Facultad de Psicología
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El concepto de amor se ha abordado en la humanidad desde tiempos remotos, y se le ha definido de tantas maneras que hemos olvidado realmente lo que es. Filósofos como Aristóteles han intentado definir el amor. Para él, este se basaba en la amistad, la virtud y el crecimiento mutuo. Y aunque esta es una forma de verlo, el amor es mucho más que una relación entre dos personas. Es la vida misma: está en los libros que nos inspiran, en la música que nos emociona, en los errores que nos hacen crecer. Y, por supuesto, también está en la familia, ese refugio donde siempre podemos volver.
Cada persona puede tener un concepto de amor tan diferente que tratar de formular una definición seria como imponer que el amor tiene que ser solo de esa manera, y tristemente eso ha pasado. Desde el simple hecho que la idea de amor se limita a una pareja romántica (mayormente heterosexual) donde además predominan las ideas de una cultura patriarcal que no hacen más que remarcar los estereotipos en las mujeres, así como aumentar ideas y hábitos limitantes como la absurda frase que seguramente todos hemos escuchado de “si no te amas tu primero, nadie lo hará”.
En este texto me gustaría hablar específicamente del amor a la familia, y aunque tal vez esta es una perspectiva muy personal ya que entiendo que todos tenemos experiencias variadas unas hermosas y otras no tanto.
Ese amor tan agridulce a veces más agrio y otras tan dulce que empalaga, la palabra familia no se limita a las personas con las que te relacionas por genética, la familia es el conjunto de personas que sin esperar llegan a tu vida, en el momento donde sin saberlo su llegada se volvió un curita al corazón ya sean amigos, familia genética, mascotas. Todos forman parte tan fundamental en tu vida que sin ellos perdería un poco de sentido, las risas, los llantos, las anécdotas a veces capturadas en una foto que, aunque mires por horas el sentimiento de nostalgia abruma. A ellos que, sin decir una palabra pueden saber lo que piensas, ellos cuyos abrazos se vuelven en una manta donde llorar no es un problema, esas personas que saben las palabras exactas y dicen lo que necesitas escuchar y no necesariamente lo que quieres escuchar, su olor tan cálido. La forma en que te hacen sentir, saber que amas y eres amadx con altibajos, pero siempre acompañadx, eso es amor.
Entre risas, abrazos y alguna que otra lágrima, entendí que el verdadero hogar no es un lugar, sino las personas que nos aman. La familia no es perfecta, pero es el refugio donde siempre podemos volver, donde somos aceptados sin condiciones. Porque al final del día, más allá de los errores y las distancias, el amor que nos une es lo único que realmente perdura.
Y no, la frase “Si no te amas tú primero, nadie lo hará”, no define en absoluto la idea de amor. Nos enseñan eso, pero el amor no funciona así. La familia, los amigos, quienes realmente nos quieren, nos aman incluso en nuestros días más oscuros, cuando ni siquiera nosotros sabemos cómo hacerlo. A veces, el amor que recibimos es el que nos enseña a amarnos a nosotros mismos. El verdadero amor no exige perfección ni condiciones. Está en los abrazos que nos reconstruyen, en las palabras que nos rescatan, en la certeza de que, sin importar qué pase, hay un lugar donde siempre seremos bienvenidos. Porque el amor, en su esencia más pura, es simplemente estar.
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