ISSN : 2992-7099

La gran desistencia histórica y el fin de la sociedad industrial (Comentario sobre el libro de Marcio Pochmann)

Luis Fernando Vitagliano

Luis Fernando Vitagliano

28 junio, 2022

Muchos economistas prefieren mirar los números a lo largo de la historia. Estos economistas y sus opciones por las matemáticas tienen una ventaja innegable: están en el terreno de la precisión. Un PIB bajo o una inflación alta no cambia en la interpretación temporal, inexorablemente permanecerá así. Las variables cambiantes como la tasa de interés, el tipo de cambio y los salarios tienen consecuencias calculables y mecanismos de contagio identificables por modelos.

Por otro lado, los economistas que optan por una perspectiva histórica para desarrollar sus análisis pueden no contar con las grandes herramientas de regresión y control de indicadores; pero tienen otra ventaja que nunca tendrá un econometrista: pueden reflexionar y evaluar el pasado, a través de la capacidad de tejer relaciones, proponer el futuro como un devenir, discutiendo avances y retrocesos civilizatorios. Para este segundo perfil profesional, los números son sólo medios (secundarios a movimientos históricos y decisiones políticas) para mirar la construcción nacional.

Marcio Pochmann, quien obviamente encajaría en el segundo perfil de un investigador en el área económica, está mirando al pasado reciente para pensar en los próximos pasos hacia el futuro. Sería redundante decir que se trata de la cuestión nacional, en el sentido preciso del término: sobre el rumbo de una nación que tiene el tamaño y la capacidad de soberanía.

Elegido por el índice científico Alper-Doger (AD-2022) como el 4º economista brasileño más importante y el 11º latinoamericano[1] Pochmann acaba de publicar su 62º libro: La gran desistencia histórica y el fin de la sociedad industrial. Una obra que circula de manera ensayística por momentos históricos anteriores, para centrarse en la Nueva República como periodo central de sus interrogantes civilizatorios. La pregunta que instiga al lector es si tendremos o no un espacio político para la construcción nacional que requiere de ciertas condicionalidades.

Ya en la introducción a la obra, Pochmann argumenta que aquella burguesía nacional que se constituyó con un proyecto de desarrollo nacional insistía en un país industrial, urbano, moderno y desarrollado era excepcional en el sentido de una excepción histórica. E incluso esta última, que se oponía al perfil oligárquico de la burguesía asociada y dependiente, desistió. En suma, esta burguesía, o esta fracción de la burguesía, termina vencida por el cansancio a ese país del futuro, soberano y con índices de desarrollo y acepta la posición legada por el neoliberalismo y sus camarillas nacionales en la posición subordinada que la otra parte de la élite rogó y prevaleció.

Lo que hace apasionante el debate es el papel del Estado cuestionado en el ensayo. ¿Qué nación nos proponemos tener, requiere la pregunta de qué Estado se necesita? Dentro de una élite subordinada y dependiente del capital internacional, reacia al riesgo de la empresa capitalista altamente competitiva, domina la perspectiva de un Estado neoliberal y oligopólico, que da seguridad al capital internacional mientras defiende los intereses locales de la aversión a la competencia.

Sabemos que para establecer un Estado burgués es necesario actuar contra la intuición. No hay lugar para un Estado liberal en un Estado burgués. Aquí es donde los economistas econométricos se equivocan y los economistas históricos tienen más herramientas: cualquier mirada al desarrollo de los países desarrollados observa que el Estado es altamente interventor y actúa en la construcción del desarrollo. Lo sabemos desde Rostow hasta Myrdall, desde McNamara hasta Mandel, desde Dani Rodrick o Stiglitz hasta Joo Chang. Por lo tanto, para que Brasil desarrolle su proyecto nacional de desarrollo, se necesitaría un Estado fuerte, activo y modernizador. El problema no es económico, sino político. Porque si una parte de la elite no quisiera, o si el resultado de las fuerzas políticas de la élite fuera la eliminación de la inversión en un Estado que pudiera ayudar en la construcción del Estado Industrial, sin una clase obrera que pretenda relaciones de capital, esto no va a suceder.

Sin pretender hacer una lectura mecanicista de los períodos explorados por Pochmann, pero beneficiándose de una estrategia de condensación para expresar cuestiones que se contextualizan en el libro, podemos suponer que se establece una interesante relación entre el capitalismo como modo de producción internacional, el capitalismo brasileño que se inserta en la división internacional del trabajo y el Estado necesario o resultante de las contradicciones de la estructura material de producción. En otras palabras, en las constricciones provocadas por la división internacional del trabajo, acompañada del capitalismo nacional y sus correlatos endógenos, configura por extensión una figura de Estado casi como resultado de las necesidades materiales del capital internacional, nacional y de las fuerzas políticas.

Hay tres momentos usados y comparados en el libro; teniendo como corte la República:
(a) La Primera República, con el Estado liberal, agrario, gendarme exportador y aún con un fuerte vínculo esclavista ligado a la división internacional del trabajo, donde Brasil se coloca en la posición de agrario-exportador, monocultivo y de ahí el resultado es un Estado liberal que respeta y fortalece a las oligarquías;

(b) El período posterior de industrialización que va desde Getúlio Vargas hasta el régimen militar, donde las fuerzas de la industrialización encuentran espacio tanto en el ámbito internacional como en el proyecto nacional para actuar en el proceso de reposicionamiento brasileño en la división internacional del trabajo, exigir un Estado Industrial;

(c) Y el período de la Nueva República, donde el neoliberalismo ataca nuevamente la constitución de 1988 para volver a poner a Brasil en la condición de subordinación que estaba previamente establecida y la versión neoliberal de un Estado débil y subordinado provoca el abandono de parte de la sociedad civil para luchar por un Estado industrial.

Si la historia se repite, o si la historia es cíclica, estas son subjetividades que no interfieren con el hecho de que Brasil históricamente ha renunciado a consolidarse como no soberano y autónomo frente a la división internacional del trabajo.

Como alguien que quiere discutir el futuro, cabe la pregunta de Cazuza: ¿qué país es este? Pero, ¿sería mejor preguntarnos qué país queremos que sea? Para esta segunda pregunta, la respuesta pasa necesariamente por el necesario Estado que gestionará las políticas públicas que orientarán el proyecto. Queda la espera (o la esperanza) de que una élite discuta los rumbos nacionales y redefina el Estado necesario, como los EE.UU. de la independencia que establecieron en la unión su pacto por la soberanía de las colonias. Y, en ausencia de esta élite, son las clases populares las que deben asumir la misión de abordar el tema del desarrollo y las políticas públicas como lo hicieron en la vieja Europa del siglo XIX. En la retirada de personajes históricos colectivos decisivos (o en la insuficiencia de estos actores), la historia brasileña se ha repetido entre la subordinación liberal y la subordinación neoliberal a los intereses de las grandes corporaciones internacionales.

Referencia

Marcio Pochman. La gran desistencia histórica y el fin de la sociedad industrial. Ideas & Letras. 2022.


Nota

[1] El índice científico Alper-Doger (AD-2022) está disponible en https://maisbrasil.news/2022/03/14/ranking-dos-100-economistas-da-america-latina-traz-50-brasileiros -e-bresser-pereira-eo-primero-de-la-lista/

Reseña del libro (portugués)

A grande desistência histórica e o fim da sociedade industrial

Por LUIS FERNANDO VITAGLIANO*

Comentário sobre o livro recém-lançado de Marcio Pochmann

Muitos economistas preferem olhar aos números ao olhar a história. Esses economistas e suas opções pelas matemáticas contam com uma vantagem incontestável: estão no terreno das precisões. Um PIB baixo ou uma inflação alta não se alteram na interpretação temporal, vão manter-se assim inexoravelmente. Mexer nas variáveis como taxa de juro, taxa de câmbio e salários têm consequências calculáveis e mecanismos de contágio identificáveis por modelos.

Já os economistas que optam pelo olhar histórico para desenvolver suas analises, podem não contar com as grandes ferramentas de regressão e controle dos indicadores; mas contam com outra vantagem que jamais um econometrista vai ter: podem refletir e avaliar o passado, através da capacidade de tecer relações, propor o futuro como devir, discutindo avanços e retrocessos civilizatórios. Para este segundo perfil profissional, os números são apenas meios (secundários em relação aos movimentos históricos e as decisões políticas) de olhar para a construção nacional.

Marcio Pochmann, que obviamente se enquadraria no segundo perfil de pesquisador da área econômica está olhando para o passado recente para pensar os próximos passos do futuro. Seria redundante dizer que está discutindo a questão nacional, no sentido preciso do termo: sobre os rumos de uma nação que tem porte e capacidade de soberania.

Eleito pelo índice científico Alper-Doger (AD-2022) como o 4º mais importante economista brasileiro e o 11° Latino Americano,[1] Pochmann acaba de lançar seu 62º livro: A grade desistência histórica e o fim da sociedade industrial. Obra que circula de forma ensaística por momentos históricos pregressos, para focar na Nova Republica enquanto período central dos seus questionamentos civilizatórios. A pergunta que instiga o leitor é se teremos ou não espaço político para a construção nacional que exige certas condicionalidades?

Já na introdução da obra, Pochmann defende que aquela burguesia nacional que se constituiu com um projeto nacional de desenvolvimento, insistiu em um país industrial, urbano, moderno e desenvolvido foi excepcional no sentido de exceção histórica. E, mesmo essa, que se contrapunha ao perfil oligárquico da burguesia associada e dependente, desistiu. Enfim, essa burguesia, ou essa fração da burguesia, acaba vencida pelo cansaço ao desse país do futuro, soberano e com índices de desenvolvimento e aceita a posição legada pelo neoliberalismo e suas camarilhas nacionais na posição de subalterna que a outra parte da elite rogava e prevaleceu.

O que torna instigante no debate é o papel do Estado questionado no ensaio. Qual nação nos propomos a ter exige a pergunta de qual Estado é necessário? Dentro de uma elite subordinada e dependente ao capital internacional, avessa ao risco do empreendimento capitalista de alta competitividade domina a perspectiva de um Estado neoliberal, oligopolista – que dá segurança ao capital internacional ao passo em que defende os interesses locais de aversão á competição.

Sabemos que para se instituir um Estado burguês é preciso agir contra a intuição. Não cabe um estado liberal para um Estado burguês. É onde os economistas econometristas erram e os economistas históricos têm mais instrumentos: qualquer olhar para o desenvolvimento dos país desenvolvidos observa que o Estado é altamente interventor e atua na construção do desenvolvimento. Sabemos disso de Rostow a Myrdall, de McNamara a Mandel, de Dani Rodrick ou Stiglitz a Joo Chang. Por isso, para o Brasil desenvolver seu projeto nacional de desenvolvimento seria necessário um Estado forte, atuante e modernizador. O problema não é econômico, mas politico. Porque se parte da elite não quis, ou se o resultado das forças políticas de elite foi o afastamento do investimento em um Estado que pudesse ajudar na construção do Estado Industrial, sem uma classe trabalhadora que tenciona as relações de capital, isso não vai acontecer.

Sem a pretensão de fazer uma leitura mecanicista dos períodos explorados por Pochmann, mas me beneficiando de uma estratégia de condensação para expressar questões que são contextualizadas no livro, podemos supor que se estabelece uma interessante relação entre o capitalismo como modo de produção internacional, a versão brasileira do capitalismo que é inserido na divisão internacional do trabalho e o Estado necessário ou resultante das contradições da estrutura material de produção. Ou seja, nas condicionantes provocadas pela divisão internacional do trabalho, acompanhada pelo capitalismo nacional e suas correlações endógenas, configura por extensão uma figura de Estado quase que como resultantes das necessidades materiais do capital internacional, nacional e das forças políticas.

São três momentos usados e comparados no livro; tendo como recorte a Republica: (a) A Primeira República, com o Estado gendarme liberal, agrário, exportador e ainda com forte vinculo ao escravagismo ligado a divisão internacional do trabalho, onde o Brasil se coloca na posição de monocultura agrário-exportadora e disso resulta um estado liberal que respeita e fortalece as oligarquias; (b) O período posterior de industrialização que vai de Getúlio Vargas ao regime militar, onde as forças de industrialização encontram tanto no ambiente internacional como no projeto nacional espaço para atuar no processo de reposicionamento brasileiro na divisão internacional do trabalho, exigindo um Estado Industrial; (c) E o período da Nova República, onde o neoliberalismo volta a atacar a constituição de 1988 para recolocar o Brasil na condição de subordinação que antes se estabelecia e a versão neoliberal de estado fraco e subordinado provoca a desistência de parte da sociedade civil lutar por um Estado industrial.

Se a história se repete, ou se a história é cíclica, são subjetividades que não interferem no fato de que houve uma desistência histórica do Brasil consolidar-se como não soberana e autônoma diante da divisão internacional do trabalho.

Como quem quer discutir o futuro, a pergunta de Cazuza cabe: que pais é esse? Mas seria melhor nos perguntarmos que país queremos que seja? Para essa segunda pergunta a resposta passa necessariamente pelo Estado necessário que vai gerir políticas públicas que darão rumo ao projeto. A espera (ou esperança) fica para uma elite que discuta os rumos nacionais e redefina o Estado necessário, como os EUA da independência que estabeleceu seu pacto por soberania das colônias na união. E, na ausência dessa elite, são as classes populares que deve assumir a missão de tencionar a questão do desenvolvimento e das políticas públicas como fizeram na velha Europa do século XIX. Na desistência de personagens históricos coletivos decisivos (ou na insuficiência desses atores), a história brasileira tem se repetido entre a subordinação liberal e a subordinação neoliberal aos interesses de grandes corporações internacionais.

*Luís Fernando Vitagliano é cientista político e professor universitário.

Referência

Marcio Pochmann. A grande desistência histórica e o fim da sociedade industrial. São Paulo, Ideias & Letras, 2022, 152 págs.


Nota

[1] O índice científico Alper-Doger (AD-2022) está disponível em https://maisbrasil.news/2022/03/14/ranking-dos-100-economistas-da-america-latina-traz-50-brasileiros-e-bresser-pereira-e-o-primeiro-da-lista/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

sixteen − 11 =