En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Marianne Pacheco Martínez

Facultad de Ciencias

Una estudiante universitaria en busca de desarrollo integral, descubriendo y alentandome a crear, y compartir, tratando de inspirar para crear aún más de manera exponencial en comunidad y lograr cambios intentando cosas diferentes.

¿Quién se ha llevado mi miedo?

Número 18 / JULIO - SEPTIEMBRE 2025

Breve delirio de cuestionamiento espiritual sin sentido

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Marianne Pacheco Martínez

Facultad de Ciencias

No tienes idea del próximo desafío, ni de su resultado bajo tus acciones, de pronto sientes que la brújula discrepa, inviertes demasiado tiempo en algo para descubrir que: “no eres buenx o suficiente para ello”. En todo lo anterior nace un gran temor, ¿cuál? y ¿de quién? Ampliemos el ojal de visión para responder estas preguntas. 

No soy fan de usar etiquetas o categorías bajo prejuicios, sin embargo, el miedo, que ha sido un factor presente en la trascendencia humana, me provoca auto-etiquetarme como miedosa. Ligado a las preguntas anteriores: estudio Ciencias de la Computación en la UNAM, soy generación 2020 y tengo compañeros que ya se graduaron o si no, que ya ejercen en el campo laboral. Yo, ante todo pronóstico, con 24 años y apenas un tercio aprobado del plan de estudios, experimento un terror cambiante y creciente al no saber qué estoy haciendo, si lo hago bien, a dónde voy, si voy a llegar, y para qué lo quiero hacer. Esto proviene de la comparación, que siempre se nos dice, es negativa, pero no se nos enseña a dejar de generarla ni a dejar de vivir en ella dentro de nuestra sociedad. 

Desde la primera acción consciente de nuestras vidas, si exploramos nuestras capacidades, surgirán más preguntas e ideas que a veces podemos gestionar, es inherente a nuestros suspiros diarios el preguntar: ¿quién soy?, ¿por qué soy?, ¿para qué soy? Qué empíricamente resultan ser también genuinas preocupaciones. A ellas afectan distintos componentes de nuestra subsistencia como el contexto mental y familiar que experimentamos, también el aspecto socio-económico pues, es innegable que influye en nuestro desarrollo integral, ya que “el dinero da techo, ropa y verdadera alimentación, esto a su vez da salud que concede capacidad de trabajo, el trabajo genera dinero que, eventualmente consume más tiempo, pero el estatus da más oportunidades”. 

Así seguimos perpetuando las mismas preguntas bajo el temor de no saber cómo manejar lo que vendrá por no conocer su naturaleza y “no estar preparado”: ¿quién lo siente? Prácticamente todo aquel que tenga que vivir en la realidad que conocemos; ¿quién soy? Respondo con lo que he descubierto parcial y eventualmente de mi identidad, pues es lo que me ha hecho ser de una forma y no de otra; ¿por qué soy? Lo descubro al cuestionar “mi origen” desde la zona geográfica donde nací hasta mi carácter y temperamento dentro de mi desarrollo familiar; ¿para qué soy? Trato de definirlo pensando si ya tengo un propósito para seguir siendo como lo he hecho o saber si ya es momento de cambiar y adaptarme a futuras metas. Considero que esta última pregunta resulta ser la principal en el día a día, pues en un intento de condensar su complejidad puedo decir que nadie nace con instructivo para existir ni vivir. Y no está de sobra mencionar también los miedos naturales de perder a alguien querido y no saber qué hacer cuándo ya no esté, si el camino cambiará o cómo lo haremos mínimamente sostenible para nuestra nueva concepción del mundo, irremediablemente teniendo que adaptarnos al nuevo panorama sin la compañía de esa persona, pudiendo hundirnos aún más al intentar buscar una dirección que tan siquiera se sienta un poco clara hacia un rumbo estable.

Habiendo expuesto algunos de los temores comunes de un joven humano promedio, sumémosle que no somos constructos inocuos ni personajes inéditos, sino que somos cambiantes esponjas vivientes, y si además se nos inyecta la urgencia de aportar a la sociedad y hacerlo de la mejor manera, ¿no genera esto de nuevo preguntarnos qué voy a contribuir y en qué me voy a basar para hacerlo? Existen quienes tienen la suerte de poder y querer extender las ideas heredadas de la familia y el entorno, como el dinero, “la Lupita”, “Jehová”, “Brahma”, el ateísmo, agnosticismo o cualquier postura ideológica que dé explicación al porqué y para qué estamos respirando. Por otro lado, existen quienes pueden tener a la mano otro tipo de creencias, pero no se deciden por cuál inclinarse, aun así el centro ideológico de un individuo es importante, aunque esta elección de creencia o fe, pueda verse sesgada por el FOBO —Fear Of Better Options—, donde no sabemos qué “negocio ideológico” nos dará los mejores resultados para nuestro futuro.

Discutimos todo este panorama de creencias y corrientes ideológicas sin abordar el debate de si en la actualidad, estas posturas y visiones son realmente altruistas, ya que dependiendo del análisis de quiénes son los representantes o guías reconocidos, de cada una de las cosmovisiones existentes y su forma sugerida, o a veces impuesta de creer en algo, es que podemos notar matices de intereses personales de quienes “están al mando”. Pero, esa discusión es para un espacio e investigación aparte.

Al final, seguimos consumiendo un batido existencial, nutrido de una constante ansiedad multifactorial que muchas veces nace en nuestra niñez o adolescencia y, lamentablemente, aunque en muchos casos, desaparece o se mitiga, en otros no —ya sea por la mala calidad y escaso acceso a la salud mental— esta mezcla es alta en varias y aparentemente interminables opciones para regir nuestros destinos, y fortificada con el temor de nunca lograr nada “valioso”. Dicha dieta constante nos hace caer en el vicio de seguir actitudes tendenciosas como saber si soy compatible con “Juan de Aries” o “Valeria de Géminis”, porque, sin ningún afán de apuntar con desprecio, es muy fácil sujetarse en “la creencia milagrosa de decretar y vibrar alto con el universo” en vez de hundirse en el profundo hoyo de la propia existencia, donde se atraviesan diversas y delgadas líneas en el proceso de autoconocimiento y autoexploración, ya que la primera opción nos brinda inmediatez, favorable ante la presión urgente del ambiente, y en la segunda, no se sabe si tendrá resultado, si este será positivo, y si me permitirá seguir con mis planes.

Así, de manera arrebatada y un tantito soberbia, se puede cerrar este breve delirio de: cuestionamiento sin sentido, diciendo que el miedo nunca se va, solo lo toman prestado sin consentimiento múltiples factores que nos acompañan a lo largo de nuestra vida, pues se cree en lo que se cree por la desesperación de vivir, de cómo hacerlo, de no hacerlo “bien”, y de encontrar el manual que no nos dieron al nacer, porque hasta para cocinar un buen arroz solo nos dicen “2 de agua por 1 de arroz”.

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