En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Corpoguajira / razonpublica.com
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Itzel Guadalupe Alanís Espinoza

Facultad de Estudios Superiores Aragón

Soy estudiante de comunicación y periodismo en FES Aragón. Me gusta el café, escribir, leer sobre historia o política, escuchar música, reflexionar sobre la vida. También me fascina el anime de los 2000.

El poder de los profesores para marcar a sus alumnos

Número 15 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2024

Por qué es necesario transitar del modelo violento de enseñanza

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Itzel Guadalupe Alanís Espinoza

Facultad de Estudios Superiores Aragón

A lo largo de nuestra vida hemos afrontado diversas experiencias con profesores. ¿Recuerdas ese profesor buena onda que le apasionaba enseñar y, al ver su determinación, hizo que tú también ames esa materia? O por el contrario, en estos momentos viene a tu memoria ese docente que te ponía miles de obstáculos para que no aprobaras su materia o simplemente porque no le caías bien. Los profesores son como dulces, hay de diferentes tonalidades, algunos te gustarán y otros no, pero de ellos siempre se te pegará algo en tu memoria.

Nunca fui una alumna destacada en los estudios y para explicarlo hay que viajar en el tiempo. Estudié el kinder en 2005, ahí conocí a mi primera profesora llamada Marina, era alta y frondosa. En el salón de clases yo era una niña hiperactiva y a la vez floja, una extraña combinación. Mis papás me inscribieron a una escuela particular, iba a egresar con la posibilidad de leer, escribir, sumar y restar y así fue, pero, ¿así de fácil? 

Marina dictaba las restas que teníamos que realizar en la clase y a mí se me dificultaron un poco, siempre era de las últimas en acabar. Por ello, Marina me colocaba parada frente a su escritorio para observar que hiciera el trabajo y si no me apuraba sacaba su as bajo la manga: un palo de aproximadamente 20 centímetros que guardaba en el cajón superior izquierdo del escritorio y me pegaba en la cabeza. En mi mente creía que eso era normal y no se me hacía relevante contarle a mis padres, para que no me regañaran o algo así, dado que pensaba que eso me pasaba porque hacía mal las restas y por otro lado, no quería que se preocuparan por mí ya que trataba de no darles problemas. 

En esa época yo tenía una mejor amiga, Karen. La quería mucho y ella a mí, en una ocasión ella le platicó a mi mamá que Marina usaba un palo para pegarme 

–¿Por qué no me dijiste nada? –me preguntó mi mamá 

–No quería que se preocuparan por mí –argumenté. Y eso aún no se me ha quitado, nunca me ha gustado causarles molestias. 

Mis papás procedieron a reclamar a la dirección con la directora Vicky. Ella me dijo que fuera por ese palo para enseñarselo, fui al salón a revisar ese mismo cajón y no había nada, Marina se lo había llevado. No sé cuáles fueron los términos en los que quedaron la directora con mis padres pero después de eso me dejó de pegar, pero no corrieron a Marina aunque se supone que esto tenía que haber sido lo ideal. 

Los años han pasado y ahora con las redes sociales he conocido a varios jóvenes queriendo ser maestros o que incluso ya lo son. A través de sus perfiles publican vídeos sobre la manera de enseñar a sus alumnos mediante la diversión. “Si tan solo me hubiera tocado esa suerte”, pensé. Ahora algunos profesores millennials crean dinámicas bastante estructuradas para una mejor comprensión en los temas y otras para motivar a sus alumnos. Por ejemplo, se ha popularizado un vídeo titulado “La cámara”, en él los maestros construyen una cámara para poder fotografiar a sus alumnos, en cada foto escriben un mensaje con las cualidades de cada uno o en la fotografía salen la profesión que se quiere dedicar cada estudiante, esto con el fin de que no deserten de sus sueños.

Ahora con esta nueva ola de profesores estoy confiada de que poco a poco el vínculo entre maestro-alumno será inquebrantable y de empatía. Los alumnos podrán recordar con buenos pensamientos a aquella persona que confió en ellos. 

A lo largo de mi vida académica descubrí a pocos profesores que tenían como prioridad ayudar a sus alumnos, incluso fuera de las aulas. Son personas que nunca en mi vida creí encontrarme por las malas experiencias del pasado, pero que aparecieron en mi vida, que creen en mí y que me han ayudado a que yo crea en mí.

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