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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Minerva Irene Mendoza González
Uriel Mendoza Rojas

Uriel Mendoza Rojas

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Naucalpan

Soy una persona común con aspiraciones comunes, me gusta escribir y tener tiempo libre.

Niños, perros y la educación: repercusiones en trastornos emocionales y alimenticios

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

La educación es un factor detonante de trastornos alimenticios

Uriel Mendoza Rojas

Uriel Mendoza Rojas

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Naucalpan

Actualmente los niños y las mascotas, específicamente perros, son educados de formas similares o incluso idénticas derivado de un fenómeno social donde los padres no suelen prestar atención a los niños, padres de la vieja escuela antes de los 90’s, y por su parte, la generación millennial ha decidido optar por cuidar perros en lugar de niños, sin embargo, en ambos casos se pueden identificar conductas similares en crianza.

Deteniéndome un poco, cabe aclarar que el siguiente artículo no es una guía de crianza y tampoco está escrito por un especialista de la salud.

Antes de presentar las similitudes hay que presentar las diferencias. En el caso de un niño se puede apreciar que es más perceptivo, replica las conductas y puede hacer uso de razón, la cual es la principal diferencia con un perro, pues el perro a pesar de razonar, actúa según su instinto y tampoco réplica, puede imitar, pero no comprende lo que está haciendo, debido en parte a que un perro cuenta con una inteligencia similar a las de un niño humano de 2 a 2,5 años, mencionado por Stanley Coren (2009) de la Universidad de Columbia Británica, en la 117ª Convención Anual de la Asociación Estadounidense de Psicología. Teniendo esto presente hay que marcar similitudes.

Los perros tanto como los niños, comprenden cuando se les habla o se les dirige la palabra, lo que lleva a la educación verbal un punto fuerte en el desarrollo de ambos individuos, pues las palabras de aprobación provocan felicidad en niños y mascotas, por su parte palabras de desagrado también repercuten de forma negativa pues generan malestar en niños y perros, obviamente no sólo las palabras usadas tienen repercusión, el tono, la forma y el momento en el que se dicen pueden afectar la respuesta que se reciba. Lo que nos encamina a dos puntos importantes, el peso emocional de las palabras y la forma de educación.

Comencemos por la forma de educación para englobar el peso emocional de las palabras, así que hay que mencionar que para educar a un individuo se suele usar el miedo, la culpa o mimar en exceso, antes de retroalimentar, exponer y explicar a los individuos lo que se desea enseñar. El miedo es el método más usado porque es fácil de ejercer, una herramienta bien conocida es el golpe al individuo y hay que enfatizar que los perros y los niños tiene la misma respuesta ante un golpe, ambos recuerdan y les genera inquietud precipitada al esperar que cuando alguien levanta la mano es para golpearlos y se esconden, empequeñecen ante el miedo, caso similar con las palabras, pues las amenazas provocan rechazo y aversión hacia las figuras de autoridad y genera un desbalance cuando se debe premiar al individuo por su buen actuar.

El espectro contrario es el mimar en exceso, pues el individuo es constantemente premiado y/o aplaudido por cada acción que realice, lo cual no tiene nada de malo si se hace en las ocasiones adecuadas, pero se suele premiar incluso cuando se presentan malas actitudes de niño o perro, pongámonos en contexto, digamos que un niño le pega o insulta a un individuo y por su parte el perro comienza a ladrar o morder a otro individuo, en ambos casos las figuras de autoridad solapan la acción bajo la excusa de “pobrecito”, generando una actitud altanera al niño o perro pues la palabra de la figura de autoridad le presenta que sus acciones no tendrán consecuencias pues no es reprendido de forma adecuada.

Aclaro que los golpes o insultos no son forma de reprender una mala acción, la forma correcta es presentar límites mediante frases como “la actitud de golpear a cierto individuo no es correcta” sustituyendo el “lo que hiciste es algo malo” pues dejas la ambigüedad de lado y presentan límites en cuanto a que es aceptable y que no lo es, del mismo modo debe dejarse en claro la actitud que se espera para cuando se presente una futura situación similar, retomando la idea de retroalimentar, exponer y explicar.

Por su parte, el punto medio entre ambos métodos de enseñanza y en donde el paso emocional de las palabras es más marcado es en la crianza por la culpa, pues en este método no se suelen usar golpes o amenazas, pero si se usan expresiones hirientes o denigrantes y no se mima al individuo en exceso. Un ejemplo claro es la frase de “eres un niño/pero malo” o “mira, ya hiciste llorar a tu mamá”, las cuales son formas sutiles y aceptadas de reprender a los niños, nuevamente reafirmó que no es la correcta, en cambio hay otras frases menos usadas pero dichas en momentos inadecuados son “sigue así y te voy a dejar” o “no te has ganado las cosas” presentándole la idea al individuo de que no merece la pena pues no se ha “ganado” esa apreciación.

De igual manera, factores que en los tres tipos de educación se suele presentar es el ignorar al niño o perro, pues este aspecto genera que no pueda relacionarse sanamente con sus emociones, llevando a generar problemas de temperamento.

Ya mencionados los tipos de aprendizajes y las frases que se suelen usar pasemos a los trastornos que se presentan en el comportamiento.

Hay que establecer la educación dada de una figura de autoridad, en el caso de los niños, puede afectar el desarrollo social en la escuela, dentro de casa y fuera de ella, es decir, afecta cómo interactúa con su entorno y con sus alternos de una edad similar. Ya teniendo un margen de observación pasemos a la falta de respeto por una autoridad por parte de un infante, detonado por causas de que los tutores golpeen o mimen en exceso al niño, generando que no respete a otras personas de mayor edad porque el niño considera que puede y debe hacer lo que le plazca sin secuencia alguna.

Otro estrago de la mala educación es la hiperactividad del niño, pues los tutores, al no dar la atención adecuada y saciar las necesidades del individuo, generan que sea inquieto, no preste atención porque le cuesta concentrarse y se distrae con facilidad, lo que a largo plazo genera que los propios tutores lo tachen de flojo o burro, alimentando que el niño en cuestión no se sienta suficiente ante las expectativas que de él se espera.

Ya entrando en los trastornos que afectan al individuo a largo plazo hay que mencionar que la educación por medio del miedo y la culpa pueden generar el “Complejo de Aquiles”, que consiste en que el individuo en cuestión esconde sus debilidades y finge que está bien para no ser atacado o vulnerado en situaciones que comprometan su integridad. El complejo recibe el nombre del héroe mitológico Aquiles de la Ilíada.

Retomando la importancia de las palabras, hay que destacar que frases como “estar muy llenito/gordo/panzón” puede provocar que el individuo genere rechazo a su cuerpo, en algunos casos, llevando a que desarrolle trastornos emocionales y alimenticios, tales como la vigorexia, trastorno dismórfico (es emocional) que consiste en que el individuo preste demasiada atención a su físico y se obsesioné por ser atlético o musculoso, visto desde afuera no parece grave pero puede llevar a que se desarrolle la ortorexia, el cual si es un trastorno alimenticio, que consiste en que el individuo presta mucha atención y piensa demasiado en lo que consume, lo que lleva a que si considera que no es saludable deje de ingerir ciertos alimentos, obviamente descompensado al cuerpo, no hay que confundirla con la anorexia.

De igual manera la frase antes mencionada (“estar muy llenito/gordo/panzón”) puede llevar a que el individuo padezca anorexia, que consiste en la restricción calórica al dejar de comer por el deseo de bajar de peso, esa es la principal diferencia con la vigorexia y, aunque los síntomas son similares no es el mismo trastorno.

También, las frases usadas por los tutores, puede conducir al individuo a desarrollar bulimia (otro trastorno alimenticio), que al igual que la anorexia se centra en el deseo de bajar de peso, pero el método es diferente, debido a que el individuo no restringe su alimentación y come con naturalidad, sin embargo, tiene episodios purgativos o se provoca el vómito para expulsar lo consumido. La bulimia suele causar que el individuo llegue a consumir grandes cantidades de alimento en un corto periodo de tiempo, lo que le provoca culpa llevándolo a provocar el vómito.

Mencionando otros trastornos como el Complejo de Brummel, Dismorfofobia, por mencionar algunos; caracterizado por la baja autoestima e inseguridad, derivados de una mala experiencia con la figura de autoridad.

Por las razones anteriores, hay que finalizar estableciendo que para educar a algún individuo hay que prepararse con anticipación, ser consciente que las palabras pueden herir y dañar al individuo, pues la salud emocional es un derecho importante en el desarrollo.

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