Poesía

Visiones parabólicas

 Primera visión

 

Esta calle en su serie de foquitos navideños,

en su ola de cabezas humeantes y colillas CO2,

parpadeante en la avenida Contingencia Ambiental vendetamales, estuvo ya poblada antes que yo,

estuvo hecha de agua de caño,

de caballos zapatistas y fantasmas tlachiqueros pasajeros del tranvía de la devaluación.

 

Hace muchos años, entre el brillo de este valle, esta calle atravesada por la llanta

profunda e irrespetuosa de los extranjeros, esta banqueta hecha de ruinas y basura

en la oculta miseria de qué anonimato desbordante por las calles escupe cucarachas,

por las plazas roba monedas,

una manada de autobuses encimados viene a rondar de poste en poste

con sus luces parpadeantes

con sus ojos de visor, con sus antenas,

y se escucha decir en su extensión de carteles, náuseas,

vapeadorxs USB de 8 GB e imágenes profanas en República de Cuba, con sus aires de semáforo LED y horas proyectadas en la madrugada, el aguijón arriba del único reloj a la medida de esta urbe

indicándome hacia donde debo de ir,

a donde debo caminar para encontrarme nuevamente, los pequeños pedazos que se me cayeron de las bolsas y se esconden a perpetuidad bajo este ruido,

bajo las rutas y manadas de camiones,

trenes, mototaxis, rutas y espectro transnacional hecho de colonias extendidas y conjugadas.

 

Ahí está subida en su podio de pantallas analógicas, parpadeante, zumbadora, hecha de cables;

ahí está cubierta en una gruesa manta de basura que tira una amplia seducción de transeúntes, de farolas tuertas y una serie de vaivenes;

ahí está ondeada de ojos, microchips asalta mentes, moscas holográficas y bits que llevan el mensaje de esta enorme conjunción de ladrillos

guardado dentro de su cuerpo de unicel.

Ahí está y yo la he visto poblada con su ejército de estatuas, arrinconadas en la sombra con su vuelta en la esquina,

levantando una parvada de drones que se quedan en invierno. Y en ese pedestal fermentado, en ese sentimiento de orfandad,

está toda ella acariciada por la pata de los perros callejeros, entiznada de escapes y mangueras rotas,

con su oído de bancas ocupadas

por la planta oxidada de un elevador, que nos enseña su fornida desnudez,

sus pasillos backroom cuenta gotas que se extienden diario

o los eloteros despidiendo una multitud de bolsas en los pies.

Ahí está, mírala escribir su nombre en el antebrazo y saludar a todo aquel que pasa mirando

con un estoy muerta de sueño en sus 55 lenguas.

 

Segunda visión

 

Qué orilla manantial, semillita de barro

para atosigar tanto pulque perdición donde corrían las aguas. Qué perro tan rojamente hecho de barro envuelto,

hecho perro sahumador de ceremonias

o qué sonriente de placer entre el recuerdo de la lluvia, olfateando cobijas y serenidades de pana,

ornatos de glifo neomexa en la orilla de este lago intromisión petrificado por la unión que hizo la fuerza,

fuerza que es patrona de los pobres,

pobres de qué orilla manantial o semillita de barro

que nos diera este y otro horizonte más plagado de la angustia, más atravesado a todo vapor

por 12 millones de vehículos de carga registrados, por 38 millones de vehículos de pasajeros,

por 8 mil 855 millones de personas que también son vehículos de carga,

portarretratos, apagador lovebombing en la orilla

o sobre una calzada larguísima que tambalea

su menear de carismática cintura cuando algún fantasma trasnochado llora por su oro a la orilla de la acera

y no te acepta la orden de taquitos de canasta porque cuestan cada vez más caros

y no puede así volver a su rincón, para hacerla de Macario Corta Leña y no ver a su esposa, miembra solidaria

y concursante de este so flat capitalism ciberpunk, preguntar que la chamba pa’ cuándo??

que no sólo de amor viven los ñeros,

que la renta viene ahora con campanas de desalojo

y ya le ha echado el ojo a uno que otro paso peatonal. Porque esta población de asalto sobre la extinción del agua, porque en este revolotear de los mosquitos,

en esta orilla apartada de toda inundación,

cuando llueve, le dan ganas de hacerse en los calzones

y, además, de escupir boca arriba una larga letanía de aguas negras,

para que no se les olvide a los paseantes que se van a atrasar, porque este suelo tiene vía directa a todos los ríos inferiores, porque este lago que es de este reino, pero también de otro, nos enseña su dominio apenas cae la primera gota,

y es así, así será por siempre, que, mirando la amplitud de tus orillas, habrá debajo igual una multitud también enorme de fantasmas

haciendo fila para tomar el micro al Mictlán,

al Tártaro o cualquier otro inframundo que se cruce en el camino.

 

Tercera visión

 

En este estado tembloroso y alquitrán vengo a decir que te amo, loquillo de las tres y media, vengo a hablar contigo en esta estatua y escribirte un beso en las palmas con mi paleta de colores sepia.

En la plaza hay un joven, cuentan, que se dedica a vender pilas y yo que no me las pongo, te llevaría hasta allá, sólo para ver

tu sonrisa viene viene y cantarte al oído

que ayer me dijo un ave que volara, pero no,

aquí estoy tembloroso, tengo los tines mojados porque otra vez me engaño el don del clima y me brisó sin mi paraguas,

pero aquí estoy, loquito mío, escribiendo en tus palmas de cartón

este largo te amo de sílabas de a peso, de contenido digital roba sueños, te escribo a ti, sereno y monumental, lámparo sin foco,

luno de candiles apagados, te amo, te escribo a ti

y te rodeo como una vez un perro redondeaba los cartones de la ilusión y llegaron las ardillas a esconderse en su nostalgia.

Así te amo, oh, loquito mío, mi verdad sin alas, desparramado en este páramo de piedras zozobrantes.

Porque qué memoria habrías de contarme a mí, de todas las que te han vertido, cuánto viejo ángel de farolas me dirías en tus tiempos porfirianos

o qué mano rascándote los dedos en lugar de una de carne.

Yo por eso te vengo a querer, te hablo a ti, mi ángel sin sueño, porque en los divinos lustros de esta plaza, sólo a ti se ama mi carne cuando llega la hora en que la luz se marcha y nos quedamos

de la mano, sostenidos en esta frialdad de contemplados nueves. Porque te amo, mi varón con alas, y yo sabré muy muy adentro, que esta vez nadie te cambiara de sitio cuando yo me vaya.

 

Cuarta visión

 

Y esta ciudad es todo lo que se junta

en la plancha caliente con su masa y chicharrón,

con su ojo de gordita a veinticinco en el tianguis del domingo,

con su banco de plástico y su “provecho” de constantes caras que se van.

Esta ciudad es todo lo que se junta en la calle

en las esquinas de un desagüe con pálidas mandíbulas de Xenomorfo que tragan bolsas sucias, envolturas,

por las esquinas de las esquinas de las esquinas

hasta que este continente de zapatos enlodados y corrientes aritméticas, hasta que este palpar de sembradíos que nos dan

el fruto de su constelación de locos y monosos,

de payasos plazuelos chinga transeúntes o carritos chocones VR de luces estroboscópicas y neones de color clarito

mientras escuchamos de fondo el himno nacional de los ñeros, mientras paseamos con las licuachelas del destino en nuestra boca, o damos vueltas de serpiente hasta la punta del Cerro de la Estrella convencidos de que allá, en la magnitud del tiempo,

olfateamos una ráfaga de puro aire en chiflón

que manche todo el panorama café y asfixiante de esta urbanidad infinita, de este templo ofrecido a la Cueva del Diablo,

de este monte que sobresale de las casas como el último

y existente vestigio de que antes existió sobre el asfalto y la gentrificación un bosque en que lloraron los invasores,

un lago donde nacieron los dioses, una penca de nopal en un águila o sol

que hoy sólo vale la ida y vuelta a qué chante, a qué burla,

a qué suelo que nos fue entregado y nos quitaron de las manos para hacerlo fuente de sodas sobreprecio,

centro comercial espantapulgas o silencio sepulcral de las colonias ricas mientras que nosotros, paseantes marginados,

escanciamos, recorremos, aliviamos nuestra falta de cariño en los antros de la vida, en el despliegue de transportes,

en la cantidad aberrante de basura que comemos del suelo,

para olvidar, para olvidar que una vez nos fue entregada esta pieza del plato, y la perdimos en la apuesta de nacer, y la peleamos con las manos atadas.

 

Última visión

 

Un día me iré de aquí como se van las plagas, como se apaga la peste y la miseria,

me iré esfumando poco a poco y los que me temieron irán saliendo de sus casas tímidos y temblorosos,

como naciendo otra vez en tanta plenitud de calzadas y bullicio, volverán a montar los trolebuses y sobrepoblarlos

en venganza por lo que me dieron en tributo,

se irán haciendo a la idea de que salir de nuevo a la calle es lo ordinario y cuando estén en una plaza, en contingente de astucia y claridad,

cuando estén en una marcha desde el Ángel,

se acordarán tal vez de que existí en el vapor de un sueño. Un día me iré de aquí tan despacito como se va la lluvia, y los niños saldrán otra vez a los semáforos a trabajar,

a ensuciarse la ropa con la contaminación de este gentío,

un día me habrán de apuntar con el dedo indicador de los culpables y sabré decir que sí, que he sido yo todo este tiempo

la causa responsable y única de tanto daño milenario,

que yo planté la primera placa de asfalto y sequé en mi ignorancia el lago entero, que fui yo y nadie más, que he sido siempre parte de este saqueo constante.

Un día me iré de aquí en aventón de peregrino regresando a su pueblo,

con una mano adelante y otra atrás, porque mi destino no es el de los olvidados, no es el de Jasón Carterista asalta combis,

mi destino es el del perdedor que vino aquí a luchar con las monedas. Y me iré riendo, me iré a la China de los lamentos,

a la Virgen de Guadalupe, a la Madre purísima,

porque no me quedará más boca, no me quedarán más versos,

los vendí en el Eje a lo que valen, lo demás lo desarmé y vendí por partes.

Un día me iré de aquí para siempre, pero con una nueva colonia en mis entrañas.

Darío González Rodríguez

Cuauhtémoc

Darío González Rodríguez (Uruapan, Michoacán. 1999). Poeta, Licenciado en Letras Hispánicas por la UAM. Su obra se encuentra en diversos medios impresos y digitales como Otros diálogos, Irradiación, Casa País, Marabunta, Los Demonios y Los Días, La ciudad de los poemas. Muestrario poético de la Ciudad de México, entre otros. También ha participado en varios encuentros de poetas jóvenes y talleres de poesía en Michoacán y Ciudad de México. Libro VI (Niño Down, 2023) es su primer libro.