Rodríguez Araujo, Octavio. Derechas y ultraderechas en México. México: Orfila, 2013.
Derechas y ultraderechas en México
Octavio Rodríguez Araujo
Partiendo de que el concepto “derecha” ha sido asociado al conservadurismo y al statu quo, defensores del orden establecido, persistencia del sistema; el autor aborda el tema de la ideología de la derecha como la defensa de sus intereses y los que representa, teniendo o no el poder gubernamental.
Partiendo de que el concepto “derecha” ha sido asociado al conservadurismo y al statu quo, defensores del orden establecido, persistencia del sistema; el autor aborda el tema de la ideología de la derecha como la defensa de sus intereses y los que representa, teniendo o no el poder gubernamental. Se trata de un recuento de la historia del surgimiento de los diversos grupos de la derecha en México en el marco de los grandes procesos políticos nacionales e internacionales, de los cuales recibieron diversas influencias y a los cuales respondieron como extensión de grandes movimientos como el fascismo, cuyo auge proyectó claramente su influencia en países como México, donde las diferencias de clase eran históricas.
Este trabajo es una síntesis de la obra de Octavio Rodríguez Araujo: Derechas y ultraderechas en México, cuya interpretación se presenta en forma esquematizada con la advertencia de que ello dista de la verdadera densidad de la fuente original, todo para lograr identificar las similitudes entre las organizaciones qua se presentan o identifican como derechistas.
“El único gobierno de izquierda en México ha sido el de Lázaro Cárdenas del Río. Antes y después dominaron las derechas, tanto dentro del gobierno como fuera de él. Incluso figuraron como oposición, a veces férrea, de gobiernos previos y posteriores a la Revolución” (Rodríguez Araujo, 2004). Esto frente a una izquierda mexicana que en la mayor parte de su historia ha sido débil como oposición. No obstante, pese al dominio general, los caminos de las derechas no han sido ni con una trayectoria definida; y más bien, ha habido muchas corrientes con trayectorias entreveradas, por ejemplo: integristas católicos, simpatizantes del nazismo y el fascismo, racistas mexicanistas, liberales modernizadores, anticomunistas, priistas y panistas neoliberales.
La derecha se asocia al conservadurismo como reproducción de un sistema, pero a su vez, también es reaccionaria. Aquí un eslabón de relevancia que le caracteriza es la defeña de los intereses dominantes, lo que le opone a las tendencias políticas y filosóficas hacia el igualitarismo. Aquí destaca la ultraderecha como versión más ideológica y totalitaria, y que no son valores particulares, “pues dependiendo de la circunstancia histórica, esta se puede asociar al ideario liberal y democrático o ser antiliberal o fascista, mientras afirme la dominación que da lugar a la desigualdad”(Rodríguez Araujo, 2004).
Un papel de central importancia en la interpretación es el de las cuatro corrientes sociales y los dos rasgos estructurales de las derechas mexicanas: el nacionalismo xenofóbico, el anticardenismo, el anticomunismo y el antilaicismo; y los factores estructurales son el poder de la clase empresarial nacional y extranjera y el poder de la Iglesia católica; todo lo cual dio origen a diferentes organizaciones. De esta forma, tanto Ramírez como Rodríguez Araujo coinciden en que son los empresarios y la Iglesia son los principales promotores (que no los únicos) de los grupos de derecha y ultraderecha que operan en el país.
En esta trama, es preciso recalcar que los empresarios tendrían su lugar privilegiado a partir de la presidencia de Miguel Alemán y con el impulso del modelo de desarrollo industrializador, desde donde lograron incubar su poder y canonjías.
El factor del nacionalismo xenofóbico jugó en esta época un papel determinante. “El carácter extrangerizante” del desarrollo económico durante el porfiriato contribuiría según el autor, colocando a los dueños del capital extranjero y de los medios de producción que en aquel entonces impulsaron dicho desarrollo, en el papel de los explotadores. El regreso a México de braceros desde los Estados Unidos en 1929 fue otro factor que sería asimilado como fenómeno desde el nacionalismo para justificar la creciente aversión hacia trabajadores asiáticos, negros y judíos. Esto alentaría ataques directos y hasta acciones de exterminio, como cuando los Camisas Doradas, agrupados en Acción Revolucionaria Mexicanista pedían acciones de exterminio contra más de 30 mil judíos.
Por otra parte, el presidente Miguel Alemán y el dirigente del PRI Sánchez Taboada reciclaron la política de unidad nacional con importantes componentes anticomunistas y católicos para una doctrina de la mexicanidad, donde, entre otras cosas, se trataba de evitar el fortalecimiento de la organización de los trabajadores, quienes habían gozado de cierto auge durante el cardenismo. En esto resulta interesante recalcar cómo para Rodríguez Araujo la creación de la Central de Trabajadores de México, su articulación con el gobierno y el partido de Estado, la defensade los ideales de una democracia de los trabajadores que se pretendía impulsar en aquellos años, la expropiación de la industria petrolera, el apoyo dado a la República Española y la organización de los Frentes Populares contra el fascismo impulsados desde el cardenismo y asociados con la Internacional Comunista, son factores que aprovecharían las corrientes de derecha y los grupos en el poder afines a Calles para impulsar el anticardenismo y el anticomunismo, de lo cual el PAN fue la organización más emblemática de todas.
Sin embargo, resulta importante destacar que más allá de las reivindicaciones socialistas que se pretendían hacer desde el gobierno, en el espíritu de la educación pública, en las organizaciones obreras y hasta en el partido de Estado y el propio gobierno, lo cierto es que, salvo casos emblemáticos como el de los hermanos Flores Magón o Vicente Lombardo Toledano, el socialismo que en el que se pensaba era diluido, no pretendía ser el camino hacia el comunismo, distaba del marxismo-leninismo y de la abolición de la propiedad privada y las clases sociales. Podríamos decir que sería socialismo por el hecho de dirigirse a las masas populares, de plantear educación para todos y sobre todo, integración al proyecto posrevolucionario de sociedad; lo cual, como los mismos hechos nos lo demuestran, nunca implicó la desaparición de la burguesía, el fin de la explotación y las desigualdades, la transformación de los regímenes oligárquicos, del caciquismo, de la hegemonía capitalista. Por esta razón es difícil considerar que la reacción de las derechas haya sido para evitar el rumbo de emancipación obrera y popular que se ha planteado. Para resolver esta controversia basta con revisar desde las microhistorias de las organizaciones obreras y desde la historia social qué transformaciones sociales y económicas se estaban dando de manera efectiva; pero lo que sí resulta un hecho claro es que a pesar de periodo del desarrollo estabilizador y los ingresos para perfilar un Estado de bienestar donde se desarrolló, por ejemplo, el Instituto Mexicano del Seguro Social, ejemplo para el resto de América Latina, el creciente malestar obrero por las condiciones laborales y la pérdida de conquistas laborales desataría una serie de huelgas y movilizaciones durante los años 50’ y 60’, mismas que serían reprimidas por un Estado autoritario y claramente anti-obrero, anti-democrático y anti-indígena, pues su indigenismo sólo planteaba la incorporación de éstos a la sociedad dominante y su paulatina desaparición del panorama nacional.
Por estas razones, el anticardenismo, el anticomumismo y el antisocialismo de las derechas y del PAN se refieren a un enemigo más inventado que real, como lo refiere el propio Rodríguez Araujo, pero que de todos modos sentaría una base definitoria para las organizaciones de derecha y ultraderecha por igual, donde por cierto, Estados Unidos jugó un papel central con su influencia, por ejemplo, cuando la fundación del Partido Revolucionario Anticomunista en 1939, de vida efímera, con el movimiento almazanista de 1940 por la presidencia, o con lo que Rodríguez Araujo llama “macartismo mexicano”, desde el cual se organizó el congreso anticomunista en 1950 para proponer la limpieza en el gobierno de actores políticos con este tipo de ideologías.
El autor también señala la importancia de reconocer cómo las diferentes corrientes de la derecha intentarían articularse, pero en sus propias contradicciones encontrarían rupturas y desencuentros, aún en 1951, cuando se lograría cierta unidad para formar el Partido Nacionalista Mexicano, también de vida efímera (hasta 1964) por esas mismas contradicciones.
Así, en términos generales Rodríguez Araujo logra caracteriza el cariz del PRI durante los años del auge del socialismo como ideal y su tránsito hacia la centroderecha y la derecha en las décadas posteriores; de igual forma, el surgimiento del PAN en un contexto reacción de los grupos de derecha, la Iglesia y los empresarios, y como efecto de las grandes corrientes del fascismo internacional. Para después, terminar con un contraste entre lo que llama viejas derechas y nuevas derechas (las del neoliberalismo), las cuales en realidad actúan como sus antecesoras.
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