En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Crédito: Andrea Griselda Castro Lotzin / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 1
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Paulina Martínez Colín

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy Paulina, estodio Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Quiero ser periodista y lo que más me gusta son las personas.

Una educación libre de especismo

Número 15 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2024

¿Por qué la humanidad se piensa superior a otras especies?

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Paulina Martínez Colín

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

La escuela es el entorno en el que se empieza a tener una noción de cómo funciona el mundo, de sus dinámicas y de cómo lo entendemos. Si se observa a partir del planteamiento de Gramsci en Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno (1972) cuando habla de los aparatos hegemónicos del Estado, la escuela es el centro de producción, circulación, inculcación y recepción de significación. Es decir, es el lugar en donde los estudiantes se apropian de las ideologías.

 

Durante nuestros años formativos, en la primaria, secundaria e incluso durante la preparatoria se nos enseña el deber ser del ciudadano mexicano. Un ejemplo es la materia llamada Formación Cívica y Ética, que tiene como propósito (según la Secretaría de Educación Pública) que los estudiantes desarrollen su potencial personal de manera saludable, conozcan los derechos humanos, valores democráticos y respeto a las leyes. Así como que participen activamente en asuntos colectivos, fomentando una cultura democrática inclusiva, equitativa, intercultural y solidaria.

 

El Modelo Educativo a partir de las ciencias, la ética, la educación física, las nuevas tecnologías, el arte y la lengua, le enseñan a los mexicanos en formación el mundo en el que viven. Pero también, dentro de las aulas y fuera de los planes de estudio, se apropian otras dinámicas sociales que pueden parecer desapercibidas. 

 

Encubiertamente, la escuela reproduce el especismo en las aulas. Pero, ¿qué es el especismo? Según la Real Academia Española, el especismo es la creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio. Cuando estamos en la escuela comiendo un taco de guisado o cuando estamos en el laboratorio realizando algún experimento, estamos normalizando la explotación animal. 

 

Así, sin darnos cuenta, la escuela nos vuelve especistas. ¿Por qué el humano siente que tiene derecho sobre los animales de otras especies?, y lo más alarmante, ¿por qué la sociedad está tan conforme ante esta explotación? El mundo es especista, es parte de la dinámica social, los animales son utilizados como un medio. O como me dijo una vez un chihuahuense, “Dios hizo a los animales para que nos los comiéramos”. 

 

Tanto la escuela como la familia y la sociedad son entornos que perpetúan las ideas especistas. En este sentido, la escuela es un aparato trascendental en la formación de las personas. Desde la primaria, secundaria y preparatoria, se nos muestra que el pollito, el puerquito y la vaquita son en realidad alitas, carnitas y milanesas. También, la vaca es un cerebro con el cual se experimenta en el laboratorio de biología.

 

En el marco de la enseñanza en las escuelas los animales son percibidos como un alimento y como una forma de experimentar en los laboratorios. Esta reproducción ideológica no es más que un reflejo de la sociedad, pero ¿cómo incluir un pensamiento crítico antiespecista en la educación? 

Si desde la escuela se empiezan a implementar prácticas alternativas que no impliquen explotación animal, los estudiantes tendrían la oportunidad de desarrollar un pensamiento crítico más profundo y ético en su vida cotidiana. ¿Cómo se lograría esto? En primer lugar, a través de la inclusión de platillos basados en plantas en los comedores escolares. Este cambio invitaría a los estudiantes a reflexionar sobre el impacto ético de sus decisiones alimentarias. 

Además, en los laboratorios, se podrían implementar prácticas sin la utilización de cadáveres de animales, empleando tecnologías como simulaciones digitales, modelos sintéticos o la observación de procesos en seres vivos sin dañarlos. Esto permitiría que los estudiantes sigan aprendiendo conceptos biológicos esenciales sin participar en prácticas que normalicen la explotación animal. 

En la escuela aprendemos desde una edad temprana a vivir y a estudiar a partir de la explotación de otros animales. En cambio, si se hace uso de las alternativas propuestas, los estudiantes se desarrollarán con una mayor conciencia sobre los animales, su sentir y su bienestar. Así, se tendría una escuela que promueva la empatía, el respeto y la responsabilidad, no solo hacia los humanos, sino también hacia los otros animales que coexisten con nosotros. 

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