I
Luminosa y sombría es la Ciudad de México.
Ominosa y resplandeciente la ciudad de los palacios;
la constante madriguera de los sismos: nuestra bella temblorosa.
Refulgente y umbría es, oh, antiguos dioses, ojerosos Huiztilopochtlis,
vírgenes de avenida Circunvalación,
tratantes de blancas y rescatistas de ellas, este largo aparador arquitectónico.
Esplendente y torva es, oh, patronos santos, obispos pederastas,
san juditas y chichifos,
con sus avenidas plagadas de restaurantes y cafés posmodernos.
A cada ciudad le llega su nombre:
Es el turno de que a esta le alcance el de oscura y sagrada belleza
¿Qué es monstruosa?
Tanto como sus portentos.
¿Imprecisa? Es que le han nacido muchos ombligos.
El corazón se le dividió en cigotos.
Es por eso que los edificios nacen de las nopaleras,
brotan de las biznagas, desde viejos pantanos.
Portentosa y moderna es nuestra urbe de cuatro letras.
Esplendorosa y antigua este hermoso esperpento.
Por ella escupen sus argucias los machos deleznables.
Por ella es el desfile de los chacas en sus sacrosantas motos.
A ella le escriben elegías fotográficas los periodistas éticos, etílicos o anexos.
Esplendente y opaca es esta urbe de espanto, oh, cargadores de mercado;
oh, comercio ambulante; oh, vendedoras de pornografía y ropa.
Luminosa y sombría, ay, con los ríos de armas y cocaína
que escurren a raudales por los barrios y las mansiones:
santoral de las Lomas en una mar de tachas,
refugio de la Santísima con girones de verde yerba.
Delicada y turgente es esta sabrosa podredumbre,
oh, glorioso Distrito Federal de los sábados perdidos;
habitáculo de chilangos y arcángeles de barro y fuego.
Profunda y homicida es, oh, escritoras lúcidas, inigualables cronistas,
ebrios trasnochados: oscuro sicariato de espanto.
Una ciudad es el espejo de nuestros deseos íntimos.
Aunque es también el brillo y el horror colectivo.
Escribo ciudad, y en las páginas de la memoria surge tu nombre,
ay, mi vieja Tenohtitlan,
querida gran trajinera sobre el lago de los siglos.
Escribo tu nombre con letras castizas, francesas, anglosajonas, chinas y judías.
Escribo tu nombre con las representaciones
de un tianguis al calor zapoteco u otomí.
Una ciudad es la suma de las voluntades hondas y desconocidas.
Por eso te canto, en voz baja.
Despacito. A ritmo de trap, de museo, de cantina.
Efervescente y quieta eres, ay, urbe. Sombría y más sombría.
Clara sobre tu lucidez abominable.
Territorio de feministas emergentes.
De brillantes profesoras de historia.
De policías que quién sabe si algún día dejarán de ser corruptos.
Anuario de asesinados a mansalva.
Fortuna y carnaval de los vivos.
Largas y plácidas son tus calles.
Misteriosas y cacarizas las vecindades antiguas.
Profundos tus drenajes, insalubres tus ratas, y míticas, incluso tus alcantarillas.
Escandalosas y reinas del silencio son tus noches.
Tus plegarias de caminatas noctámbulas:
tus desenfrenos neonómadas.
Largas son las avenidas, estrechos tus callejones,
afiladas las esquinas, interminables los rascacielos.
Eres Dios en el papel de diablo.
El mito antiguo en un mundo virtual labrado con tarjetas de crédito.
Eres Carlota, Maximiliano, Chin Chin el Teporocho y Pepe el Toro.
El Bryan y la Britany.
Las inundaciones más memorables.
Los espectáculos a través del Iris y el Palacio de Bellas Artes.
Hermosa eres. Malditamente hermosa.
Magníficas son, oh, urbe octópoda, urbecrustáceo, tus fachadas elegantes,
tu alumbrado septembrino y navideño.
Imborrables son tus cines, tus castillos, la Alameda.
El acueducto que se nos ha ido: este pulmón de gente impura que es tu centro.
Eternas tus historias, querido DF, Nueva España,
alegres tus bares, prehistóricas tus peleas,
inigualables tus terrazas, infinitos tus paseos,
los carruajes, los autos, tus pasos sobre el asfalto en ruinas.
Los dioses antiguos (y los dioses por venir)
te guarden y te protejan de tanta depredadora indiferencia inmobiliaria.
Algún dios rescate tus casas, los edificios, tu esencia.
Luminosa, larga y sombría es, oh, queridos chilangos,
nuestra atiborrada Ciudad de México.
II
Luminosa y sombría es, señoras y señores, la periferia de la Ciudad de México
Multifuncional o polisémica, camaleón y multiverso
Sombra o refugio
Hervidero de personas a paso presuroso
Poliedro proletario con antiguo olor a leña en terreno baldío
Lugar donde combaten, cada noche, las deidades del fin del mundo
Asombrosa y oscura es la periferia de esta ciudad de espanto
Gran orilla, cáncer benigno, hongo urbano
inagotable palacio de mercados y mercados sobre ruedas
Desfile de azoteas de concreto
con tiernos o bravos perros
con sus “cuartitos infinitos”, sus balones desinflados
Maravillosa y pobre es, oh, caballero, damita
el extenso reino de los tinacos
Salvaje y bella tras el malestar de su eterna prisa
Brutal y festiva en jornadas de viernes o euforia sabatina
Estoica, fulgurante, enorme es, oh, mexiquenses
hidalguenses, gente de Morelos, esta multiplicación de voces
la gritería en cerros donde corren las lluvias como ríos
Este subir y bajar en teleférico: vida arriba, vida abajo
Extraña y única es en su longitud, su anchura
la acrópolis de la autoconstrucción y los microbuseros asaltos
Dura e infinita es, en sus centrales de abastos, de asbesto
en los miles de camiones de carga en las arterias
en sus filas y filas, interminables, de fachadas de cemento
Salsera es. Eco de cumbia. Corrido alterado
Fiesta sonidera de inextinguible vigor
como llamarada de infierno
Honda y funesta en sus largas cuadras de penumbra que fueron pasto
y hoy son fábricas y fábricas y fábricas
o esquinas ocultas que recorren, bajo capucha y sospecha
siniestras motonetas
Anchos y oscuros son sus bordes, urbe en metástasis
Estrechos los callejones con escalinatas
donde abundan las tienditas caguameras
Rampas que conducen a mucho o ningún mañana
Coladeras destapadas bajo un pulso a ciegas
Larga y suicida es la periferia del antiguo gran Distrito
Compleja en sus laberintos de transporte
En su “súbale, súbale”, y bájele corriendo
En el aterrador “a ver, ya se la saben”
En el asaltante que sufre, de vez en cuando
la furia de Fuente Ovejuna que lo deja como Santo Cristo
Distinta es la periferia de la bella Desmadrópolis
Animal al que le brotan estados como tumores de asfalto
Torvo y difícil es el vacío de kilómetros y kilómetros
que se va tragando el concreto
La crudeza de los malogrados planes
Ese futuro que nunca tuvo futuro, pero aprendió a construirlo con oficio
Múltiples y eternos los tenis que cuelgan en los cables
como recordatorio de una memoria sin nombre
Brillantes y expresivos los grafitis
en puentes y paredes
inmensa galería con nombre “Calle”
Indispensables, los manchones de óxido bajo cualquier parte
las cueterías nocturnas en días festivos
los socavones: pozos al ineludible inframundo
Periferia adentro habita la vida con ropas de muerte
Periferia adentro también se respira gozo
Transmutación, metáfora entre lo alegre y la sobrevivencia
A la periferia le brotan perros y más perros por la cuadra
le nacen pisos y más pisos entre varilla y concreto
Aquí se sobrevive con prisa, oh, carnales y m’ijos
Sorprendente y contestataria es la periferia de la Ciudad de México
La antigua provincia
Rostro de pueblos originarios invadidos por la voracidad inmobiliaria
Pequeña patria que alguna vez fue campo, que fue bosque
Bastión de los inconformes
Su sabor a cumbia y lodo que se va quedando lejos
como las “riquezas” de esta tierra ya sin tierra
Acá la periferia también es centro
En la periferia
la ciudad se hace de abajo hacia arriba
y se desborda, cada noche, por los lados
Acá el centro está donde uno se sitúe
Aquí los cacharros se venden en autopartes
Este es un monstruoso autocentro clandestino
territorio que, de tanto contrabando sin destino
se volvió territorio de pequeños o breves narcos
Ruda y compleja es la periferia
que duerme a las 4:30 am y despierta a las 4:31 am
Agitada, obrera, infatigable
hija de la manufactura
región godínez en sus diarias excursiones hasta el centro:
chulada de sitio, presagio de caos, eterna espera
Orilla polisémica: límite y destino
Luminosa y sombría es, oh señoras y señores
la madre de los pobres y contados ricos
oficio de chofer, o de intendencia, pero a la par mansión sofisticada
Ruda y extraña es la orilla de la ciudad de los palacios
Intrincado laberinto de puestos ambulantes
mapa de dealers custodiados por guaruras de barrio
caudal de depósitos veinticuatro por veinticuatro
Afrodisiaca en sus antros legales o ilegales
Extrañamente sensual y barullo de crimen es
señoras y señores
el Valle de México
Ominoso en sus burdeles secretos
en sus peleas de perros
en las carreras clandestinas sobre las avenidas y los periféricos
Portentosa en sus prodigios de violencia o de ternura
Magnífica en la verbena, engañosa en su modestia
Casa de San Judas y la Santa Muerte
Bella
Criminal
Absoluta
Fragmentada
Familiar
y buena amiga
Extensa, compleja e indistinta es, oh, chilangos y anti-chilangos
esta selva de caseríos que llamamos orilla
Franca y ruda, ay, camioneros, intendentes u oficinistas
Luminosa y sombría es la perpetua periferia de la Ciudad de México.
III
Surrealista y profética, eres, portento, cortinaje de humo
transmutación de agua, nominación de tiempo
Fellinesca, Tarkovskyana, salvaje y funámbula:
entrañable Ciudad de México
Deslumbrante y onírica en tus calles
en los filos radiográficos de callejones estrechos
Electrizante pervives entre neónicos hologramas de asfalto
en la hondura de lo que sugiere
De tus muros se desprenden, coloridas y complejas
ancestrales osamentas de muertos que caminan con nosotros
Profunda, capa sobre capa respiras cual antiguo paquidermo
honda en tu corazón arqueológico; la más blanca de las magias:
resurrección de resurrecciones:
ciudad que es una ciudad, y es otra, y otra
Fantasmagórica, poderosa, puerta dimensional de piedra
susurrante de dulzuras y fierezas
Italo-calvinesca, ciudad que nos habita, invisible
que liberas pesadillas cada noche
Profunda, hermosa, tierna tatarabuela
célula expansiva de la Historia
Función de permanencia voluntaria
por tus siglos navegan comales, antiguas carbonerías
cocinas de talavera, mercados de pulgas
episodios oníricos de “llévele, llévele”
lugares de rompe y rasga que desembocan en Tlaxpana
en el cautivo dolor de Lecumberri
en el suicido, en Santo Domingo, del depresivo Manuel Acuña
Territorio de saltapatraces, de la bella mulatada
Eterno argumento de ustedes los ricos y nosotros los pobres
(hasta que los pobres se cansen de ser tan pobres)
Ciudad de ciudades que estalla por los aires
caldero de los muchos contrapuntos
Tenochtitlan que desvanece sus cimientos
Lugar que creyó en el mañana; ciudad con rostro de semilla
Ciudad que nació del deseo, y en el deseo pervive
Ciudad que fue agua desde el primer segundo:
viaje sobre el viaje de los siglos
Monstruosidad y belleza al límite
Se desprenden de tus raíces la Catedral y su sagrario
la Torre Latinoamericana con residencia en el futuro
(porvenir que promete, mas no llega)
los rumores de la duquesa Job sobre Madero
el torrente de sangre que corre, Kubrickniano
en los pasillos del antiguo Tlatelolco
Aerodinámica y ligera, eres, aire sobre aire
viajan tus inmuebles por el cielo en un acto de escapismo
Vuelan lo noveau, lo decó, lo virtual
las costumbres perdidas hasta retornar a su centro
Esta casa, nuestra casa, es remano, huracán
cenit y abismo
Arte de muchas artes, oficios de mil oficios
Maravillosa, fantástica, gran ficción de ficciones eres
Profunda y psicológica, introspectiva y oscura
Urbe de millones de madres, y muchos tantos hijos
Ciudad de grietas en los corazones
zócalo de dolor y de verbena
Ciudad misógina, de seriales asesinos en Tacuba
Atizapán, y la Guerrero
de caníbales y espantosos y “Goyitos”
Urbe de las muchas manchas, de las muchas marchas
inteligencia construida por mil mentes:
Babel de lo posible y lo imposible
Ciudad friki, ciudad ciber, ciudad porno
conexión mecatrónica de soledades
Humo-fantástica, espumo-hilarante, reina-androide
prototipo del bucle recursivo:
cada chilango puede retornar a ser otro chilango que es a su vez
un ancestral chilango
Amada profecía vuelta caos; distópica memoria del futuro
Jodorowiskyana, hiperreal y Caifanesca, eres
refugio de pobres, mercado más grande del mundo
Memoriosa y criminal con automóviles grises
cuyas bandas en curules no se extinguen
Libertaria en tu asilo a la Revolución cubana
a la comunidad española
Pequeña promesa de refugio
Mátrix, Anti-Matrix, ciudad verdad, ciudad espejo
ciudad honesta a grandes ratos, y su contrario
A vuelo de pájaro respiro en tus arterias de holograma
A vuelo de pájaro contemplo tus cosas de encantamiento
Onírica, adivinatoria y asombrosa
Enredada, inigualable y multivérsica
Cinematográfica y Fritzlanguiana
eres, oh, portento, virtualidad que se vuelve nuevo rumbo
Surrealismo y profecía eres
mi entrañable Ciudad de México
Desde tu inmortalidad te filmo, te persigo
Puedo verte permanecer y permanecer
Oxígeno y tiempo:
Camarógrafo, escenario y cámara
debajo de este denso cortinaje de pixeles.
IV
Oración 2024
Oscura. Reina de asfalto. Matrona de calles clausuradas por fiestas de quince años:
preserva nuestros días de dureza sobre tu lomo animal.
Señora de velocidades fabulosas, dueña de fieras motorizadas que buscan arrancarse en el
impacto de un poste.
Dueña del “nadie sabe ponerse de acuerdo”, casa del “yo primero”:
danos luz.
Reconforta a nuestro espejo en medio de las longitudes de la muchedumbre.
Princesa de altos tacones, resguárdanos de las ondulaciones del tiempo, de los
electrocardiogramas del subsuelo que se convierten en edificios caídos.
Que no nos arrulle tanto la Tierra.
Que no se agriete el agua entre los pozos.
Bríndanos lluvia, pero sálvanos de tanta lluvia.
Que no nos ajusticie la justicia de los siglos: estos veintitrés millones de culpabilidad.
Oh, maleza de rascacielos sobre eternos caseríos.
Presagio metafísico, cuadro de Turner, sábana de dióxido de carbono.
Alívianos del interminable tianguis de calles y más calles que llevamos dentro, del rostro de
la desconfianza que aprieta el pecho como un perro que se desboca.
Líbranos de ti, y cobíjanos a un tiempo.
Vuélvenos plenos, aunque suceda a ratos.
Que seamos cómplices, espectadores, tus alumnos.
Ámanos en la más profunda soledad.
Destrózanos.
Haznos hoguera.
o danos, al menos, una oportunidad en el caos de los muchos rumores.
Vuélvenos barro.
Fabrica nuestros nombres.
Moldéanos.
Después de todo:
¿no estás tú, aquí, que eres nuestra madre?
Ulises Paniagua (México, 1976)
Narrador y poeta. Ganador del Concurso de Cuento Gabriel García Márquez (2019). Entrevistado por Silvia Lemus en “Tratos y retratos” de Canal 22 (2022). Traducido al inglés, ruso, griego, serbio.
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