ISSN : 2992-7099

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Revista Tlatelolco, PUEDJS, UNAM
Vol. 1. Núm. 1, julio-diciembre 2022

La democracia cognoscitiva de José Revueltas, un concepto vigente y urgente

The cognitive democracy of José Revueltas, a current and urgent concept

Eduardo Sabugal Torres

RECIBIDO: 21 de enero de 2022 | APROBADO: 4 de mayo de 2022

DOI-0

* Catedrático en la Licenciatura de Literatura y Filosofía, en la Universidad Iberoamericana, Campus Golfo Centro. Puebla. Doctorante en Literatura Hispanoamericana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). ORCID: 0000-0002-3941-891X Correo electrónico: eduardosabugal@gmail.com

Resumen

José Revueltas, uno de los más importantes escritores del siglo XX en México, dejó una obra teórica poco explorada, su concepto de democracia cognoscitiva es resultado de la lucha por la desenajenación humana, econ la conciencia histórica y como praxis de la cotidianidad, no como un ideal meramente utópico. El concepto busca combatir la autarquía cognoscitiva y fomentar la crítica, pues la “reflexión acrítica”, era un pensamiento bárbaro según Revueltas. La democracia tenía que pasar por lo epistemológico si realmente quería introyectarse dentro de la sociedad, y no quedarse en lo meramente representativo o participativo. En este trabajo se explora dicho concepto de democracia, a la luz de la coyuntura actual de México.

Palabras clave:

democraciacríticateoría políticadesenajenaciónJosé Revueltas.

Abstract

José Revueltas, one of the most important writers of the 20th century in Mexico, left a little explored theoretical work, his concept of cognitive democracy is the result of the struggle for human alienation, in and with historical consciousness and as praxis of everyday life, not as a merely utopian ideal. The concept seeks to combat cognitive autarchy and encourage criticism, since uncritical reflection was a barbaric thought according to Revueltas. Democracy had to go through the epistemological if it really wanted to introject itself into society, and not remain merely representative or participatory. This paper explores this concept of democracy, in light of the current situation in Mexico.

Keywords:

democracycritiquepolitical theorydisalienationJosé Revueltas.

Sumario:

José Revueltas, teórico incansable y escritor prolífico, hablaba y esgrimía un concepto de democracia que hoy resulta imperativo recuperar. Una de las estrategias decoloniales, supondría valerse de conceptos propios, generados en y a partir de nuestras latitudes. El paralaje desde donde Revueltas teorizó y analizó la realidad nacional sigue teniendo una vigencia y una valía notables. Aquí se sugiere revisitar su concepto de democracia cognoscitiva, que en la coyuntura actual, a tres años del inicio de la Cuarta Transformación, y ante un viejo régimen que se resiste a morir, parece pertinente y necesaria ante la urgencia por revolucionar las conciencias para que la transformación realmente sea un proceso de largo alcance, de prácticas y hábitos ciudadanos realmente democráticos, y que se logre erradicar la plutocracia, la corrupción, la compra-venta de candidaturas y puestos públicos, los cacicazgos, el amasiato con el crimen organizado y los repetidos fraudes electorales.

Eduardo Sabugal Torres
Urge una forma radicalmente distinta, de ver y conocer la realidad, una nueva episteme democrática, emancipadora y crítica, que permita que la Cuarta Transformación sea también un acontecimiento en la sociedad civil y no sólo un proyecto alternativo de Nación de un Partido que inició como Movimiento. Se requiere una revolución de las conciencias permanente, para que lo ocurrido en las urnas en 2018, no se quede en la historia sólo como la mayor insurgencia electoral de la historia en México, cierto, pero sólo eso, una insurgencia electoral. Si no hay una democratización profunda de la vida pública y de las instituciones, si no se interioriza lo auténticamente democrático hasta la médula de la sociedad civil en la forma de percibir y conocer la realidad, nada garantiza que pueda existir una regeneración real y una continuidad en el viraje histórico profundo que inició con el triunfo electoral del proyecto de nación que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Revueltas usaba la noción de democracia no en un sentido estrecho, sino en un sentido amplio, no se refería a una democracia numérica o aritmética, que pudiera verificarse únicamente en la dimensión de los procesos electorales, sino a lo que él filosóficamente refería como una democracia cognoscitiva, al modo en que opera en la ciencia. José Revueltas, militante-escritor y escritor-militante, creía que el escritor debería militar en los partidos, ayudar en los sindicatos y ser un trabajador social. Militó y participó activamente en el PCM, del que fue expulsado en 1943 y luego readmitido en 1956 para salir definitivamente de ese partido en 1960, luego siguió teorizando desde la práctica en el Grupo Marxista El Insurgente, y en el Partido Popular junto a Lombardo Toledano, y en septiembre de 1960 fundó con otros compañeros la Liga Leninista Espartaco. Pese a esas y otras adhesiones políticas y militantes, siempre denunció severamente las deformaciones dogmáticas. Incluso su método para escribir cuentos y novelas, su realismo crítico, hay que entenderlo así, como una respuesta antidogmática congruente con su postura y con su pensamiento crítico-teórico, en el terreno de la praxis literaria.

En el otro terreno, en el de la praxis política, su método, siempre dialéctico, además de llevarlo a la acción, le hizo desembocar en nociones tan importantes como el de autogestión, de gran valía en la coyuntura del movimiento estudiantil de 1968, y el de democracia cognoscitiva, que posee hoy, una vigencia extraordinaria y una profundidad filosófica que invita a revisarla con el objetivo de actualizarla y demostrar, para hacerle justicia a Revueltas, que el escritor duranguense no predicó en el desierto, como él mismo pensaba en momentos de desolación y aislamiento, sino que su único desajuste, quizá, fue predicar algo que tenía un alcance futuro, adelantándose a su tiempo. Cuando estuvo en el partido comunista pugnaba por una democracia interna. Él mismo explica en su libro Conversaciones con José Revueltas “la democracia interna debe caracterizarse por un impulso para acceder a la realidad política y no para la imposición de un dogma. Esa teoría estaba demasiado avanzada para mi tiempo. Pero la sigo sosteniendo. Yo creo que si no hay una vanguardia democrática capaz de pensar y de racionalizar los fenómenos, no se puede dirigir la historia” (Revueltas, 2001, p. 187). He ahí una primera pista de cómo es la democracia que imagina Revueltas, una que ayude a pensar, racionalizar y dirigir, esa es justamente la dimensión cognoscitiva en la conciencia humana.

La crítica de José Revueltas hacia el dogmatismo se agudizó a partir de la publicación de Los días terrenales en 1949 y de los Congresos del PCUS de 1956 y 1961 (el XX y XXII, respectivamente) tras la muerte de Stalin, y posteriormente, después de haber publicado en 1964 Los errores, tras la irrupción del movimiento estudiantil en 1968 y la entrada en una era nuclear (atómica) que obligaba a replantearse muchos de los postulados de la izquierda revolucionaria a nivel mundial entre las potencias, y sobre todo en el tercer mundo. Como aclaran Andrea Revueltas y Philippe Cheron en la presentación del primer tomo de la Obra Política que contiene Cuestionamientos e intenciones y Dialéctica de la Conciencia, pese a la dura postura crítica que fue desarrollando Revueltas, y que caracterizó el contenido de sus textos ensayísticos (filosófico estéticos y políticos) y que repercutió en su forma de escribir, siempre mantuvo una lucha sobre dos frentes “contra el dogmatismo de la izquierda y contra el enemigo natural del revolucionario, la burguesía” (Revueltas, 2020, p. 20).

Para entender de dónde proviene la democracia cognoscitiva de la que habla Revueltas conviene revisar brevemente su ruta de pensamiento. Casi desde su infancia fue un militante de la causa del pueblo, de la causa del proletariado internacional. Recordando su profundo vínculo con los desposeídos, escribe: “mi unión con el pueblo, del que soy hijo y en quien reconozco la fuente de todas las energías creadoras y superadoras de la existencia” (Revueltas, 2020, p. 35). Adoptó el marxismo desde sus comienzos como escritor como una metodología filosófica, práctica y estética, y tenía muy claro el modo en el que debería operar el materialismo dialéctico.

Un año antes de la represión y el aplastamiento definitivo de las huelgas ferrocarrileras, ocurridas en 1959, y poco después de su viaje a Moscú y de visitar Alemania y algunos otros países de Europa del Este, Revueltas publicó un extenso ensayo titulado México: una democracia bárbara. Ahí describe y analiza un México posrevolucionario en donde, debido a la testarudez de la clase dirigente de seguir haciendo de cuenta que el proceso revolucionario había sido desclasado y no una revolución democrático-burguesa, y que había sido una revolución con ideólogos, pero sin programa ideológico, se había desembocado inevitablemente en una democracia simulada, únicamente electoral y totalmente viciada, que había emanado justamente de la institucionalización de aquella Revolución.

El año de 1968 fue fundamental para el trabajo teórico de Revueltas. Refiriéndose a ese lenguaje común que los estudiantes de todo el mundo comenzaron a gestar en la Ciudad de México, pero también en Tokio, Berlín, y París, escribe: “condensa más de 50 años de una historia contemporánea alienada y traicionada, para liberarla y darle porvenir en el proyecto de una conciencia histórica devuelta a su unidad dialéctica como democracia y concurrencia cognoscitivas. Restituye a Trotsky junto a Lenin; proclama al Che Guevara; recupera a Rosa Luxemburgo; rinde homenaje a Mao; testimonia su amor por Ho Chi Min” (Revueltas, 2020, p. 158). Es decir, ya en el movimiento estudiantil observa una concurrencia, sí política, pero ante todo cognoscitiva, porque se hablaba del mundo de forma distinta y porque se le conocía también de forma distinta.

Respecto a las formas de autogestión que Revueltas comienza no sólo a pensar sino a llevar a la práctica dentro de asambleas universitarias, escribe “esto constituye una buena premisa para interpenetrar la contradicción entre individuo y colectividad a través de lo que he llamado democracia cognoscitiva. Me ha servido mucho la Crítica de la razón dialéctica, de Sartre” (Revueltas, 2014a, p. 528). Revueltas plantea así, la democracia de este tipo, como una síntesis hegeliana entre el sujeto y el objeto, una superación que permite salir de la antinomia individuo versus colectividad. Y es que Revueltas sigue más a Hegel que a Sartre, cuando lo pondera tal y como lo hacía Marx, “colocando al hombre como autogénesis y, por ende, como historia y racionalidad a la vez” (Revueltas, 2020, p. 444). Es decir, es la dialéctica de la negatividad, el verdadero principio motor y engendrador. La democracia bárbara, en espera de ser negada por una nueva democracia, la cognoscitiva, que se definirá, en primera instancia, por esa misma negación dialéctica.

Conocer para transformar, porque la autogestión académica y la autodeterminación no sólo aparecen como estamentos políticos, sino también como toda una nueva forma de concebir el poder mismo y la noción de Estado. Influenciado por las posturas espartaquistas alemanas, Revueltas hace un viraje en su mirada teórica y en su objeto de estudio, el interés ya no gira en torno al viejo tema del Partido y su fracaso histórico (el proletariado acéfalo), sino que ahora pone especial entusiasmo teórico-práctico en la autogestión. En esa etapa de reflexión, al calor emancipatorio y creativo del movimiento estudiantil, y en buena medida, gracias al análisis realizado ya estando preso dentro de Lecumberri, Revueltas “pugna por la descentralización con el fin de lograr una verdadera práctica democrática. Además, se organiza en términos de movimiento” (Navarro, 2014, p. 245). Como señala Fernanda Navarro, esa reorientación en la posición de Revueltas, coincide, sin dejar de ser leninista, con su acercamiento a la idea de la organización autogestiva de las masas obreras tal y como la planteaba Rosa Luxemburgo.

La autogestión, como idea y práctica, ligada estrechamente a la democracia cognoscitiva, Revueltas la delinea a partir de su vivencia directa en las brigadas, los comités de lucha, la cercanía con el Consejo Nacional de Huelga y la pluralidad de pensamiento de sus integrantes, y la muy vasta producción de textos, no sólo de análisis político, sino también de volantes, manifiestos, impresos mimeográficos, escritos de forma simultánea y en paralelo, a las acciones que el movimiento realizaba dentro y fuera de la Universidad, y que sucedían de forma vertiginosa y que irían desde las aulas a las calles y desde las calles hasta las puertas de la cárcel.

La autogestión académica podía sintetizarse, en esa inmediatez del momento histórico por el que atravesaba el movimiento, en acciones que incluían el debatir, cuestionar y refutar, en el marco de mesas redondas, foros, seminarios y asambleas, los problemas sociales de la coyuntura nacional y no sólo al interior de la Universidad. Revueltas, a través de esa idea, pretendía “convertir a la Universidad en el elemento crítico más activo de la sociedad” (Revueltas, 2014b, p. 39). Pretensión que consistía, en realidad, en devolverle a la Universidad, su razón de ser, y su justificación social.

Revueltas intentó plantear en las discusiones, la importancia y la repercusión extramuros del movimiento mismo, así como el rol asumido o no del movimiento estudiantil dentro del contexto macro, es decir, en el panorama político de todo el país. De las tareas que se autoimpusiera el movimiento estudiantil, de sus tácticas y estrategias, dependería de que una participación consciente y activa, se diera no sólo en los estudiantes, sino en todo el pueblo de México, y en especial en las masas obreras, a quienes Revueltas consideraba vital y urgente incorporarlas a la lucha. La posición de Revueltas, siempre a favor del conocimiento y del autoconocimiento, defendía la idea de que, en paralelo a las protestas, debería seguirse al interior de la Universidad con una vida académica activa y fecunda. De no detener la vida académica sino de intensificarla y democratizarla, se ganarían aliados y una aprobación generalizada de la opinión pública: “La autogestión académica representaría un golpe rápido, en corto, contra el enemigo en el terreno de ganar para el movimiento estudiantil una simpatía activa muy vasta entre las grandes masas de opinión” (Revueltas, 2014b, pág. 41).

Eduardo Sabugal Torres
La mirada de Revueltas, además de crítica y antidogmática, tenía una profundidad histórica que le permitía pensar, como ya se dijo, en lo que estaba por venir o lo que se podría conquistar en el presente, pero en aras de alcanzar un horizonte deseable en el futuro. La autogestión universitaria era sólo un primer momento, casi un ejercicio regional necesario, para poder transitar a algo mayúsculo, una suerte de sociedad civil autogestiva que permanentemente estuviera cuestionando y construyendo sus propios modelos socioeconómicos y sus dinámicas políticas e institucionales. Esa sociedad civil autogestiva, compuesta de diversas clases sociales, sería una suerte de conciencia organizada que justamente permitiría hablar de una democracia cognoscitiva y no bárbara. En agosto de 1968, Revueltas explica: “El objetivo ideológico fundamental de la autogestión académica es el de establecer en la esfera universitaria y de la enseñanza superior, el concepto y la práctica de la democracia cognoscitiva como instrumento de la lucha por la libertad y como la libertad misma del futuro” (Revueltas, 2014b, p. 42).

La aportación de Revueltas es sui generis y sin duda de hondo calado si se le compara con otros análisis emprendidos más o menos por los mismos años. Baste un ejemplo, desde otro lugar, pero con el mismo ojo crítico, Pablo González Casanova, en la segunda edición de su libro La democracia en México, puesta al día en 1967, precisaba que era necesario, en una decisión fundamental, transitar de una vez por todas a una democracia efectiva, que permitiera acelerar la descolonización del país y la integración nacional, así como remediar no de forma limitada sino totalmente, la desigualdad. A diferencia de Revueltas, qué creía que la democracia bárbara impuesta inmediatamente después del triunfo de la revolución democrático-burguesa, había dejado deliberadamente fuera al proletariado y al lumpenproletariado, erigiéndose en un aparato de estado burgués, González Casanova creía que en México no se había alcanzado aún plenamente un gobierno burgués, es decir una democracia burguesa, y por lo tanto no se había llegado a establecer cabalmente el sistema capitalista sino que se estaba en una condición precapitalista. Para González Casanova, había un aplazamiento de esa democracia deseada que él llamaba efectiva, por culpa de una especie de permanencia fatal en obstáculos antidemocráticos. Escribe: “El problema es que en la conciencia de la clase gobernante y del México conformista no se contempla aún como una medida apremiante, la necesidad de esta decisión de democratización de las instituciones. Una opacidad, mezcla de hábitos políticos y retóricos, de éxitos parciales e indudables, de engaños y autoengaños demagógicos o cortesanos, oculta a la conciencia pública la necesidad urgente de una democratización efectiva y de una descolonización nacional” (González Casanova, 1967, p. 173).

Revueltas, y en esto sí coincide con González Casanova, identificaba de forma similar algunas taras o rémoras que habían impedido una democracia real, y que por lo mismo habían permitido que se impusiera una democracia bárbara. Revueltas se separa diametralmente de la posición de González Casanova, cuando a mediados de los años setenta, termina de darle forma al concepto de democracia cognoscitiva, y pone de relieve la preocupación por encontrar una vanguardia auténtica capaz de hacerle frente, en una concurrencia política e histórica, al neocapitalismo. En ese contexto desestima y denuncia el callejón sin salida al que había llegado una cierta práctica y concepción de la realidad, desde la izquierda. Revueltas anota: “Es la cosecha que recogemos del stalinismo, pero hay algo mucho más profundo. Comparecemos ante la quiebra de los viejos valores revolucionarios: la muerte del internacionalismo, el fracaso de la dictadura del proletariado y la aparición de un nuevo tipo de Estado, para el cual no queremos encontrar nombre” (Revueltas, 2014a, p. 560). Según la perspectiva de González Casanova, el sufragio en México se había convertido en una entelequia, por culpa del colonialismo interno y por los peligros que representaba para la burguesía mexicana, el imperialismo. Para Revueltas, el asunto era mucho más grave, no se trataba ya de si las formas jurídicas tradicionales de la Constitución se cumplían o no, por no haber un desarrollo plenamente capitalista en México, sino que el problema radicaba justamente en eso, en fetichizar las formas y las leyes, en creer que la democracia pasaba antes que nada, por las formas jurídicas o por el sufragio. El verdadero enemigo de la democracia en México, según Revueltas, era la propia conciencia del mexicano promedio, que había enajenado su capacidad para conocer la realidad y las condiciones reales de su existencia, que había endosado a otros, por decirlo de alguna manera, ese ejercicio libre y supremo de la crítica y la autocrítica, y por lo mismo de la praxis. Que había renunciado a pensar lo real y organizarse colectivamente a partir de ese pensamiento autónomo, como si en efecto existiera ya, de por sí, apriorísticamente, algo llamado democracia, y se moviera uno, infaliblemente y sin tener que realizarla, dentro de ella. Por otro lado, la libertad de crítica, de reunión, de asociación, la lucha de partidos, y el sufragio mismo, que González Casanova veía como síntomas buenos hacia la democracia posible, eran en todo caso, para Revueltas, efectos y no causas, de una desenajenación de la conciencia, esta sí, ingrediente obligadamente necesario para poder hablar de democracia.

En 1972, en Literatura y liberación en América Latina, deja claro el rol fundamental que debería tener la literatura en la consecución de esa democracia cognoscitiva tan cara a su pensamiento político, pues la literatura debería ayudar a desenajenar, transformar y criticar. En marzo de 1971, Revueltas escribe en Ensayo sobre un proletariado sin cabeza: “No debemos esperar de nadie, sino de nosotros mismos: pensar, escribir, luchar, con audacia, despojados de todo fetiche, de todo dogmatismo, no importa el punto a que lleguemos” (Revueltas, 2020a, p. 199). La idea de democracia en Revueltas implicaba la desenajenación, la transformación y la crítica, y estaba encaminada a combatir el dogmatismo, pero debería apoyarse en el método dialéctico, esto es, en los momentos claves de la mente humana, la crítica y la autocrítica, que para él no sólo eran formas conscientes de un individuo ideologizado, sino formas del movimiento mismo de la sociedad y de la historia. La dialéctica era, para decirlo con él, “una de las conquistas más grandes del pensamiento humano en su lucha por la verdad” (Revueltas, 2020c, p. 67).

En 1971, en entrevista con Raúl Torres Barrón, Revueltas sostenía que una verdadera actitud crítica frente al gobierno era su negación: “Negarlo con las armas de la crítica hasta que llegue el momento de la crítica de las armas” (Revueltas, 2001, p. 93). Justamente el concepto de democracia cognoscitiva que él estaba intentando introducir, sin mucho eco, en los debates políticos públicos, consistía en una de esas armas. Era un esfuerzo teórico encaminado a la praxis política, que permitiría zafarse por completo de la democracia bárbara que había perpetuado al PRI en el poder y mediante la cual seguían existiendo no sólo condiciones de opresión y miseria en la mayoría de los mexicanos y mexicanas, sino que peor aún, las padecían sin conciencia política. Ese monolitismo de la dictadura sexenal del poder ejecutivo que Revueltas vio que llegaba a un límite, a una especie de asíntota, hacia 1970, con el cambio de estafeta entre Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, había llevado al régimen político a una disyuntiva radical, que consistía en tener que decidirse inevitablemente entre el fascismo y la democracia. La historia confirmaría, a la postre, que el PRI había escogido el primero. Como menciona Eduardo Nava Hernández: “En el régimen en el que nunca hubo una verdadera transición, la democracia estuvo siempre ausente porque las condiciones para el ejercicio de la soberanía popular siempre fueron deliberadamente bloqueadas por la corrupción y la perversión de las estructuras supuestamente encargadas de realizarlas” (Nava, 2019, pp. 215-216).

No es un asunto menor encontrar el apellido adecuado para el nombre de esa democracia que pudiera oponerse a la bárbara, la falsa, meramente electoral y electorera. Revueltas sostenía que las palabras en filosofía eran incluso más importantes que en poesía. Fue mucho más ideólogo que militante, Eraclio Zepeda lo recuerda “como un ser apasionado por la época que estábamos viviendo, veía con una gran claridad que el socialismo tenía que ser democrático. La democracia tiene que ser parte fundamental de la transformación de la sociedad” (Zepeda, 2014, p. 44). Precisamente la democracia cognoscitiva no es la de los rituales institucionales o las meras formas, la que ya se da por sentada, es por el contrario “la democracia de los ideólogos que discuten hasta morirse, hasta precisar un problema” (Revueltas, 2001, p. 50).

El otro gran tema que engarza con el ejercicio democrático entendido como una operación cognoscitiva, es el de la libertad. Revueltas la concebía “como conocimiento y transformación. Si yo conozco, yo soy libre; pero ésta es la mitad de mi libertad, puesto que todo conocimiento transforma lo que conoce” (Revueltas, 2001, p. 74). Conocer para transformar y así transformar el propio conocer. Pero además esta reflexión epistemológica, la de hacer hincapié en un conocimiento siempre situado, siempre situacional, que modifica al sujeto que conoce al tiempo que modifica el objeto cognoscible, engarza también en Revueltas con una especie de directriz, con una enseñanza marxista pura. En la onceava tesis sobre Feuerbach, se encuentra la célebre consigna: “Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo” (Marx, 2012, p. 39). Es decir que, en el adjetivo mismo de cognoscitiva, esta democracia revuelteana, huye de lo especulativo, y está planteando ya un paso a la acción, a la praxis política y social, no se trata de un mero conocer pasivo o contemplativo, si es que existe uno así.

Lo anterior es particularmente relevante en nuestros días, pues para poder pasar de la democracia representativa a la participativa, se requiere por fuerza, pasar por la cognoscitiva, como si esta fuese un puente tendido entre ambas, pues si no hay una conciencia que libremente conoce y se conoce, no puede haber un pensamiento emancipatorio y por lo tanto transformador. Ya desde el lema universitario que Revueltas consignaba a la autogestión, se puede percibir este énfasis, “aprender es impugnar e impugnar es transformar” (Revueltas, 2014b, p. 42).

Hacia 1974, y tratando de desarrollar un nuevo enfoque de la teoría del partido, escribía: “Hace falta una negación dialéctica del centralismo democrático. Bien, ésta se encuentra en la democracia cognoscitiva: ahí está el camino” (Revueltas, 2014b, p. 556). Aquí conviene diferenciar entre el centralismo burocrático, al cual parece referirse Revueltas, al decir que hace falta su negación dialéctica, y aquel centralismo que podríamos llamar democrático cognoscitivo, que Gramsci sólo denominó centralismo orgánico, “el cual es un ‘centralismo’ en movimiento, por así decirlo, o sea una continua adecuación de la organización al movimiento real, un contemporizar los impulsos de abajo con el mando de arriba, una inserción continua de los elementos que brotan de lo profundo de la masa en el marco sólido del aparato de dirección que asegura la continuidad y la acumulación regular de las experiencias: aquél es ‘orgánico’ porque toma en cuenta el movimiento, que es el modo orgánico de revelarse de la realidad histórica” (Gramsci, 1999, p. 77).

La libertad está íntimamente ligada a la democracia cognoscitiva, por una relación de reciprocidad, sólo se conoce si se hace libremente y se es libre porque se conoce. Por eso, además de un ataque al dogmatismo y al centralismo, esta democracia promovía y requería de la desenajenación. Como ejemplo de esa enajenación, Revueltas hablaba de los intelectuales, orgánicos para usar la terminología de Gramsci, que carecían de conciencia crítica, y se asumían como una especie de instrumentos al servicio de diversos regímenes. El intelectual o el escritor enajenado, antidemocrático cognoscitivamente hablando, creía servir a la democracia, pero en realidad servía a la perpetuación de la democracia bárbara: “Esto ha sido un hecho durante muchísimos años en nuestra vida intelectual y, por ende, ha arrojado un tipo de escritor que precisamente no tiene nada que ver con la anunciación de una conciencia ética, sino todo lo contrario, que está al servicio de la politiquería, ni siquiera de la política” (Revueltas, 2001, p. 99).

Los últimos 30 años de neoliberalismo en México, impusieron una lógica perversa no sólo en la economía, la política y la cultura, sino que además ese modelo repercutió en la forma de conocer, de aprehender la realidad misma (el yo, el nosotros, la otredad, la materia, la naturaleza) a través de una razón instrumental, individualista, egoísta, de acumulación por la acumulación, de la competencia despiadada en lugar del cooperativismo o el fortalecimiento de lo comunitario, de los intereses privados en lugar de los intereses públicos. Eso que Revueltas describía como el dogma del viejo régimen “de que no importa la abyección si hay progreso, no importa la ignominia si hay acrecentamiento de los bienes materiales” (Revueltas, 2014b, p. 85). La enajenación se consumó a tal grado, que terminó por concebirse la democracia como un ejercicio sexenal mediante el cual el pueblo creía incluso que elegía a su verdugo. Se renunció además de a lo participativo, en términos de acción, también a lo cognitivo, en términos de conocimiento y conciencia. Revueltas utiliza una metáfora bíblica para explicarlo: “Como en la historia bíblica de Esaú, la inactividad de los sentidos renuncia a sus derechos de progenitura del conocimiento, a cambio de todos los platos de lentejas del poseer en el ahora y aquí, donde la propiedad privada ‘nos ha hecho tontos e inactivos’ que no podemos ver nuestra propia pertenencia sino en el comer bien, vestir bien, habitar bien, enajenados, del ahora aquí” (Revueltas, 2020c, p. 418). De alguna manera cuando Revueltas habla de la democracia cognoscitiva, se está refiriendo a una postura que permitiría escapar al solipsismo y la autosuficiencia, que aparecen “como un reflejo de la enajenación de los sentidos intelectuales” (Revueltas, 2020c, p. 426). Mientras que la enajenación de los sentidos físicos es económica, recuerda Revueltas la explicación del materialismo dialéctico, la enajenación de los sentidos intelectuales es ideológica. 

Eduardo Sabugal Torres
El gran reto de La Cuarta Transformación no sólo es consolidar la democracia participativa, que ya está en marcha mediante las consultas populares y el gran logro sobre la revocación del mandato, sino además lograr que las y los ciudadanos demanden, construyan, promuevan, y se muevan dentro de, una democracia cognoscitiva. Si bien es cierto como apunta Eduardo Nava, que “en la coyuntura presente, la democracia tiene una oportunidad, un asidero viable si es que la energía social se canaliza hacia el derrumbe de ese régimen de descomposición y pseudodemocracia, despojado en lo social, lo económico y lo político de cualquier contenido popular y puesto sólo al servicio de la plutocracia y las oligarquías políticas” (Nava, 2019, p. 217), también es cierto que no es suficiente con canalizar esa energía social, pues es indispensable que exista radicalmente otro modo de entender la vida pública y la realidad del país, una forma completamente nueva de conocer y conocernos, de interacción dialéctica entre el individuo y lo colectivo, una forma de ejercer la democracia al tiempo mismo que se le piensa y se le define, una forma sintética de fusionar el sujeto con el objeto, dentro de la conciencia. Aún podemos evocar a José Revueltas, verlo trabajar en un cubículo desde lo alto del octavo piso de Humanidades en CU, en plena madrugada, llegándole desde el exterior todas las voces, los ruidos y los paisajes de CU. Podemos imaginarlo sobre su máquina de escribir, casi escucharlo mientras teoriza. Ver la realidad objetiva que se autoanaliza en el pensamiento de ese hombre y se convierte en praxis.

Sin una revolución real de las conciencias y los espíritus; sin una renovación radical de los estatutos del conocer humano; sin el establecimiento de una lógica otra, que permita escapar a los modos de alienación mediática y mercantil, y de las supercherías y los miedos irracionales; sin una epistemología antineoliberal, decolonial, progresista y revolucionaria, que permita desenajenar, criticar y transformar, no podrá existir una participación auténtica en la vida pública del país, y por lo tanto las transformaciones se verán ralentizadas o incluso en riesgo. Es urgente revitalizar y actualizar el concepto revuelteano de democracia cognoscitiva, porque se nos va en ello el destino próximo e inmediato en términos sociohistóricos y sociopolíticos.

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