Machuca Vega, Emilio. “El arzobispo Alfonso Espino y Silva: la cruzada anticomunista en Nuevo León (1961)”. Anuario Humanitas 44 (2017): 49-72.
El arzobispo Alfonso Espino y Silva: la cruzada anticomunista en Nuevo León (1961)
Emilio Machuca Vega
En el contexto de la Guerra Fría, en el que la arquidiócesis de Monterrey se constituye como bastión anticomunista del catolicismo mexicano, este artículo analiza el llamado del arzobispo Alfonso Espino y Silva a la cruzada anticomunista en su Carta pastoral sobre el comunismo, publicada en 1961, así como las respuestas de algunos católicos regiomontanos ante esta convocatoria, entre ellos, la élite empresarial.
En el contexto de la Guerra Fría, en el que la arquidiócesis de Monterrey se constituye como bastión anticomunista del catolicismo mexicano, este artículo analiza el llamado del arzobispo Alfonso Espino y Silva a la cruzada anticomunista en su Carta pastoral sobre el comunismo, publicada en 1961, así como las respuestas de algunos católicos regiomontanos ante esta convocatoria, entre ellos, la élite empresarial.
El texto se divide en tres apartados. En el primero se esbozan algunos aspectos biográficos de Espino y Silva. En el segundo, se abordan ciertos elementos de su publicación haciendo hincapié en la estrategia discursiva y la fomentación de un activismo católico anticomunista. Finalmente, en el tercero, se hace un acercamiento a la relación entre la iglesia regiomontana y el empresariado local.
El autor comienza señalando que la publicación de la Carta pastoral sobre el comunismo de Alfonso Espino y Silva en 1961 buscaba difundir el miedo hacia dicha ideología y plantear un proyecto nacional que enfatizara la preponderancia de la iglesia en todos los aspectos de la vida social. Así, el análisis de la publicación evidencia las ideas religiosas promovidas por la Arquidiócesis de Monterrey en los momentos más tensos de la Guerra Fría.
Al respecto, y ante la escasez de estudios sobre esta línea de investigación, Machuca Vega indaga las estrategias discursivas del arzobispo de Monterrey para promover una postura anticomunista entre los fieles. A manera de hipótesis se plantea que Alfonso Espino y Silva ideó un referente con base en las cruzadas medievales para incorporar a los feligreses en la lucha contra el comunismo.
Sobre la vida de Alfonso Espino y Silva antes de su nombramiento como arzobispo de Monterrey, se menciona que nace en Puebla en 1904; recibe una educación completamente religiosa y se forma en colegios de teresianas y jesuitas; estudia Filosofía en el Seminario Palafoxiano, de donde egresa en 1922; viaja a Italia y obtiene dos doctorados por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma: uno en Filosofía (1924) y otro en Teología (1928); regresa a México y se integra a la arquidiócesis de Puebla; en 1947 es consagrado como obispo de Cuernavaca por el papa Pío XII y ejerce en el cargo hasta 1951.
En 1952, Espino y Silva se convierte en el VIII arzobispo de Monterrey. Durante su ministerio realiza proyectos arquitectónicos relevantes (como el Seminario de Monterrey en terrenos donados por la familia Llaguno Cantú en San Pedro Garza García, Nuevo León, y la Basílica del Roble); estuvo presente en todas las sesiones del Concilio Vaticano II; y erige múltiples parroquias (31 urbanas y seis foráneas) en el contexto de la explosión demográfica de la ciudad. Muere en 1976.
Adicionalmente, Machuca refiere que Espino y Silva era considerado “como una figura fuertemente conservadora”(Machuca Vega, 2017) y su Carta pastoral sobre el comunismo refleja su postura, la cual se analiza a continuación.
En el segundo apartado del artículo, el autor menciona que la Carta pastoral refiere a la lucha anticomunista como una ‘cruzada’, entendida como una “pretensión romana de autoridad sobre toda la cristiandad” y como una “guerra justa” convocada y legitimada por la misma iglesia(Machuca Vega, 2016). Así, ante la amenaza comunista en Monterrey, era necesario emprender una cruzada para hacerle frente.
El autor menciona que el discurso de Espino y Silva se puede caracterizar como ideológico (ya que, siguiendo el texto, el primer rasgo de la ideología es que constituye una posición partidista o polémica que busca vencer otras ideologías) y su llamado como una incitación a un combate abierto contra el comunismo (antagónico al ideario católico) a través de cruzadas de oración y de acción.
La cruzada de oración entendía que la única forma de frenar al comunismo era a través de la intervención divina y que la Virgen de Guadalupe (y el Santo Rosario) era la patrona de esta campaña. A decir del autor, la incorporación de la figura de la Virgen de Guadalupe buscaba asociar el anticomunismo con el nacionalismo: “de esta manera, ser católico y anticomunista se volvía sinónimo de ser mexicano, razón por la cual los comunistas eran considerados antipatriotas” (Machuca Vega, 2016).
La cruzada de acción consistía en fomentar al cristianismo como forma de vida: activa participación en los sacramentos (bautismo, confirmación, eucaristía y matrimonio), sostenimiento de los principios fundamentales de la fe, y adición a la doctrina social de la iglesia.
Igualmente, el autor destaca la denuncia de Espino y Silva a aquellos padres de familia que no procuraban una formación religiosa apropiada para sus hijas e hijos ya que, según este último, “los comunistas podían inculcar sus doctrinas perversas desde las escuelas laicas […] En efecto, cuando las condiciones económicas lo permitían, muchas familias regiomontanas procuraban enviar a sus hijos a escuelas privadas, preferentemente religiosas, y en el impulso hacia este tipo de educación (en todos los niveles) jugaron un papel importante los empresarios locales” (Machuca Vega, 2016). Lo anterior da pie al tercer apartado del presente artículo, sintetizado a continuación.
Sobre las relaciones entre el empresariado y el clero regiomontanos, Machuca identifica múltiples indicios del vínculo entre la iglesia y el empresariado local en la Carta pastoral de 1961. Al respecto, se menciona que dicha convivencia comienza a tejerse, por lo menos, desde finales del siglo XIX debido a los intereses socioeconómicos compartidos por ambos sectores.
En el caso de Monterrey, las inquietudes de la élite local se entremezclaron con las del clero en la década de 1930, lo que permitió la creación de un frente común para confrontar los problemas que ambas instituciones enfrentaban. Aunque la Carta pastoral no explicita esta vinculación, el autor destaca algunos elementos implícitos, como la exaltación del desarrollo industrial de Monterrey y el elogio al compromiso social del empresariado local respecto a las condiciones laborales de los obreros. Así, el documento evidencia la aprobación de la iglesia local sobre las actividades del sector empresarial.
Finalmente, el autor menciona que la élite regiomontana participa en la cruzada anticomunista convocada por Espino y Silva, citando dos ejemplos: la formación de la Universidad de Monterrey (UDEM) en 1968, aprobada por el arzobispo y respaldada por diversos empresarios regiomontanos ya que las otras universidades locales manifestaban tendencias de izquierda y/o movilizaciones estudiantiles; y la creación de la Cruzada Regional Anticomunista (CRAC) en 1962, organización “avalada, sostenida y dirigida por los personeros del gran capital regiomontano” (Machuca Vega, 2016).
Finalmente, Machuca menciona que la Carta pastoral es un documento que manifiesta el ideario del arzobispado regiomontano respecto a la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo en el siglo XX. Asimismo, señala que un receptor importante de dicho discurso fue el empresariado regiomontano ya que a la élite local consideraba que el comunismo atentaba contra sus intereses económicos. Actualmente, dichas posiciones encuentran resonancias en otros ámbitos:Aunque el comunismo ha dejado de ser el principal enemigo de la Iglesia católica, por lo menos desde la caída del bloque socialista a finales del siglo XX, esta institución no ha cesado de identificar potenciales amenazas que ponen en riesgo la estabilidad de su autoridad en distintos ámbitos. Hoy en día, sectores tradicionalistas inculpan a los estudios de género de promover objetivos similares a los que supuestamente perseguía el “comunismo ateo” durante la Guerra Fría, es decir, atentar contra la Iglesia, la familia y la educación. Esto sugiere que el discurso religioso anticomunista de la década de 1960 presenta continuidades claramente identificables en las posturas conservadoras que actualmente son asumidas por la Iglesia y por diversos sectores de la población mexicana(Machuca Vega, 2016).
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