Vinculado de manera directa con su libro de 1987 La jaula de la melancolía, el investigador señala de entrada que el tema central del libro es sobre el regreso del nacionalismo autoritario que recupera sus principales símbolos de la cultura nacionalista revolucionaria, enarbolados por el populismo de López Obrador, cuyo régimen nada tiene que ver con la izquierda, pero está obsesionado con el “regreso” al nacionalismo de los años 60’ y 70’. Así, el objetivo del libro según su autor es estimular la reflexión sobre el populismo para entenderlo y contribuir a frenar su autoritarismo.

Asumiéndose intelectualmente como socialdemócrata, alejado del gobierno desde hace muchos años y, por lo tanto, independiente, Bartra defiende su anatomía del poder político y plantea el desarrollo del libro a partir de los hechos ocurridos previamente a los comicios electorales del 2018 y las secuelas poselectorales y a partir de una serie de ensayos que reflejan los principales acontecimientos de aquel periodo, todo con el fin de contestarse la pregunta ¿Por qué ganó López Obrador?

Líder populista, carismático, mesiánico, de “habilidad ladina y taimada para desempeñarse”, López obrador sabría aprovechar la zozobra y la frustración extendidas por todo el país; aprovecharía la creciente ola del “fuego frío y rencoroso que alimentaba al populismo”, con lo que se organizaba una alianza entre reformistas socialdemócratas y liberales centristas, o al menos así lo refiere Bartra junto con constantes declaraciones con las que desde sus columnas suele denostar al presidente, señalado de querer reestablecer el viejo priismo y el viejo nacionalismo, y de “poco inteligentes ideas”. En contraste, haciendo alusión a uno de sus tantos ensayos, al referirse de las críticas que recibía el Frente Nacional por México creado en 2018 por el PAN, el PRD y el Movimiento Ciudadano, “acusado de ser una conjunción contradictoria de posiciones políticas” (Bartra, 2021), entre otras cosas, el autor señala que “no hay nada de extraño que se aproximen al liberalismo y al reformismo socialdemócrata” (Bartra, 2021). Para Bartra el Frente era lo verdaderamente nuevo, pues buscaba “el cambio de régimen y la eliminación de la herencia autocrática priista. Lo califica pues de experimento político audaz.

Por su parte, López Obrador es señalado por sus tendencias de retorno al viejo autoritarismo priista y a la política nacionalista revolucionaria anterior al neoliberalismo a cambio de su anterior radicalismo que tanto temor causaba a las clases medias, que junto con “ocurrencias” como la amnistía al crimen organizado y el diálogo entre victimarios y las familias de los miles de asesinados, la dispersión de las secretarías de estado, o la eliminación del examen de admisión a la universidad, constituyeron razones por las cuales le auguraba un futuro poco prometedor a su candidatura. Y no obstante estas flaquezas, Bartra apunta hacia el PRI como el gran posibilitador del triunfo obradorista, al haber identificado a Ricardo Anaya, candidato del Frente como su enemigo a vencer, razón por la cual enfocaría todos sus ataques y guerra sucia a éste, limpiando el camino a Morena. En nuevo contraste, cabe resaltar aquí cómo el autor elogia la propuesta del ingreso básico universal, de Anaya, estrategia “busca eliminar de raíz la pobreza extrema” (Bartra, 2021).

Con respecto a los resultados electorales que dieron el triunfo al candidato de Morena para la presidencia en 2018, el autor trata de explicarse ¿cómo ganó la opción menos inteligente? Pues gracias a la “estupidez” del electorado a quien compara con los ajolotes, seres incapaces de evolucionar, atrapados en su estado larvario, y así en la política el anhelo de volver a un estado de “progreso castrado por el atraso […] Se trata de la restauración del nacionalismo revolucionario priista” (Bartra, 2021), enemigo de la democracia y un viaje hacia la derecha priista que va a restaurar el autoritarismo.

En términos generales el libro es sólo una apologética reafirmación de los vaticinios del autor sobre el desastroso destino económico, político y social, y sobre la espiral de debacle en que caería el país con la 4-T y López Obrador en la presidencia, donde sólo se equivocaría al pensar que pocas oportunidades tendría cuando candidato en la contienda electoral con el irresponsable apoyo suicida del priismo de Peña Nieto solapando el regreso del populismo. Fórmula con la que el autor quizá pretende sugerir que detrás de toda esta coyuntura está el viejo priismo moviendo los hilos, un elemento más para sembrar la desconfianza en el nuevo gobierno. Pero más que esto, insiste en que el PAN de Ricardo Anaya representaba el surgimiento de un liberalismo reformista que, aliado con otras fuerzas reformistas de izquierda, fueron realmente el enemigo a vencer en esos comicios. Despliega pues una argumentación premonitoria del fracaso de Morena en la presidencia al ser esta una especie de resabio o reciclaje del PRI de siempre, mientras que el error del PAN habría sido más bien estratégico para sortear los golpes que le atestaban sus adversarios, calumnias no comprobables que le dejaron en la lona de la contienda de 2018.

Trata de esta forma el triunfo electoral obradorista como la consecuencia de la mala lectura política del PRI y del PAN al identificarse mutuamente como el enemigo a vencer, como efectos del regreso del hijo pródigo (el candidato de Morena a los principios del PRI) con la consecuente ayuda que recibiría de dirigentes y gobernadores priistas, pero sobre todo, al pacto de impunidad anunciado con la administración saliente de Peña Nieto, al haber anunciado que no era rencoroso y no perseguiría a sus adversarios políticos, todo lo cual favorecería la nostalgia de muchos sectores por un retorno al nacionalismo y la posibilidad de regeneración del priismo.

Para Bartra el electorado que sucumbió ante la seducción del populismo obradorista constituye una “masa de población heterogénea formada de residuos de sectores sociales tradicionales agraviados y excluidos por la modernización y que aparecen como incongruentes y dislocados” (Bartra, 2021), y que quedan envueltos ante un populismo que es entendido como “una forma de cultura política”, no una expresión ideológica, aunque en ocasiones construye una orientación política” no sin muchas contradicciones  (Bartra, 2021), y que terminan en catástrofes. Insiste constantemente el autor que Obrador representa un populismo de retorno a la época pre-neoliberal que rompió su cascaron de izquierda para lograr el triunfo en 2018. Y destaca como sus componentes principales: que exista “una masa de población heterogénea formada de residuos de sectores sociales tradicionales agraviados y excluidos por la modernización, y que aparecen como incongruentes y dislocados […] una modernización capitalista extremadamente rápida y agresiva que genera […] un efecto de deslumbramiento en la masa social excluida y empobrecida que responde con profundo resentimiento […] y un líder carismático y autoritario que apela al pueblo con recursos emotivos” (Bartra, 2021), en estos términos el populismo. En todo lo cual cabe destacar que, para Bartra, el neoliberalismo fue un periodo de modernización, en donde la dependencia y la miseria provocadas cual vorágine a gran escala no tienen mayor trascendencia para concebir al periodo como “modernizador”.

Así, siendo Lázaro Cárdenas, fundador del populismo mexicano, uno de los principales referentes del presidente López Obrador, y siendo su cuarta transformación la consigna de lograr cambios profundos en el país, advierte el autor que su “retropopulismo” y su gobierno unipersonal podría infringir graves daños a la incipiente democracia mexicana cuando se le terminen los recursos “suaves” para lograrlo.

En suma, el libro dedica muchas páginas a demostrar que López Obrador ni su movimiento son de izquierda, por más que sus integrantes y defensores así lo asegurasen; y señala al gobierno de ser una derecha populista, populismo nacionalista como forma depredadora de explotación, destacando aspectos clave cómo la designación de Alfonso Romo como jede de la oficina de presidencia, a Esteban Moctezuma Barragán como secretario de Educación Pública, y a otros que formaron parte de su gabinete.