El texto se centra en tres preguntas enfocadas al auge del conservadurismo en América Latina. Dichas preguntas son respondidas por seis investigadores especialistas en el tema: Catalina Romero, Miguel Ángel Mansilla, Fabio Lozano, Rodrigo Toniol, Joanildo Burity y Renée de la Torre. Las preguntas realizadas a los investigadores mencionados son: ¿cuál es el contexto histórico y social en que surgen las expresiones de derecha, fascistas, conservadoras?, ¿cómo pensamos los impactos del avance del conservadurismo y las nuevas derechas en nuestros países? y ¿qué actores participan, qué resistencias generan, ¿cómo se cruzan con las institucionalidades estatales y religiosas?

Para la primera pregunta las respuestas coinciden de que, tanto en Chile como en Perú, el poder de los grupos conservadores como los evangélicos han sido un referente importante en materia política de cada una de las naciones desde las décadas de los años 70´s y 80´s. A pesar de su heterogeneidad como grupos conservadores de diferentes corrientes político-ideológicas, han sido una pieza política importante para los gobiernos de estos países.

Por otro lado, para el caso colombiano los grupos de ultraderecha han sido un factor importante en elecciones de representación popular como las presidenciales de 2018, como en el proceso de los acuerdos de paz entre las FARC y el Estado colombino. Entre otras estrategias, la derecha colombiana ha construido una narrativa anticomunista, anti-izquierdista y anti atea que le ha funcionado para la consecución de sus intereses.

El contexto histórico y social actual de Brasil parte de dos aspectos: la presidencia de Lula desde el 2001, pasando por Dilma (periodo esperanzador que ponía a Brasil como modelo a nivel internacional) hasta el desgaste de dicho periodo y el avance de los grupos de ultraderecha en la política. Caso distinto para la situación mexicana, en donde el contexto de violencia, inseguridad, corrupción, etc. -con una derecha que desvaloriza los derechos humanos- no parece tan alentador aun con el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Con respecto a la pregunta sobre el impacto del conservadurismo y las nuevas derechas en la región, Joanildo sugiere que en el caso brasileño el pentecostalismo es la forma más popular que se articula al discurso de la libertad de mercado y a formas de espiritualidad emprendedoras, competitivas. Por otro lado, Catalina Romero argumenta que la presencia de los conservadurismos en el Estado Peruano es débil, no así en el plano social, donde la resistencia que tienen ante las libertades personales en campos como la familia, la salud reproductiva, etc., son impulsadas por ciudadanos y organismos internacionales.

El conservadurismo evangélico en Chile, según Mansilla, contribuyó en las narrativas antisocialistas, antimarxistas y contra las organizaciones populares de izquierda. La influencia estadounidense en estos grupos conservadores fue muy fuerte al grado de la pérdida de su autonomía ideológica de dichos grupos.

Fabio Lozano, entiende que el discurso de la ultraderecha como del neoconservadurismo religioso se basa o parte de lo que él llama “placas tectónicas del dinamismo sociorreligioso”, es decir, aquellas construcciones colectivas que se han tejido durante siglos: el bien contra el mal, la verdad contra la mentira, la esperanza en el mesías salvador, el patriarcalismo, placas tectónicas que en la superficie social y ante la coyuntura política actual repiten frases como “la amenaza castro-chavista, la ideología de género, la ruina de la familia, el subdesarrollo y el atraso”.

De acuerdo con Toniol, en la última década Brasil ha experimentado un movimiento conservador significativo expresado en manifestaciones anticorrupción ante los procesos de juicio en contra de Lula y Dilma. El activismo de los grupos conservadores ha sido un elemento importante de análisis, pues la base ideológica religiosa como la del sector evangélico funge como aglutinante de una identidad nacional conservadora. Ahora los conservadores son manifestantes que han tomado las calles en pro de sus creencias y en contra de la corrupción.

Finalmente sugiere Renée de la Torre que para el caso mexicano es más conveniente hablar de conservadurismo que de derechas, ya que este tiene lugar en ambos lados del espectro político: en la izquierda y en la derecha. Asimismo, plantea que, si en los años 60 el enemigo de los conservadores era el comunismo, en la época actual es la ideología de género pues en torno a ella se trasgrede, según el conservadurismo, a la familia, al matrimonio, al orden “natural” de las relaciones sociales, etc. De acuerdo a de la Torre, en el mismo presidente López Obrador se identifica un discurso y postura conservadora, tanto por sus declaraciones públicas como por sus alianzas con grupos evangélicos.

Como se mencionó, el texto alude a tres cuestionamientos de los cuales dos ya fueron expuestos. La tercera pregunta va más enfocada a los actores de derecha propiamente, es decir, qué actores participan, qué resistencias generan. Joanildo menciona que en Brasil son las iglesias pentecostales las que se constituyen en la principal base de reclutamiento, aunque existe un nuevo ecumenismo de derecha que articula a católicos, cristianos y evangélicos. También se suma el análisis que hace Toniol al enmarcar particularmente la figura de Jair Bolsonaro como un actor central de la ultraderecha, pero particularmente en el bolsonarismo en Brasil. E indudablemente es importante hacer mención del papel que han tenido los evangélicos en este país, los cuales gracias a su apoyo electoral contribuyeron al triunfo que llevó a la presidencia a la derecha.

La lectura que hace Romero sobre el caso chileno es que en la actualidad hay una crisis de legitimidad de los grupos evangélicos, esto, según la investigadora, a causa del desgaste de las religiones, las cuales ya no generan la misma legitimación ni influyen en las nuevas generaciones chilenas. Sin embargo, electoralmente siguen teniendo relevancia sobre todo para los partidos políticos de derecha, quienes ven en los evangélicos la posibilidad de incrementar el voto aun cuando los proyectos políticos tanto de partidos como de grupos conservadores sean distintos.

En Colombia la ultraderecha en el poder ha incrementado la guerra contra la población. Como lo menciona Lorenzo, las cifras de violencia de militares contra la población han aumentado considerablemente, aunque no menciona actores en concreto si expone casos de retroceso en materia constitucional respecto a temas como el aborto y el matrimonio igualitario.

Para finalizar, Renée de la Torre, se está polarizando entre los “fifís” y los “chairos”, aquellos los de la elite y a los que el actual presidente considera oposición, y estos otros quienes se les asume como tal por su condición económica vulnerable. Dicha polarización en auge puede traer consecuencias en los discursos conservadores religiosos, incluso con tintes fascistas, por lo que de la Torre sugiere poner atención al devenir político mexicano.