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"En lo más triste de la madrugada puedes encontrar una luz" Gabriel Eduardo Marin Ramírez Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente, UNAM
Javier Baltsé

Javier Baltsé

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM

Un año apenas

Número 1 / ABRIL - JUNIO 2021

El politólogo universitario Javier Baltsé escribe este emotivo testimonio como trabajador del IMSS durante la pandemia

Javier Baltsé

Javier Baltsé

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM

Ha pasado un año de la Pandemia por COVID-19. Quizá nadie podría dudarlo ni negar que esta enfermedad cambió nuestra vida.

Personalmente creo que la muerte nunca había sido tan cercana y dolorosa pero de tanto que se ha hecho presente cada vez se vuelve un poco más ajena y lejana. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, cien, quizá mil. Perdí la cuenta de cuántos reportes de personas que fallecieron han llegado por mensaje a mi celular. Con esos mensajes también llega el dolor y la pena que siento por aquellos que acaban de perder un ser querido. Personas que muy probablemente se acaban de enterar de lo sucedido o lo harán en unos minutos gracias a que yo seré el operador de la tragedia pues me toca ser el vocero de lo que muchos temen desde que toman conciencia de la vida: la muerte.

El primo, el amigo, la mamá, el padre, la hermana, el hermano, la tía, la abuelita, el vecino. Todos han muerto. Quizá ahora soy muy egoísta o muy humano y simplemente celebro casi lo único que se puede celebrar ahora y agradezco a esta vida que hasta este momento nadie tan cercano a mí haya fallecido a causa del Covid porque además de todos los males que trae el virus, no se permiten hacer funerales, ni rituales, ni ceremonias y gracias a eso ahora lo sabemos más: despedir a los nuestros es importante.

La fortuna últimamente no ha sido generosa y muchas familias han estado a punto de perder la guerra ante lo desconocido. Algunos otros simplemente se han ido tras luchar una batalla que casi siempre se supo perdida.

Trabajo en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Algunas personas que lo saben me escriben por distintos medios para pedir ayuda. Quieren saber a dónde acudir si se sienten mal, en dónde los pueden recibir a ellos o su familia y muchos más, simplemente piden ayuda para conocer el estado de salud de algún paciente que ya está hospitalizado. Mi trabajo me permite y me exige ayudar. Hago las gestiones necesarias y doy seguimiento a cada caso. Los reportes médicos de las personas enfermas me son enviados por mensaje de WhatsApp porque quizá es el medio más efectivo y rápido en estos momentos y yo, simplemente sirvo como un puente para informar a las familias.

Los mensajes llegan así:

Datos de atención COVID:

Nombre del paciente

Edad

Numero de seguridad social: se escribe el número de identificación ante el IMSS o bien, ND que significa que es un “NO Derechohabiente”, pero por ahora ese dato pasa a ser relativamente irrelevante pues se atiende a todo aquel que lo necesite.

El mensaje también dice en qué hospital está atendido y el diagnóstico general que se acompaña de datos muy importantes como las complicaciones o las comorbilidades. Y es triste y lamentable porque si yo jurara, podría jurar que 8 de cada 10 enfermos que he acompañado son pacientes con obesidad, diabetes o hipertensión y cuando lees eso, ya sé que las esperanzas de vida se reducen.

En el reporte también se apuntan los pasos que el personal de salud seguirá para el diagnóstico o para intentar salvar la vida y se lee mas o menos así: Se realizará tomografía, aplicación de oxígeno, estudios de laboratorio. Se dice si habrá un alta médica en breve, si es un paciente no exento de complicaciones o lo más temido: la intubación y un reporte de paciente “muy grave” con pronostico reservado.

En los peores casos se informan las indicaciones que se han dado a la familia para recoger el cuerpo de sus seres queridos o se informa de los trámites funerarios realizados. Son muchas historias de dolor.

Es cierto que el nuevo coronavirus ha sido letal en todo el mundo pero para los mexicanos hay que volver a decir algo que ahora tenemos más claro: Las condiciones del sistema de salud, su fragmentación, sus carencias y sus consecuencias en la población, aunados a las desigualdades nos hicieron vulnerables por muchos frentes ante el virus.

Un dato más: para instituciones tan grandes como el Seguro Social el costo del COVID durante 2020, ascendió a casi 29 mil millones de pesos. Sin embargo, el gasto anual en un año para enfermedades crónico-degenerativas es mucho más alto: En hipertensión arterial: 25 mil millones de pesos. En diabetes: 39 mil millones de pesos, en Insuficiencia renal: 12 mil millones de pesos. Se trata de un monto significativamente mas grande de recursos que si bien permite atender mejor a los pacientes no ha significado la reducción en el número de estos padecimientos.

Entonces, ¿qué gran lección nos ha dejado la pandemia? La urgencia de un giro radicalmente preventivo y menos curativo. Eso y solo eso. Dejar de paliar y seguir abonando al gasto y costo de enfermedades que nos llevan muchas victorias ganadas y que, de no hacer nada, con o sin pandemia tienen todas las condiciones para seguir haciéndolo. Actualmente nos mantenemos resistiendo apenas.

Hace unos días estuve leyendo “Bajo el Volcán” de Malcolm Lowry (Penguin Random House, México 2020) y un fragmento se quedó en mi cabeza:

“Cuánto había ocurrido hacía hoy exactamente un año parecía pertenecer ya a una era distinta.

“Aunque la tragedia estaba transformándose en algo irreal y sin significado, pareciera que aún era permitido recordar los días en que la vida personal […] no era una simple errata en algún comunicado.

Algunos vivimos así un constante sentimiento de nostalgia y añoranza. Qué escenarios tan difíciles se han vivido en el último año. El poeta del mar diría que en estos tiempos, todo el mundo sufre pero el pobre ya no puede hablar porque está por morirse o ha estado muriéndose. La desigualdad ha matado y las consecuencias de un país construido históricamente desigual hoy han hecho más difícil lo difícil.

Pasarán varios meses para que terminen los días así pero ya hay esperanza o quizá, ya poco a poco vamos aprendiendo a vivir de esta manera.

Hoy se dice que lo nuevo y lo que viene tiene que ser mejor o de nada habrá servido todo el sufrimiento que se ha tenido. Yo no sé si eso sea cierto o posible pero lo espero.

Son las 18:28 del 11 de marzo de 2021, se cumplió un año de la declaración de PANDEMIA y después de estos días aprendimos que a veces, simplemente, estamos erguidos ante el mundo, aunque sea con esfuerzo, haciendo lo que se puede. Erguidos a penas.

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Un año apenas

2 respuestas

  1. Javier magnífico lo que escribes. Y yo me pregunto, a tu corta edad qué más hay que vivir?, esto a pesar de todo nos cambió la vida para siempre. ¿Pero también estamos preparados para lo demás por vivir hemanamente?. Te mando un gran abrazo y te saludo con afecto.

  2. Alguna vez dije cuando muera entierrenme inmediatamente, no quiero velorio. Pero hoy me arrepiento porque algunos amigos muero. Por el COvid y no los puede despedir para verlos por última vez. Javier Baltse gracias por escribir y pensar en las personas. Una realidad que nos permite comprender el reto de autocuidarnos

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