Facultad de Química
Facultad de Química
Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, borra tu pasado, desconoce tu presente.
Borrarte es detener mi marcha, detener el violento calor que provoca una reacción. Mi vivencia es suministro de mi cambio. Tu marca es energía y mi ectotermia es mi transformación. El amor es espontáneo, no cuantificable y sin conductas de mantenimiento. No desaparece, solo se transforma. Mi pasión ahora es agradecimiento.
Sentados en un costado de la Facultad de Odontología, mientras tenías un chocolate en tu boca me provocaste mucha ternura, si pudiera dejarte entrar a mi mente y vieras la manera en que te recuerdo…
Aún ahora que sólo estoy escribiendo lo que ha pasado por la intimidad de mis ojos, lo escribo con mucho amor y sigo sonriendo al recordarlo. Con tus incitantes movimientos faciales para derretir dentro de tu boca el chocolate, tú y tus chinitos que aún me tienen maravillada, tus ojos en armonía con tu cejitas que expresaban la conexión de tu mente y tu rostro, todo eso, todo tú como la toma central de esa escena que guardo como fotografía en mi mente. De fondo, un sol muy amarillo combinado con otros espectros visibles como el rosa y narajado, denotando que el día estaba apunto de llegar a su trance con la noche, gente pasando y tu voz que me permite saber que he comparado de manera errónea este momento, porque no sería justo reducir esto a una fotografía: yo te vi, te escuché, te sentÍ, te viví.
Es mucho más que una imagen capturada en papel, es mi querer en resistencia de no olvidarte cuando no estás cerca. Confieso mi deseo ininterrumpido por tu contacto. Provocaste toda esa apreciación a tu atractivo, causaste la revaloración de mi hábito, caí en cuenta de lo mucho que disfruto esto: la forma en que siempre llego a tu recuerdo y me siento nerviosa, sí, cosas tan naturales y aparentemente insignificantes, se han vuelto diferentes, tú las has vuelto especiales.
En nuestras palabras, hablaste de lo complicado que sería explicar qué es el rojo para alguien que nunca ha visto el rojo. Así la conversación se tornó un poco metafísica cuando en acuerdo dijimos que a veces para entender algo se necesita de su contraparte, una dicotomía que más que separar, une los conceptos para el entendimientos de ambos. Deja de ser uno la oposición del otro y se convierte en el reconocimiento de uno.
Los sentimientos y acciones que provocas en mí no eran antes permitidos, los has delatado, son tan ajenos y propios a mi reconocimiento: ellos se contraponen, y yo me conozco y desconozco al mismo tiempo cuando estoy contigo. Con este mutable sentimiento en función del tiempo, pienso que de alguna manera definir es limitar la indeterminación de mi querer futuro. No puedo conocerme a mí misma sin primero desconocerme y no puedo saber que me desconozco hasta conocerme. Dentro de mi desconocimiento me encanta no saber nada, nada de ti, nada de mí. Saber de ti es todo lo que quiero saber.
Lo que intento decir con esta sobrada mención a mi mente, es que estar enamorada es al mismo tiempo un proceso de autoconocimiento, donde lo más confuso es la diversidad de expresiones en los sentimientos. Y es que tú para mí eres depósito de significados, eres todo mi punto de comparación, mi carbono 12.
Todo lo que viví, vivo y viviré, son experiencias pilotos y el significado que les doy son una introducción a introspecciones a las que no podría llegar sin conocerte. Todo eso y más, sin que yo lo decida, te vuelves especial en mi existir. Ahora eres parte de mi historia.
La manera en que exhibes mis necesidades, mis vacíos, mis traumas, mi esencia. El dolor que incita a enfrentarme. Sensaciones tales como la primera vez que tomé tu mano y besé tu cachete izquierdo en el parque, frente al metro, después de saber que yo te gustaba. Todo lo que desencadenaron nuestras decisiones. Como reacción, tu sustancia en mí ya no será la misma. Estoy agradecida contigo de todo esto.
Al final estamos determinados de muchas maneras, por nuestro entorno, nuestras condiciones, nuestras relaciones y por nuestras experiencias. Una relación es una convivencia permeada por una infinitud de decisiones personales e impersonales, es de alguna manera parte de nosotros mismos tratando de delatar nuestros deseos, mañas y aprendizajes. Es injusto renunciar a nosotros mismos, renunciar a esa voluntad de amar que nos permite tener vivencias y apropiarnos de ellas. Nuestros recuerdos son de vital importancia para el crecimiento personal.
Por: Ruth Elizabeth Chargoy Ramírez
No sería justo reducir esto a una fotografía: yo te vi, te escuché, te sentí, te viví
Por: Sebastián Ortiz Pulido
El siguiente texto contiene spoilers de Cortar por la línea de puntos
Por: César Flores Muñoz
Un chico que buscaba algo más, y ahora era una leyenda viviente.
Por: Adrián Mayorga Rojas
¿Qué pasaría si le confiamos la humanidad a la tecnología?