En este libro, derivado de una conferencia dada en la Universidad de Viena en 1967 es de gran utilidad para entender la permanencia y a veces el resurgimiento del pensamiento y la acción de grupos radiales de derecha, entre ellos los fascistas. Desde el inicio Adorno apunta que “[…] en todo momento siguen vivas las condiciones sociales que determinan el fascismo […] las condiciones que determinan los movimientos fascistas, a pesar del fracaso de estos, siguen vivas en todo momento en la sociedad, aunque no directamente en la política” (pp. 9-10). Entre esas condiciones se encuentran el desarrollo creciente de la desigualdad y el miedo de los grupos de derecha al ascenso del socialismo y el comunismo. Adorno apunta que estos grupos de derecha expresan un profundo “odio a lo que ellos llaman socialismo” (p.10). Otro punto es el problema del denominado nacionalismo en la era de los grandes bloques de poder. La concepción de nación que exaltan las organizaciones de derecha radical es vista, siguiendo a Adorno, “[…] como órgano de la representación de intereses colectivo” (p. 12).

Por otro lado, para el autor existe un “[…] miedo a las consecuencias de los desarrollos de la sociedad en general […] los partidarios del antiguo y del nuevo fascismo se hayan repartidos hoy de forma transversal entre toda población” (p. 14). De la misma manera se resalta que el “[…] el fascismo, tiene siempre una tendencia a independizarse de los intereses económicos fundamentales” (p. 16). En su conferencia de 1967 Adorno argumentaba que “[…] los movimientos fascistas son los estigmas, las cicatrices de una democracia que hasta ahora no ha conseguido entender debidamente del todo su verdadero sentido” (p. 18). No obstante, su lectura antidemocrática sobre dichos movimientos sigue teniendo vigencia. El radicalismo de derecha apunta a una catástrofe social, como lo señalaba Adorno “[…] se apela al deseo inconsciente del desastre, de catástrofe” (p. 20).

La derecha fascista realiza un permanente llamado a las masas quizá un ¿antisectarismo a conveniencia?, así como un llamado a una pretendida y supuesta unidad, en todo caso, siempre está presente un “[…] llamamiento organizativo de masas” (p. 21), así como una supuesta “[…] superioridad de la conciencia nacional” (p. 22). Ya Adorno planteaba que “[…] esos movimientos en su totalidad se presentan como si ya hubieran cosechado éxitos enormes, y atraen a las personas simulando que son los garantes del futuro” (p. 22). La derecha carece de demandas clave, de identidad y proyecto político. Dichos movimientos equiparan “[…] los interese reales y los falsos objetivos simulados.” (p. 23); A pesar de ello, Theodor Adorno nos advierte que “no deberíamos subestimar estos movimientos por su ínfimo nivel intelectual ni por su falta de teorización. Sería una enorme falta de visión política pensar por eso que no van a tener éxito” (p. 22).

Para Adorno “[…] la propaganda constituye de por sí la sustancia misma de la política.” (p. 23); “[…] la base popular masiva va de la mano de ese elemento que supone la política fundada en la catástrofe.” (p. 24), sin embargo, “[…] tampoco hay que subestimar lo que de manipulación y de embaucamiento tienen todos estos movimientos […]” (p. 25). Pero ¿en qué radica el poder de convocatoria de los grupos de ultraderecha? Siguiendo con Adorno, quien entiende que “lo característico de estos movimientos es más bien una extraordinaria perfección de los medios, y concretamente en primer lugar los medios propagandísticos en el sentido más amplio, combinada con una ceguera, con una obscuridad impenetrable de los fines que persigue” (pp. 22-23)

El fascismo y los movimientos de masas tienen una relación estructural muy profunda con la psicosis. Es necesario hacer una distinción entre intereses del líder e intereses de las masas. A Adorno le parece –en cierta medida prometedor–, que por lo menos “[…] se advierta a los potenciales seguidores del radicalismo de derecha cuáles son las consecuencias que puede tener […] esa política (que) arrastra irremisiblemente al desastre, al desastre incluso de sus propios seguidores […] (p. 28).

La derecha necesita un tipo de líder con personalidad autoritaria. El modelo o tipo de la personalidad autoritaria se basa en una técnica de psicología de masas. La falta de teoría e ideología clara de la derecha radical hace al líder prometer para el colectivo lo que en realidad quiere para sus propios intereses. El líder oculta su autoritarismo y sus verdaderos intereses en una falsa igualdad para el colectivo. Y es que como ya lo argumentaba Adorno, los líderes de este tipo de organizaciones de extrema derecha “[…] son hombres que al mismo tiempo son fríos, carentes de empatía, de mentalidad estrictamente tecnológica, pero que en cierto modo están locos […]” (p. 27). Es el caso de líderes que Adorno denomina en su tipología como “tipo Manipulador” (p. 26). 

En otro orden de argumento lo que planteaba Adorno hace décadas respecto a que “[…] todo lo que a la gente no le gusta se ha subsumido en la categoría elástica de <<comunista>> […] (pp. 30-31), tiene vigencia en la actualidad, toda vez que los grupos de derecha continúan rechazando por comunista casi todo lo que les molesta. Existe además en estos grupos de la derecha radical un anti intelectualismo de izquierda. Otro de los rasgos de estos movimientos que identifica Adorno, es que “[…] no son más que técnicas de poder y de ningún modo parten de una teoría elaborada, se vuelven contra quienes sostienen el intelecto porque son impotentes frente a él.” (p, 33). La derecha encubre de su autoritarismo y reivindicación falsa de la democracia. Con su discurso ambiguo y con la ayuda de un aparato propagandístico los movimientos de la derecha radical buscan –según Adorno– que su “carácter abiertamente antidemocrático” (pp. 36) desaparezca, invocando siempre, por el contrario “[…] la verdadera democracia” y tachando en todo momento a los demás, principalmente a los grupos de izquierda, de “antidemocráticos” (p. 37). La derecha mexicana no se excluye de este tipo de métodos. Aquí aparece una gran contradicción de la derecha radical en tanto que al invocar a la democracia y conceder cierta validez a sus reglas su discurso demagógico “[…] no pude ya desplegarse con tanta libertad” (p. 37). De esta manera, la propagación de noticias falsas y la construcción de narrativas afines es un tema central. Soltar “las mentiras más burdas” (p. 45), calumniar y mentir deliberadamente o mencionar estar en contra de algo y en realidad estar a favor es una técnica efectiva desde la Alemania de Hitler a la fecha. La propaganda es vista en términos de control y no necesariamente de difusión de ideas, valores y principios, como apunta Adorno “Esa propaganda no va destinada tanto a la difusión de una ideología, que […] es demasiado endeble, como a mantener ocupadas a las masas” (p. 41). 

Falsa idea de libertad. La derecha busca la manera en que la gente tenga la sensación de que al suprimir la supuesta libertad existente “[…] va a entrar de nuevo en posesión de la libertad, va a tener la posibilidad de decidir libremente y de actuar con tota espontaneidad” (p. 40).

Para Adorno la derecha se vale también de otros trucos para legitimarse frente a la sociedad y ganar adeptos, el truco de la oficialidad o de lo estatal es paradigmático en la medida en que “[…] estos grupos adecuan su terminología como si estuvieran revestidos de algún tipo de cargo oficial y protegidos por él” (p. 46). Otro elemento característico son los frecuentes ataques de ira y actos violentos. De acuerdo con Adorno, la derecha radical es propensa a “[…] etiquetar de <<traidores a la patria>>” (p. 49) a todo aquel individuo que consideren un potencial enemigo. Siguiendo con Adorno, son organizaciones que se atribuyen la facultad de castigar, tienen una marcada “[…] afición a imponer castigos” (p. 49). Todo ello lo usan para ocultar su falta de propuestas reales o concretas. Para Adorno la personalidad autoritaria demuestra que, incluso, “[…] las personalidades prejuiciosas, que han sido abiertamente autoritarias, represivas y reaccionarias desde el punto de vista político y económico han reaccionado de un modo del todo distinto en los puntos en los que estaban en cuestión sus propios intereses […]” (p. 52).

Para finalizar Adorno no deja incluso de dar consejos sobre la dificultad metodológica de estudiar la personalidad autoritaria de estos miembros de la derecha radical, principal, aunque no exclusivamente de sus líderes, al respecto nos dice que “[…] un rasgo esencial de ese síndrome es que esos caracteres autoritarios son inabordables y no permiten que nada ni nadie se les acerque.” (p. 53). Como afirma Volker Weiss en el epílogo del libro de Adorno a “[…] más de medio siglo después sigue impresionando la validez de un análisis que, en algunos pasajes, suena como un comentario a ciertos desarrollos actuales” (p. 59). En el mismo tenor Weiss –siguiendo las aportaciones de Adorno– afirma que existe “[…] una extrema derecha que de nuevo se desarrolla como una fuerza política influyente” (pp. 61-62).