ISSN : 2992-7099

Elecciones de 2021: Entre la tragedia y la farsa

Fernando Rosique Briseño

Fernando Rosique Briseño

Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fe. He sido asesor legislativo, servidor público y consultor en comunicación política. Temas de interés: sistemas de gobierno, partidos políticos, democracia, sociedad y cultura.

1 junio, 2021

Karl Marx, parafraseando a Hegel, en el 18 Brumario de Luis Bonaparte, (uno de sus textos políticos más populares), inicia mencionado que la historia tiende a repetirse dos veces: primero como tragedia, y después como farsa. Me quedaré con esta idea pues el proceso electoral 2021 en México contiene algo de esta premisa.

Nuestro país se encuentra, en un momento de reajuste económico, político y social, pues la elección de 2018 cimbró de manera definitiva el “orden de las cosas”; es decir, la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder significó, cuando menos en el plano simbólico, la ruptura con el establishment y el inicio de algo diferente.

Ello se reflejó en el comportamiento de los mercados financieros, las relaciones con el poder de los medios de comunicación masiva, con el sector empresarial, y desde luego, reconfiguró el sistema de partidos. De repente aparece un elemento disruptivo que desorienta a los comentaristas tradicionales y confunde el análisis. Me parece, esta situación es sintomática de que algo se está moviendo en las entrañas del poder, el Estado y la sociedad.

No obstante, el estado de las cosas en México tiene sus claroscuros y, como también se llega a mencionar en el argot teórico, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer; es aquí donde nuestra frase marxista-hegeliana tiene su valía: se ha echado mano de lo moribundo, para hacer que lo nuevo nazca. No se termina de romper con la historia “trágica”; es decir, el costo político, social y cultural de haber iniciado un proceso de cambio político hacia la democracia en nuestro país ha tenido sus altos y bajos: persecución política, represión, desapariciones, guerrillas, reformas político-electorales, representatividad de la izquierda electoral en el Congreso, fraude electoral, entre otras más, todo prácticamente de la mitad del Siglo XX a la fecha.

Sin embargo, la oportunidad de que este gobierno logre consumarse como la “otra opción viable” a la política tradicional para por fin lograr una república democrática, equitativa y con justicia social podría correr el riesgo de convertirse en una farsa, una caricatura de las luchas progresistas en nuestro país.

“ La oportunidad de que este gobierno logre consumarse como la “otra opción viable” a la política tradicional para por fin lograr una república democrática, equitativa y con justicia social podría correr el riesgo de convertirse en una farsa. ”

¿Por qué el riesgo de ser una caricatura de la lucha histórica por la democracia? No por el mal empleo de la palabra populismo, sino por el mismo hecho de traer como opción política viable a los elementos que tienen que dejarse atrás para avanzar por un camino diferente. De forma concreta, ¿cómo explicamos el transfuguismo de políticos de los partidos tradicionales a las filas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena)? O, ¿cómo soportamos la ambivalencia ideológica de los partidos políticos actualmente?

Prácticamente sería lo mismo votar por un partido político u otro, al final serán los mismos personajes revestidos de diferente color. Es una era de ruptura de paradigmas.

No obstante, este proceso electoral es atípico pues se encuentra en un momento histórico atípico, por dos grandes razones, una exógena y una endógena, en ese orden de ideas: la primera sería la presencia latente de la pandemia generada por la SARS-CoV2 (Covid-19), y la segunda que este proceso es el primero dentro de la era del gobierno obradorista.

Ante este escenario, ¿cuál es la perspectiva? Sin duda -como mencioné anteriormente- es un cuestionamiento difícil de responder, pues nuestra realidad está acostumbrada a observar maquinarias gubernamentales y de partidos políticos movilizando el voto, echando mano de los recursos públicos para favorecer una opción política; así como el manejo discrecional de la agenda pública por parte de los medios de comunicación masiva, lo cual no dejaba mucho a pensar qué partido político ganaría en algún proceso electoral.

Ahora tenemos partidos políticos en un marasmo ideológico, sin propuestas concretas tanto a nivel nacional como sub-nacional donde la comunicación política se ha reducido al marketing y no se discuten de manera importante los asuntos públicos sustanciales.

“ Ahora tenemos partidos políticos en un marasmo ideológico ”

Lo anterior contrasta con las acciones que Andrés Manuel López Obrador ha emprendido en su gobierno, donde apuesta a un modelo “social” de la economía y del Estado, buscando mayor inversión en infraestructura para reactivar sectores económicos “lastimados” por los gobiernos anteriores, tales como el sector energético, o las comunicaciones (Tren Maya), así como fuertes apoyos económicos a sectores sociales vulnerables y una “des-burocratización” de la Administración Pública Federal (truncada por los entramados jurídicos y lineamientos de operación de los diversos organismos que conforman dicha administración).

Creo importante resaltar lo anterior, pues la gran mayoría de las candidaturas oficialistas no aportan lo suficiente a la discusión pública; es decir, no profundizan sobre el proyecto de gobierno o le brindan mayor significado, sólo se limitan a pronunciarse en un apoyo irrestricto al gobernante en turno, cuando menos eso han dejado ver las campañas de este proceso electoral.

Por otro lado, la oposición política ha demostrado ser un conglomerado sin diferencias programáticas e ideológicas, ¿Cómo explicaríamos la alianza entre el PRI, PAN y PRD, sino como una situación reactiva a las acciones de Andrés Manuel López Obrador? Por ende, tenemos una suerte de reacción como oposición, y no una propuesta generadora de alternativas, ya que la opción opositora fue la opción gobernante tan solo tres años atrás.

“ ¿Cómo explicaríamos la alianza entre el PRI, PAN y PRD, sino como una situación reactiva a las acciones de Andrés Manuel López Obrador? ”

La tesis de la existencia de una mafia en el poder, lejos de ser un eslogan de campaña, pareciera tener cristalización en esta alianza opositora. En consecuencia, las campañas se han desarrollado de manera muy genérica, cuidando mucho su actuación ante la fiscalización electoral, con el agregado de la reelección constitucional a diversos cargos públicos.

También se presenta un efecto polarizante entre el discurso gubernamental y la reacción al gobierno. Probablemente ello deje lugar a una suerte de decisión electoral entre continuidad y otra alternativa, pero no precisamente de cambio, pues la alianza opositora no ha logrado articular, cuando menos discursivamente, ese cometido.

Además, se presenta la participación del Instituto Nacional Electoral (INE) no como una institución de orden en el proceso electoral o de “árbitro”, sino como un agente político que lacera más a un partido que a otro, lo cual agudiza el ambiente de polarización preexistente entre el gobierno y los opositores, mermando la capacidad crítica de los ciudadanos para tomar una decisión.

Convencionalmente se espera, en este proceso electoral 2021, a un partido gobernante reteniendo una mayoría parlamentaria para continuar con su proyecto. Seguramente Morena logrará dicha mayoría debido a la popularidad e imagen positiva que tiene electorado respecto a López Obrador, salvo que las candidaturas y/o campañas de algunos distritos o municipios y alcaldías no logren convencer ni inspirar la participación de los ciudadanos, incluso con la presencia de la reelección.

“ Convencionalmente se espera, en este proceso electoral 2021, a un partido gobernante reteniendo una mayoría parlamentaria para continuar con su proyecto. Seguramente Morena logrará dicha mayoría… ”

El desempeño del legislador o del funcionario público que pretenda reelegirse será evaluado y en consecuencia la población elegirá cambiarle o no. Después de la elección, ¿cuál será la ruta programática para la consolidación democrática?

Primero tendríamos que definir “consolidación democrática”. Es aquí donde todavía toma más fuerza el parafraseo de Marx, pues en el entendido de que el trayecto de la historia tiende al progreso, la valoración de lo humano y el bienestar en general; la consolidación democrática sería aquel momento de democratización social radical, no aquel donde la democracia es vista como proceso o conjunto de libertades para darle funcionalidad a un sistema.

La democratización radical se podría configurar como aquel estado pleno en el ejercicio de derechos y bienestar social generalizado. Me pregunto, ¿cómo llegaremos a ese estadio? No creo que sea por el arte del voluntarismo político, sino por la modificación de las estructuras que generan las condiciones materiales de nuestra existencia tales como: el salario, el trabajo, la seguridad social, por ejemplo.

Basta con voltear a ver lo que está sucediendo en otros países de América, como Colombia, Chile, Perú o Brasil e incluso el crecimiento de una corriente socialista-democrática en Estados Unidos. Parece ser una época convulsa y de ruptura de paradigmas. Hay intelectuales que han dado por muerta la dualidad política derecha-izquierda, por lo que me parece pertinente revalorar esta idea para entender el periodo neoliberal, más bien como un “espasmo histórico” en el desarrollo del pensamiento político.

Las elecciones de 2021 son una prueba para el gobierno respecto a no intervenir en los resultados, algo a lo que se acostumbraba en el sistema de partidos en regímenes previos. También existen indicios de una fuerte centralización de la toma de las decisiones políticas en las cúpulas de los partidos. Respecto a ello cabe la pregunta: ¿Cómo exigir mayor democracia cuando se viven situaciones antidemocráticas sin crítica?

Aquí es donde tiene valía la afirmación de que la historia tiende a repetirse dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa.

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