1. Definiciones anacrónicas
Mi ciudad es una sola gota de aceite en un charco.
Un caleidoscópico converger de sustancias entrecruzadas.
Mi ciudad es una vela volviéndose incendio.
una visita inesperada en el medio de la tarde.
Un beso de dos adolescentes en el metro Chabacano,
un borroso recuerdo comunitario.
Una casa de fantasmas y un vacío de futuros.
Futuros amores, trabajos, familias, hogares.
¿Dónde vive un payaso sin dinero y con esmero?
La ciudad está en llamas y de esas llamas nacen mis pestañas.
La ciudad está ardiendo en el fondo del armario.
¿Cómo apagar un fuego dónde danza el infinito?
Mi ciudad es un frutero con mandarinas.
también es un hormiguero buscando las mandarinas.
Buscando un gramo de azúcar para aliviar esta condena.
La crítica condición citadina de crecer en el concreto.
Mi ciudad es algodón de azúcar deshilachandose en el viento.
Una catástrofe sostenida por cuerdas de cables baratos.
Una perpetua maravilla compuesta de casualidades.
Mi ciudad es una brújula que siempre apunta hacia el delirio.
¿Cómo encuentro el norte si todos los caminos terminan por dar al sur?
2. Cuestionamientos anatómicos desde el cablebús
La Pastora. Fábrica de absurdos.
¿Cuántas ruedas desangran la acera?
¿Cuántas calles destruyen mi espalda?
En caso de sismo bésame los labios.
Pisos de ajedrez y tinacos sin chiste.
Políticas de cartón en cajas flotantes.
En caso de sismo quítame la ropa.
¿A dónde nos lleva el devenir de las avenidas?
¿A dónde viaja el rumor de los coches después de esfumarse en el vacío?
Lléveme a un arroyo.
Al que sea.
Al que usted conozca.
¿Quién decide como muere?
México nunca ganará el mundial y tú nunca sabrás amarme.
Aquí, hace años que nadie llora.
La casa del tiempo acoge los restos de mi ciudad.
mi ciudad de rastros olvidados,
de viejos testimonios,
de frágiles cimientos,
la casa que grita cayendo al vacío.
¿Y dónde acaba la carretera?
Mi ciudad es un punto inexplorable de inutil resistencia.
En un tráfico de almas en busca de señales
una ventana se abre y veinte navíos colapsan de pronto.
una ventana se abre y una mujer se asoma y una gota cae y un gorrión desciende.
Y todo se mueve al ritmo de todo.
¿dónde?
En una banqueta sin chiste de una colonia cuyo chiste no se cuenta.
Mi ciudad es una ventana que se cierra.
Un coche choca en el precipicio de un derrumbe.
Alguien nace.
Y todo muere.
Pero en la grieta lejana de un callejón
una flor brota de afuera hacia adentro.
Mi ciudad es una margarita venciendo la catástrofe extraoficial.
El límite geográfico que separa los enteros.
En el cielo un infinito,
mucho ruido en el infierno.
Cruzando Insurgentes un aleteo,
una sola mariposa en el concreto.
¿Qué estará pasando al final de la línea intercalada?
3. Un análisis numérico
Llueven siete lunas.
De repente una explosión aislada en el kiosco clausurado.
Un gris, cinco desolaciones,
tantas como habría en el fondo de la nada.
Ochenta coches.
Coches en la calle.
Coches en el parque.
Coches en todos los lugares donde solía haber personas.
Veinticinco millones de parques saturados.
Y una tormenta.
Jardineras enrejadas,
pies atosigados en el interior de los zapatos.
(en el interior)
(en ese lugar dónde siempre hace frío)
Los luchadores se retiran cuando el viento los olvida.
El cielo lo ha comprado una empresa inmobiliaria.
Un gorrión
y otro
y otro.
Sinfonía sordomuda de animales de costumbres.
Perros posmodernos adiestrados al silencio.
Ardillas mutantes,
bocinas de claxon.
¡CLONC, CLONC, CLONC!
¿Cuántas ruedas habrá en este mundo?
¿Tantas como ilusiones esfumadas en clorina?
Las hojas cafés me miran desde el suelo.
Postales modelos y árboles mal acomodados.
Mi ciudad es una zapatería dónde solía crecer el musgo.
En este sinsentido la ciudad duerme.
Solo quedo yo (y tú).
Y la tormenta.
Pasos taciturnos desmoronándose al mediodía,
cuando cae la noche los faroles guían el regreso a casa.
Soy la vigilante de esta temerosa tempestad.
Ciudad de terremotos en su viaje atemporal.
¿Hacia dónde tengo que mirar cuando comience el fin del mundo?
4. Aquí y ahora
Aquí los perros son cloacas y las estrellas me torturan con su constante pesadez.
Aquí los suelos son gritos
y las grietas mi placer.
Aquí el sudor no se evapora porque el smog lo reclama.
Aplausos peripatéticos
paraderos agitados.
Praderas,
avenidas,
callejones.
Aquí no se duerme, ya temprano se empieza a trabajar.
Pantallas y virtualismo imaginario.
Aquí, donde los troncos son silencio.
Aquí, la triste tierra.
Allá, el porvenir.
En paredes de unicel y conjuros desnombrados.
una casa de cristal para la mente incomprendida.
Aquí, en el estruendo del puente.
Aquí, entre Tacuba y Circuito.
En el abismo de un carrito de metal.
Aquí, en la pirámide oxidada.
Los cráneos caen.
Las lluvias amanecen.
Aquí, en la caja del vacío.
Pero ahora.
Ahora en la grieta universal.
Mientras el sol y la fuente conspiran silenciosos
simples rastros de momentos y memorias.
Ahora en el cráter del vacío.
Mientras flores se marchitan y países se destruyen.
Guerras financiadas por agentes de violencia.
Ahora en tu risco y sus peldaños.
Picos de dolores y dentífricos podridos.
Una patria decaída sofocando la miseria.
Empresarios decadentes con papeles olvidables.
Burocracia de lo enfermo.
Aquí y ahora, la ciudad comienza a arder en llamas.
Nacida en la Cuauhtémoc, graduada del CEDART Luis Spota Saavedra en 2023 con especialización en teatro, estudió un semestre en la ENPG “La Esmeralda” estudiante de actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral, artista interdisciplinaria, poeta, ilustradora, directora, tallerista de collage y fanzine en distintas ocasiones, busco romper con la idea disciplinaria del arte, acercarme a la creación desde todos los medios que vayan apareciendo, darle voz al alma como ella encuentre necesario.
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