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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Los Muertos Crew/Pexels
J. Morales Reyes

J. Morales Reyes

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3

Soy alumna de la ENP 3, aficionada a la escritura, pintura, escultura, a los idiomas y demás. Me gusta aprender sobre cualquier área y tema. Quiero estudiar arquitectura y superarme personal, académica y laboralmente.

La sexualidad es de lo más social que existe

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

Engañar a su pareja no es atender a una necesidad básica, es una carencia de responsabilidad afectiva que se normaliza por las ideas patriarcales

J. Morales Reyes

J. Morales Reyes

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3

Hace poco me encontraba leyendo un libro llamado “Ensayo sobre la ceguera”, de José Saramago. En una escena, el médico engañó a su esposa; esta escena llamó mi atención, en primera, porque su esposa arriesgaba su vida por él, y sabiéndolo, la engañó.

En segunda, porque no había disfunciones dentro de ese matrimonio y, aun así, la engañó; y en tercera porque no entiendo qué le costaba pedirle a su esposa tener relaciones. El médico la engañó estando perfectamente consciente de lo que esto implicaba, entonces vemos que aquí la disfunción estaba en el médico.

Por si fuera poco, más adelante, el marido le dice a la esposa que él no fue el culpable del engaño, sino que fue la mujer de las gafas negras la que se metió primero en su cama; cuando la esposa lo desmiente, el hombre se hace el sorprendido.

De esta escena puedo decir muchas cosas, destacando el hecho de que me hizo sentir una particular inquietud, pues me he dado cuenta de que, si bien las relaciones sexuales son totalmente normales, en la televisión y en los libros se muestra como algo extremadamente necesario, y a continuación lo explicaré.

El psicólogo norteamericano, Abraham Maslow en su pirámide de necesidades, cataloga a las relaciones sexuales como una necesidad básica del ser humano, es decir, para el ser humano (si bien no todos, gran parte sí), el sexo se vuelve en algo indispensable para vivir tanto como la respiración, la alimentación, el descanso.

Sin embargo, lo que a mí ya no me parece una necesidad básica, es el hecho de que, teniendo una pareja en la que en ningún momento se consintió un poliamor, se tengan relaciones con otra persona bajo la excusa “era una necesidad básica”. Esto te lo muestran como algo normal en productos como la televisión, las revistas o los libros, sin que haya mayores consecuencias. Creo que aquí tenemos un problema.

Ejemplo de esto es el libro “Arráncame la vida” (1985), de la escritora mexicana Ángeles Mastretta, en donde, tanto Andrés como Catalina cometen infidelidad sin que esto se vea como una problemática; es verdad que su relación era nociva, sin embargo, esto no es excusa para que la infidelidad sexual sea validada ni justificada.

Ahora bien, platicando la escena de “Ensayo sobre la ceguera” con mi mamá, quien me vio bastante sensible por la situación, me pidió que me sentara en el sillón; prosiguió a decirme algo que me cambió la vida: — “la sexualidad es de lo más social que existe” —.

Cabe destacar que, el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis (1967) define a la sexualidad como:

“El concepto que no designa solamente las actividades y el placer dependientes del funcionamiento del aparato genital, sino toda una serie de excitaciones y de actividades, que producen un placer que no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad fisiológica fundamental, y que se encuentran también a título de componentes en la forma llamada normal del amor sexual”.

Como leímos anteriormente, la sexualidad no se limita sólo a relaciones sexuales, No obstante, este texto se enfoca en esta parte de la sexualidad: las prácticas coitales, para fines meramente prácticos.

Mi mamá, siendo una gran psicóloga y psicoanalista, y la voz de la razón a lo largo de mi vida, notó mi asombro ante su afirmación que, aunque pareciera sencilla, no lo es. Me dijo que, claro que influyen factores biológicos en la sexualidad, sin embargo, el papel de la sociedad juega una clave importante en nuestra vida: las creencias que nos imponen, la noción sobre lo que está “bien” o “mal”, o la premisa tan común de que “tu pareja no te engañó, sólo necesitaba relaciones sexuales, pero eso no significa que no te ame, sólo fue un impulso”.

Me veo en la necesidad de desarmar tal “argumento”: “tu pareja no te engañó, sólo necesitaba relaciones sexuales…”. Partimos de aquí para dejar en claro que el deseo, la necesidad y el amor son conceptos distintos; el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis retoma al creador del psicoanálisis y médico austriaco Sigmund Freud:

“Éste (el deseo), a diferencia del amor, depende siempre estrechamente de un soporte corporal determinado y, a diferencia de la necesidad, hace depender la satisfacción de condiciones fantaseadas que determinan estrictamente la elección del objeto y el ordenamiento de la actividad” (p.404).

Lo anterior quiere decir que el amor no depende siempre del soporte corporal, como sí lo es el deseo; la necesidad por su parte, depende de las fantasías, siendo la parte simbólica del ser humano.

Si el deseo está instalado meramente en necesidades físicas, las fantasías, ideas y, en general, las representaciones mentales de una persona, limitarán relaciones amorosas a meramente el contacto físico. No habría problema si la otra parte de la pareja lo consciente, el problema llega cuando en una relación con acuerdos monogámicos, la persona rompe este acuerdo para engañar a su pareja.

Resultando esto en una problemática social, en la que vemos una carencia de responsabilidad afectiva que muchas veces se normaliza por las ideas patriarcales y premisas como “el hombre tiene necesidades” o ideas inválidas inversas como “si el hombre lo hace y es normalizado, la mujer también puede”.

Quien ama a su pareja, no la engaña, porque ante el amor está el respeto, la comunicación, el aprecio y la confianza. Engañar a tu pareja no sólo es traicionar su confianza, sino también faltarle al respeto.

Es importante plantearnos la siguiente pregunta: ¿para qué quiero a mi pareja? Si la respuesta es meramente física, entonces lo que sientes por tu pareja es deseo, y si dentro de ese deseo no sientes amor, no vale la pena continuar con esa relación. Dejemos de excusar y normalizar a las relaciones sexuales como un “impulso” y una “necesidad básica” al momento de engañar.

Cometer infidelidad a tu pareja (emocional y/o sexualmente hablando) puede dañarla considerablemente, y si tú estás dispuesto a, pese a todo, engañarla, entonces no es que sea “culpa de una necesidad básica”, es TÚ culpa, y deberías deconstruirte seriamente.

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