar rodeados de compañeros con edades, contextos e intereses más cercanos a los nuestros, normalmente las dinámicas de aprendizaje fomentan la formación de vínculos interpersonales y su fortalecimiento. En la formación de estos grupos sociales se establecen objetivos, así como jerarquías: desde los docentes como una figura de autoridad o en ocasiones de temor, como los líderes, que se asignan a grupos por roles académicos que es necesario desempeñar o ya sea de una forma más relacionada al reconocimiento y admiración de sus compañeros.
Todo esto termina convirtiendo las instituciones en modelos sociales. El objetivo primordial de la escuela es la mayor preparación posible para afrontar las circunstancias de la vida esto hace que desde sus orígenes la enseñanza esté estrechamente vinculada con el trabajo, pero en tanto las necesidades laborales evolucionan constantemente es natural que la escuela también se adapte a los requerimientos de nuestra era.
Es una necesidad entender los esquemas sociales y encajar en ellos, de esta forma la escuela fomenta el desarrollo de esta necesidad, así como múltiples habilidades, sin embargo puede suscitarse que el desarrollo de conocimientos esté acompañado de estrés, ansiedad y una deshumanización de los individuos. Se vuelve común que se nos limiten comportamientos, por ejemplo, suele ser que nuestra infancia se convierta en una etapa que tiene que dejarse atrás para luego ser considerado apto: si no usas un uniforme, si no eres serio, si no callas y escuchas, eres condenado; así que tienes que dejar de jugar, dejar de divertirte y dejar de expresarte o como mínimo limitar cualquier comportamiento similar y esto no se estipula en un reglamento o al menos, no en uno escrito y oficializado. Se nos exige madurez y crecimiento.
A lo largo de los años nos vemos obligados a adoptar una función, actuar como máquinas que sólo produzcan y que lo hagan silenciosamente. Máquinas que chocan con las preguntas, pues responderlas es una capacidad a la que solemos aspirar por mera casualidad. Somos herramientas nada más para operar otras máquinas, de esta manera el sistema logra usarnos unos a otros: como herramientas, porque a eso se nos limita ser, sin importar cuál sea tu vocación, esto no cambia incluso con la gran variedad de opciones laborales que hay. Este es uno de los enfoques más crueles que se aprende en la escuela pero se debe al reflejo que es la escuela de la sociedad y no se aprende impartido por maestros, es el mismo trato que se da entre alumnos y entre maestros.
Si bien se fomenta la creatividad, la comunicación y la capacidad de cuestionamiento, la premisa es “está bien lo que haces, si lo que haces genera”. Y si tienes un talento tienes que venderlo, de otra manera es inútil, así, la escuela es un esquema contradictorio donde se te da libertad y al mismo tiempo te la arrebatan todo el tiempo, pues tienes que ser más grande de lo que eres, saber más, esforzarte más…
Con tanta presión resulta común un estancamiento académico que puede resultar en deserción escolar o generar problemas mentales como lo son la depresión y la ansiedad. Si tienes la capacidad para avanzar tú mismo tienes que dejar una parte de ti atrás, pierdes aquello que no te sirve, se desecha; así solo mantienes la individualidad a manera de ventaja sobre los demás. Es innegable que gracias a la competencia y exigencias se desarrolla nuestro potencial, pero ¿vale la pena si no terminamos siendo nosotros? Si terminamos siendo una imitación, un molde repetido, un adulto ejemplar, un trabajador ejemplar y terminamos estancados en una vida que no nos pertenece, con sentimientos reprimidos, con una frustración arraigada. Me pregunto, ¿cómo podemos romper con este esquema que nos oprime?
Sería irreal darle una solución absoluta a esta problemática, después de todo esto no es algo exclusivo de la formación escolar actual sino algo propio de nuestra cultura. Ahora bien, ¿por qué abordar el problema desde la educación? Creo que debemos partir de ahí pues soy testigo que no he sido el único afectado por este sistema de competencias y deshumanización, deberíamos apoyarnos en estos espacios en los que podemos llegar a tener impacto para gradualmente generar un cambio para mejor, asimismo, creo que no deberíamos dejar que las expectativas tanto propias como de nuestros círculos cercanos nos aplasten. Más bien debemos aprender a entender y abrazar el fracaso para evitar convertirnos en máquinas con habilidades nacidas de la obsesión y no de la pasión, es importante no dejar atrás las cosas que, por inútiles que parezcan, son parte de nosotros y se vuelven parte fundamental de nuestra identidad.
Por: Mariana Shanti González Almaguer
Los libros son amores para la eternidad
Por: Sebastián Coronel Osnaya
Mi paso por la carrera de Derecho en FES Acatlán
Por: Ximena Cortés Gutiérrez
¿Por qué Carrie es la protagonista, si ella parece ser todo un desastre?
Por: Diego Cisneros Godínez
Esta película es además una crítica al neoliberalismo