Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo
Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo
Ya no estamos completos. Levanta la cabeza. ¿Dónde quedaron esos días? Se los llevó el tiempo y la memoria. Escapando de la vida. Escapando de frutos ausentes. No se fueron, se los llevaron. No tengo miedo a perder ninguna vivencia, porque no hay nada más sagrado que aquellos momentos clavados en mi interior. No tengo miedo a perderme. Elijo vivir mi aventura antes de que tú me arrastres por el suelo a la tuya. Elijo poner los pies sobre mi propio cielo. Ya no tengo miedo de caerme en tus labios, porque sé que nunca más volveremos a volar. No tengo miedo de envejecer en soledad. Elijo mi frente arrugada en lugar de un laberinto de promesas fantasma. Elijo morir antes de no ser verdadera. Pasará el tiempo por encima de nosotros. Aun así estoy consciente de que me enseñaste el amor anidándome en tus brazos. Reconozco que guardaste todas las flores de este mundo para dármelas a mí, haciéndome descubrir la belleza de la tierra. Subí por tus curvas montañosas, un majestuoso sitio para extasiar el alma. Recorrí tus paredes rústicas mientras me mirabas con ojos desérticos. Me sentía como abeja perseguida por la vida. Ahora simplemente soy la abeja sin flor, la flor sin abeja: solo soy libre cuando vivo sin causa ni consecuencia. Solo quiero soñar despierta y enamorar mis sentidos con la dicha de vivir nuevos amaneceres. Sentir el florecer que se aproxima dentro de mí y apreciar la transformación como aquel viejo árbol de granadas del que constantemente emergen brotes de un verde joven y armonioso y que al paso del tiempo, su piel brillante se comienza a teñir de un rojo profundo como si fuese el querer que derrama desde sus raíces hasta sus ramas, acogiéndonos a todos con el color que anuncia el esfuerzo intenso por encontrar la luz en cada rincón de uno mismo. Recordar el sentido de lo más simple, de lo sencillo, de lo más humilde. ¡Quién en su vida no se ha enamorado! porque yo nuevamente siento que hay algo surgiendo dentro de mí. Ya no estoy enamorada de un físico ni de sentimientos monótonos. Me he enamorado de un lugar mágico, un rincón pequeño a la sombra de un gran árbol de granadas, poblado de hermosas hojas y de ramas con pájaros cantores, justo al lado de un pequeño arroyo de agua cristalina donde el agua siempre fluye hacia adelante y el árbol da sus frutos una y otra vez aunque nadie se los coma. Es aquí donde he aprendido a liberarme sin obstáculos que frenen la esencia que cargo. Es aquí donde he aprendido otras formas de amar y de apreciar la belleza de lo que me rodea para sentir plenitud y descubrir que la naturaleza también me abraza. Al mirar mi reflejo en el agua me di cuenta de que la sonrisa enamora y que la risa no tiene faz y es incolora, pero lo más importante, es que el color de la granada nos ayuda a encontrar la luz en cada rincón de nosotros mismos.
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